Luis Velázquez
Veracruz.- Cada vez Javier Duarte se expone al ridículo. Y si antes él y los suyos se pitorreaban de la población sufriente, ahora sirve de escarnio público. Peor tantito, en su desesperación bipolar, de hecho y derecho se ha quedado solo. Rodeado, incluso, de traidores y desleales. Él solito sigue arrinconándose. Y quedando como un berrinchudo. Su huelga de hambre lo dice todo.
En el sexenio de Ernesto Zedillo, Carlos Salinas se fue a una huelguita de hambre (eso dijo) en una colonia popular. Quería así frenar el proceso penal a su hermano Raúl, acusado del asesinato de su ex cuñado José Francisco Ruiz Massieu, cuando, caray, una bruja, una vidente, “La Paca”, así lo confirmó a la PGR.
Duarte desea ahora con su huelga de hambre (ojalá y la cumpla, pues sin dieta bajará de peso) frenar “la detención arbitraria” y “la cacería de brujas” y “la persecución política” de Miguel Ángel Yunes Linares en contra de sus colaboradores. Incluso, hasta llamó “dictador” al sucesor. Yunes, por el contrario, se la reviró: “Duarte, dijo, es sinónimo de corrupción”.
Desde hace el ratito, el góber tuitero se expone a la burla social. Pareciera, por ejemplo, que las neuronas se le han desprendido y ni ata ni desata. Ya cuando decía que “aquí no pasa nada” andaba mal. Ahora, preso, presos ocho de sus colaboradores, prófugos otros más, 64 más en la cuerda floja, y su esposa, suegros, cuñada y primos en la cuerda floja, está atrapado y sin salida.
Y cree que con una huelguita de hambre estremecerá al mundo político y cimbrará a Yunes, cuando ha de recordarse, y como ha recordado la diputada Daniela Griego Ceballos, “es un método de lucha” respetado y respetable, siempre ejercido por los hambrientos y necesitados de justicia, justicia a secas.
¡Pobre Duarte! ¡Da pena de la pena ajena!
Y más, cuando su cartita anunciando su huelguita de hambre la termina con frase bíblica que bien puede interpretarse como un sarcasmo:
“La verdad, dice, nos hará libres”.
No, duartistas. “La verdad los hará presos”…, como de hecho ya está una parte. Y más que faltan. Saquearon el erario. Permitieron la desaparición forzada. Toleraron el secuestro y asesinato de decenas, cientos, miles quizá, de habitantes de Veracruz.
TELENOVELA BARATA Y RAMPLONA
Del símbolo de la nueva generación política como lo perfilara Enrique Peña Nieto, Duarte ha terminado en el ridículo. Soy inocente, clamaba y reclama en los días huracanados. El corrupto es el otro, decía.
Y en su última cartita truena contra el gobierno azul, pero ninguna palabra dice en contra de la PGR que expidió la orden de aprehensión por las denuncias penales de la Auditoría Superior de la Federación en su contra por enriquecimiento ilícito.
Entonces, y como parte de su telenovela barata y ramplona, se dejó crecer la barba estropajosa. Y sus ojos coléricos mudaron en unos ojos de loco.
Y en la caída libre, los amigos, los socios, los cómplices, los prestanombres y hasta las barbies lo dejaron solo.
Ni se diga, claro, sus antiguos aliados políticos a quienes, digamos, habría financiado en tareas electorales o políticas con cargo al erario.
Su historia podría llamarse “El ascenso y la caída de un gobernador”.
El mismo, con sus actitudes, se ha expuesto al linchamiento político.
Como por ejemplo, cuando, entre otras cositas, se queja de “una cacería de brujas” olvidando por completo las desapariciones forzadas de tantos y tantos habitantes de Veracruz cometida por sus policías, los policías de Arturo Bermúdez, aliados con los carteles y cartelitos, el delito, por cierto, que todavía está pendiente de levantarle.
Antes, mucho antes, en los días dorados, la población se mofaba de su vocecita de pito y de flauta y de su panza y de su short haciendo ejercicio acompañado de parte del gabinete y fotógrafos y camarógrafos para inmortalizar el instante estelar.
Ahora, la huelguita de hambre.
Y más, porque en el siglo pasado, en el tiempo heroico de las revoluciones, la huelga de hambre era el último recurso de los pobres y los jodidos.
Duarte y Karime y los suyos, compañeros del gabinete legal y ampliado, se pasaron de tueste, se excedieron en el abuso, y “se pusieron de pechito” camino al penal de Pacho Viejo cuando el góber azul ganó la elección en las urnas el año anterior.
Si Héctor Yunes Landa y/o Cuitláhuac García se hubieran “sacado la rifa del tigre”, Duarte, su familia y los suyos vacacionarían en un campo nudista felices de la vida en la impunidad y la inmunidad.
JUSTICIA. JUSTICIA A SECAS
Fidel Herrera Beltrán estará dando gracias a su dios porque en el tercer informe de gobierno efectuado en el castillo de San Juan de Ulúa, la cárcel privada de Porfirio Díaz Mori (otra ridiculez duartista), Javier Duarte lo satanizó hablando “del beso del diablo”.
Entonces, padre e hijo putativo formalizaron la ruptura.
Y Duarte quedó con sus guardias pretorianos, como eran Adolfo Mota, Érick Lagos, Alberto Silva y Jorge Carvallo Delfín, quienes lo rodearon tanto que ni la luz ni un alfiler pasaba entre ellos.
Y es que si la relación entre ellos estuviera vigente, entonces, ninguna duda hay de que “El tío” ya estaría en el penal de Pacho Viejo.
En la desesperación de salvar a su esposa, suegros y familia, Duarte se pondrá más desesperado. Quizá ahora el dinero les valga. Sólo desearía evitar la cárcel para los suyos. Y más, mucho más, para su esposa, pues los hijos quedarían en el peor abandono bíblico de la historia, así estuvieran con otros parientes.
Y ahí, duele. Desde luego, duele con menos intensidad que el sufrimiento de los padres de familia con sus hijos desaparecidos, secuestrados, asesinados y sepultados en fosas clandestinas.
Se creyeron eternos. Y se excedieron. Y ninguna “cacería de brujas” ha desatado el góber azul. Simple y lacónicamente, justicia. Justicia, a secas, sin “la gracia” de que hablaba Benito Juárez.
Y si como escribió el ex góber tuitero en su cartita que el góber azul sólo ha creado “una cortina de humo que distrae a la sociedad del desastre de gobierno”, en su oportunidad la población electoral lo decidirá en las urnas.
Por lo pronto, preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, Javier Duarte únicamente está haciendo el ridículo con su huelguita de hambre.