Luis Velázquez
06 de julio de 2017
Veracruz se está despoblando. Ya por la migración a la frontera norte en los campos agrícolas del Valle de San Quintín y a Estados Unidos. Ya porque las familias están huyendo por la violencia. Ya porque ocupamos el primer lugar nacional en producción y exportación de trabajadoras domésticas. Ya porque más vale “morir en el intento” buscando el itacate en otro lado que morir aquí de inanición.
El caso es que en menos de lo que “canta un gallo”, la máxima autoridad electoral ha dejado a Veracruz sin cuatro distritos, el último, hace unos días, desaparecido el de Acayucan, ahí donde, oh paradoja de la vida, el fidelista Érick Lagos Hernández alardeó haber logrado (sin mapacherías) el primer lugar nacional en votación camino al Congreso federal.
Y mientras los pueblos de tal distrito son reubicados en otros, vecinos, resulta indicativo que algunas entidades federativas se están fortaleciendo en el ajuste distrital, entre ellas, y por ejemplo, el estado de México de donde es originario, jefe máximo del grupo Atlacomulco, Enrique Peña Nieto.
Insólito: en el reajuste los estados de Tamaulipas, Chiapas, Quintana Roo, Querétaro, Jalisco y Guanajuato, ganaron un distrito.
En contraparte, Oaxaca y Puebla, junto con Veracruz, perdieron uno.
La Población Económicamente Activa, PEA, se está yendo, pues, de Veracruz. Y al irse dejan de votar, porque además, se dan de baja en Veracruz y de alta en su nueva ubicación.
Y el territorio jarocho para abajo, imparable, con una población electoral que cada vez envejece más y más y que no obstante sumar ochocientas mil personas con las que podría, digamos, formarse un partido político, prefiere quedarse en casa, ya por un achaque, ya por un desencanto, ya porque le vale.
Pareciera, entonces, que desde la llamada “Docena Trágica”, el mal fario, el mal karma, se fue con todo a la yugular social del Veracruz descrito en la biblia como el paraíso.
EMPEORARÁ REBATINGA
De 24 distritos electorales federales que tenía Veracruz, para el año entrante sólo serán veinte.
Cuatro menos.
La rebatinga de las elites en los partidos políticos se multiplicará, y más, porque la llamada “cuota de género” está funcionando, como fue probado y comprobado en la elección de los candidatos a presidentes municipales de este año y que ha permitido a las mujeres políticas reclamar sus legítimas parcelas de poder.
De acuerdo con el politólogo Ramón Benítez, se trata de un mal síntoma, porque, claro, disminuye la representatividad legislativa en el Congreso de la Unión.
Y más, porque en el altiplano siguen cacareando la posibilidad de reducir los quinientos diputados federales a la fecha a unos cuatrocientos, cien menos.
Claro, varios meses después con los diputados federales ningún beneficio social, educativo, de salud, económico ni de seguridad han recibido los ocho millones de habitantes del territorio jarocho.
Y menos, como en el caso, en que la mayoría de los priistas están sumidos y sumisos ante la yunicidad, temerosos de dormir en el penal de Pacho Viejo, igual que sus compañeros duartistas, Arturo Bermúdez, Mauricio Audirac, Francisco Valencia y María Georgina Domínguez.
Lo peor: mientras el senador Pepe Yunes Zorrilla es el único que sigue cabildeando y bajando recursos federales a los Ayuntamientos y a los sectores productivos organizados, entregados en forma directa, sin intermediarios (para evitar “Operaciones licuadoras”), ningún diputado federal lo hace.
Y lo peor, le vale.
Ellos están ocupados y preocupados con el llamado “vómito negro”, que consiste en despepitar todo en contra de su amigo y ex jefe, Javier Duarte, para salvar el pellejo.
Es el caso, todos afirman en el pasillo, de Érick Lagos, Jorge Carvallo, Adolfo Mota y Édgar Spinoso, en tanto que, se dice, Alberto Silva Ramos está en la mira, igual como estuvo Antonio Tarek Abdalá.
MENOS OLOTES PARA LAS ELITES
Grave, entonces, que Veracruz se esté despoblando, huyendo de la pobreza, la miseria, la jodidez, el desempleo y los salarios de hambre, y la migración incida en la distritación electoral.
Y grave que los distritos electorales se estén achicando…, pero sólo para las elites partidistas, pues se están quedando sin la gran torta que, entre otras cositas, les permite, mínimo, relacionarse con las grandes ligas de la política y en un descuido dar el brinco a la metrópoli, como el caso de Adolfo Mota Hernández, quien la primera ocasión que ocupara la curul federal fue compañero de Emilio Gamboa Patrón, el líder senatorial, y se le metió hasta el tuétano amical, y en un par de ocasiones lo salvó de que Javier Duarte lo corriera.
Incluso, y de acuerdo con las versiones, Gamboa Patrón lo salvó ante Miguel Ángel Yunes Linares de dormir en el penal de Pacho Viejo.
Más terrible resulta que con menos distritos (y menos olotes), a la población le siga valiendo un cacahuate la elección de diputados federales, como lo demostró el pasado cuatro de julio en que el abstencionismo con los presidentes municipales llegó al 56 por ciento, y eso que los políticos “se cortan las venas” diciendo que sólo, sólo, sólo la elección de alcaldes suele motivar el entusiasmo cívico.