Luis Velázquez
Veracruz.- Hay en Veracruz, como en el resto del país, una orgía, más que de sangre y muerte, de barbarie. Los carteles y cartelitos, multiplicando el terror. Mostrando el puño y el músculo. Herencia, claro, desde el Felipismo, cuando el ejército fuera enviado a las calles y los malosos reaccionaran con más furia. La pesadilla perpetua.
Un recuento, por ejemplo, de un día sórdido. El 22 del mes que corre.
En Tuxpan, un comando armado entró a un hotel y levantó a tres personas. Según se afirma, se llevaron al dueño del hotel, una empleada y a una huésped. Dos mujeres y hombre. Así, el terror se multiplica.
En Córdoba, los malosos intentaron asaltar a una constructora. Por fortuna, fueron repelidos por la policía del IPAX del maestro policiaco, Mario Marín, homónimo del famoso góber precioso de Puebla.
En “Los Lagos” de Xalapa, lugar céntrico, precioso, bello, simbólico, flotó un cadáver. Carcomido parte del rostro. Semidesnudo. Solo con un calcetín en el pie derecho. Tatuado.
La delincuencia organizada asestando otro manotazo. Antes, desde mucho antes, los ríos de Veracruz convertidos en cementerios particulares de los barones de la droga. Sobre todo, los ríos Blanco y Papaloapan. En menos índice, el río Coatzacoalcos.
Y ni se diga, los pozos artesianos de agua dados de baja como otra fosa clandestina.
Ahora, caray, en “Los Lagos”, la zona universitaria por excelencia en la capital.
En Tonayán fue localizado un taxi incinerado. Y a la altura del poblado Zacatal, el taxista, desaparecido.
En Alvarado, en el poblado Antón Lizardo, sede de la Escuela Naval, el hermano del síndico, asesinado a balazos. Arturo. Tenía 66 años. Era empresario transportista. El rafagueo ahí mismo donde antes, en el duartazgo, balearon a “El pollo” Bouzán, otro concesionario del transporte público de pasajeros.
La barbarie, pues.
Más desaparecidos, más secuestrados, más asesinados, para aterrorizar a la población.
VERACRUZ, PARAÍSO NARCO
Están aquí la Gendarmería, y la Policía Militar, y los marinos y los soldados.
Operan la Fuerza Civil y las policías estatales y municipales.
Están creando una nueva policía que ya va en algunos municipios.
Pero el país completo, envuelto en el tsunami de la violencia. Bastaría referir que en Veracruz varios carteles disputan la jugosa plaza que es, entre otras linduras, el tránsito de sur a norte, con tres puertos marítimos para desembarcar droga proveniente del extranjero, más ene número de pistas clandestinas, más la producción y el consumo de estupefacientes.
Más el negocio de los secuestros y secuestros exprés.
Más el negocio de los migrantes.
Más el negocio de la trata de blancas.
Más el negocio de la cuota de piso.
Más la filtración histórica de los cuerpos policiacos y de algunas elites políticas, pues solo así puede entenderse la desaparición forzada (con la alianza de narcos y policías) dada en el duartazgo.
Y, bueno, si Veracruz nunca es ni ha sido una ínsula aislada del contexto nacional, y es un paraíso natural, entonces, la codicia de los malandros se multiplica para quedarse cada uno como jefe máximo, y en todo caso, para repartirse el gran pastel.
El mal entró al territorio por el lado norte. Pueblo Viejo y Pánuco. Y con tanta intensidad que en el pasillo político y policiaco Pánuco se conoce ahora como “Pánico”.
Y desde allí, procedente de Tamaulipas con dos ex gobernadores (Tomás Yarrington, preso en Italia, en lista de extradición, y Eugenio Flores Hernández, prófugo de la justicia) metidos en el narco, el cáncer fue extendiéndose.
Y un día, al despertar, el dinosaurio ya estaba aquí. Y sigue. El paraíso jarocho… para ellos solitos.
DÍAS SÓRDIDOS Y SOMBRÍOS
La seguridad en la vida y en los bienes es el legítimo reclamo social número uno. Y en todo el país.
Cada ocho días hay juntas cumbres del gobierno de Veracruz para revisar estrategias y resultados.
Y aun cuando a cada rato son capturados sicarios y sus bandas y hasta sus líderes, quizá el desempleo, el subempleo y los salarios de hambre, acaso la vida fácil y el ingreso generoso, quizá la bilirrubina de vivir cada día en el vértigo, el caso es que los malosos parecen multiplicarse.
Ha de referirse, por ejemplo, que Joaquín “El chapo” Guzmán Loera, como ahora a Ismael “El Mayo” Zambada García tenía, y tiene, una escolta de cuatrocientos pistoleros, equipados hasta con armamento sofisticado que derriba aviones y helicópteros en pleno vuelo.
Días sórdidos y sombríos en Veracruz, igual, igualito, que en otras entidades federativas.
En el Felipismo, por ejemplo, los militares se concentraron en Chihuahua (Ciudad Juárez, el infierno mismo), y entonces, los carteles caminaron a otras latitudes geográficas. De pronto, llegaron a Tamaulipas, a un pasito de Veracruz. Y entraron al espacio jarocho.
El desafío, entonces, gigantesco. Y más, porque todo indica que en sexenios anteriores hubo demasiada y excesiva tolerancia hacia ellos y que bien puede explicarse (sin justificarse, claro) por una presunta alianza con la elite gobernante en turno, como sucediera en Quintana Roo con Mario Villanueva y en Michoacán con Fausto Trejo y su secretario General de Gobierno y su hijo, y en Tamaulipas, con Yarrington y Eugenio Flores.
Por eso, nada mejor que cada familia se cuide. Y evite exponerse (en todo y con todo) hasta donde sea posible, pues el infierno está ardiendo más que nunca.
