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Expediente 2017: Una historia truculenta

El Piñero


Luis Velázquez

04 de noviembre de 2017

En los días revolcados y turbulentos que se viven, y luego del inclemente y despiadado saqueo público en el duartazgo, una historia de terror y horror cabalga en el carril político.
La versión enchina la piel y pone los pelos de punta.
Casi casi parece un filme de Juan Orol que necesitaría la experiencia de Sherlock Holmes y el doctor Watson para seguir la pista.
La siguiente:
Que en el sexenio anterior, con la gran cantidad de desaparecidos que dejaron, que varios de ellos, quizá muchos, habrían sido lanzados al león, el jaguar, al lince y los cocodrilos que Arturo Bermúdez Zurita, ex secretario de Seguridad Pública, tenía en su zoológico en la Academia de Policía de “El Lencero”, ubicada en el municipio de Emiliano Zapata, conurbado a la capital de Veracruz.
Nadie puede descartarlo, y más luego de leer un cuento de Fédor M. Dostoieski, donde un cocodrilo se traga a un hombre, con tanta suerte para el hombre que sigue viviendo, como si nada, en la panza del animal.
Por eso mismo, el 30 de octubre, familiares de desaparecidos integrados en ONG y Colectivos, acompañados de agentes de la Procuraduría General de la República, PGR, y de elementos de la secretaría de Marina, entraron a la Academia con una lupa buscando pistas, rastros y huellas.
Y, claro, nada encontraron, pues nadie acusa a los duartistas de tontos, sino de malandros.
Por ejemplo, en el imaginario social está la historia aquella de desaparición forzada cuando detuvieran a Gibrán Martiz, el cantante de “La Voz México”, (enero del año 2014) con un par de compañeros, Luis Hernández y Eduardo Cruz Caballero, y en tanto meses después, y luego de tantas protestas, Gibrán y Luis aparecieran sin vida, el tercero, Eduardo, nunca, jamás, apareció, en tanto el último reporte es que lo vieron entrando a la Academia de Policía, y en donde Bermúdez tenía su zoológico particular, como si Veracruz fuera una gigantesca hacienda porfirista, pues en un rancho de su propiedad, en el municipio de Actopan, de igual manera tenía otro zoológico.

LOS ENEMIGOS TIRADOS AL MAR

El acuerdo para entrar a la Academia de Policía hurgando posibles fosas clandestinas fue autorizado por el Fiscal y el subsecretario de Gobernación, encargado de los derechos humanos, el elbista Roberto Campa Cifrián.
Durante dos días, los familliares de desaparecidos buscaron pistas en las áreas verdes, los sótanos, las zonas de uso común y los alrededores con la misma intensidad cuando les pasaron “el pitazo” del terreno anexo al Frac. Colinas de Santa Fe, en el puerto jarocho del alcalde Ramón Poo Gil, y en donde tantos los malandros como la policía (la policía de Arturo Bermúdez) tenían su cementerio particular, operando las partes como si fueran socias, aliadas y cómplices.
Y tan es así que, como se recuerda, en una fosa clandestina hallaron el cadáver de un ex agente del Ministerio Público asignado en Cardel, levantado en La Antigua.
Además, está el recuento de la Fiscalía de que en 45 municipios de norte a sur y de este a oeste del territorio jarocho detectaron fosas clandestinas.
Y si en el siglo anterior, los dictadores militares de América Latina, todos ellos presidentes de las repúblicas correspondientes, secuestraban a sus enemigos y adversarios y los trepaban a un avión y los lanzaban al mar lleno de tiburones, la Academia de Policía de El Encero bien pudo servir como cementerio particular de Bermúdez y compañía y también para que las personas plagiadas fueran tiradas a los leones, tigres y cocodrilos como alimento diario, reproduciendo, digamos, a la antigua Roma en que los gladiadores eran tirados a las bestias hambrientas, también leones y tigres como en el zoológico de Bermúdez.

CUATRO COCODRILOS HAMBRIENTOS

El zoológico de Arturo Bermúdez (su salario le alcanzaba para eso y más, qué caray) estaba integrado por un león, un jaguar, un lince y cuadro cocodrilos, todos, hambrientos de carne humana y que sólo Tarzán pudo esquivar y dominar según fue narrado en la historieta clásica.
Habría quizá sido en “el año de Hidalgo”, el caso es que de pronto, zas, el zoológico fue desaparecido y sabrá el Señor Todopoderoso el destino de los animales tipo el Arca de Noé, por ejemplo.
Y las instalaciones en general derrumbadas.
No obstante sÓlo dejaron las jaulas y en donde al momento la secretaría de Seguridad Pública construye una bodega para armas según describe el corresponsal de Proceso, Noé Zavaleta.
Así, desaparecido el zoológico y los animalitos mascota de Bermúdez con los que se entretenía, borraron de un plumazo las posibles huellas de los desaparecidos, tantos tantos tantos que fueron en el sexenio anterior y que los familiares siguen buscando con el dolor y el sufrimiento más canijo del mundo y, al mismo tiempo, la esperanza de cuando menos encontrar unos restos óseos para la cristiana sepultura.

LEYENDA URBANA

El saqueo del erario en el duartazgo fue descomunal.
Pero el daño a la población también fue sicológico, emocional, sentimental y moral, como es el caso de los desaparecidos, y peor aún, de la desaparición forzada, y en donde a Arturo Bermúdez sólo le faltó acabar con la prensa, a quienes sin pudor llamaba “¡Pinches periodistas!”, pues tanto fue su odio y su rencor fermentado.
Cierto:
Así como durante mucho tiempo se decía que Emiliano Zapata estaba vivo y cabalgaba en las noches de luna en Morelos, su feudo, pudiera suceder que la versión de que los secuestrados en el duartazgo eran tirados como carne a los cocodrilos, el león el jaguar y el lince de Bermúdez forme parte de la leyenda urbana.
Pero al mismo tiempo, si se recuerda que en el ejercicio del poder público los políticos se marean y dislocan y se creen intocables, entonces, nada descarta el infierno tan temido y las atrocidades y crueldades a las que el hombre trepado en la cúspide del poder suele caer.

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