Luis Velázquez / Blog Expediente.
18 de enero de 2017
El primero de diciembre 2016, un policía envió una cartita al góber azul, clamando ayuda. A la fecha, ninguna respuesta. La carta dice:
“Soy una persona discapacitada (amputación en la pierna izquierda) y con diabetes.
El 25 de agosto me dio un síncope cardiaco en la secretaría de Finanzas y Planeación, en Xalapa, porque hice un coraje muy fuerte.
Yo pertenecía a la Fiscalía. Fui policía ministerial con base de 35 años en el servicio.
En el año 2009 perdí mi pierna izquierda y el Seguro Social me dio el dictamen de incapacidad permanente y que en su momento presenté en Xalapa en varias dependencias como SEFIPLAN, Instituto de Pensiones y en la Fiscalía.
Tengo los sellos de esas dependencias. Jamás me enviaron un oficio para continuar el trámite.
Me siguieron pagando hasta el mes de julio del año pasado, dándome de bajar el primero de agosto y diciéndome que iniciara el trámite en SEFIPLAN.
El 25 de agosto del año pasado me presenté en SEFIPLAN y me dijeron que no había dinero, además de que me dijeron que el dictamen de invalidez del Seguro lo quieren actualizado.
Ya fui al IMSS y me dijeron en Medicina de la Salud que ese el documento que me tienen que aceptar para la pensión.
Tengo todos mis documentos en regla.
Y por eso necesito de su ayuda.
No cuento ni con salud ni con recursos monetarios y pago renta.
Me dejaron sin sueldo y sin seguridad social, y con muchas trabas para hacer el trámite de pensión.
No omito manifestarle que por esta situación estuve muy grave y al borde de la muerte, después de que me dio el infarto en SEFIPLAN estuve internado en el Centro de Alta Especialidad en Xalapa, pues fue el hospital más cerca.
“DIOS LO BENDIGA, SEÑOR YUNES”
Ahí estuve inconsciente más de doce días y luego trasladado al IMSS de Veracruz hasta mi recuperación.
Ya estoy dado de baja del Seguro Social y de la Fiscalía.
El día en que me dio el infarto (25 de agosto del 2016) los empleados de SEFIPLAN llevaron mi hoja actualizada de servicio, no dándole entrada a mis documentos.
Yo sé que a usted no le gustan las injusticias y en verdad esta, mi caso, es una de ellas.
Yo soóo pido lo justo y lo que me corresponde, ya me dan de baja sin ningún notificación ni oficio para seguir con los trámites correspondientes.
Debido a mi estado de salud requiero de medicamentos y no tengo recursos para comprarlos y eso después de servir a la sociedad por más de treinta años.
Le ruego y le suplico su gran ayuda para que se me faciliten y resuelva los trámites correspondientes.
Dios lo bendiga a usted y a su familia y lo ilumine y le dé la fortaleza y la sabiduría para resolver todos los asuntos que se le presentaran a futuro.
Le anexo fotocopia de todos los documentos y si se necesitan tengo los originales”.
Tomás Hernández.
Domiciliado en Lacalle Andar Encino número 33-A, Infonavit Buenavista.
Teléfono celular: 22 99 019 730.
La carta al gobernador nunca fue contestada.
Por los días frenéticos y desaforados que se viven la habrían enviado al archivo muerto.
Y aun cuando el sueldo mensual del policía era 5 mil 574 pesos con 24 centavos, y es poco, para él es mucho.
Más, mucho más ahora cuando está enfermo.
En el mes de agosto de 2016, la titular de Recursos Humanos de la Fiscalía General, Luis Ángel Bravo Contreras el mero jefazazo elegido para nueve años como “El Señor Justicia”, le asestó el último ramalazo.
Lo dio de baja de la institución y del Seguro Social.
“Esto es una injusticia” dijo entonces Tomás Hernández, agente de la Policía Ministerial.
UN POLICÍA SIN SEGURIDAD SOCIAL
Durante más de tres décadas, don Tomás Hernández sirvió a Veracruz.
Ahora, está discapacitado, igual que otros 750 mil habitantes de norte a sur y de este a oeste del territorio jarocho.
Igual que los 800 mil ancianos, la mayoría de los cuales están sin seguridad social.
Cierto, se dirá que hay pendientes más graves, como por ejemplo, el caso del niño que murió de cáncer por la negligencia y presunta corrupción de Javier Duarte y su secretario de Salud y su director del Hospital Regional de Veracruz.
Pero en el caso se trata de un hombre que durante 35 años prestó sus servicios como policía y quien ahora sólo clama justicia, pues si la juventud es un estado maravilloso para vivir a mil por hora, en la vejez ha de tenerse una vida digna.
Y más, porque la senectud es más larga y extensa que la juventud.