Luis Velázquez
Veracruz.- La vida cotidiana en Veracruz se ha vuelto apocalíptica. Todos los días, un asesinato, un secuestro, un desaparecido, un feminicidio. Los peores males de la caja de Pandora. Cierto, Agustín Acosta Lagunes decía que “la violencia, ni modo, es inevitable”. Pero, caray, está canijo acostumbrarse a que en cada nuevo amanecer “la muerte siga teniendo permiso”.
Por ejemplo, el domingo 23 de diciembre, una mujer más asesinada. A puñaladas. Poco a poco. Con saña y crueldad. Atroz. Alevosía, ventaja y premeditación.
Un parroquiano llegó al bar “El rinconcito” en el poblado “El faisán” del municipio de San Rafael.
Y de pronto, ¡zas!, sacó su cuchillo y apuñaló a la propietaria del bar, la señora Leonor Nieto, de 43 años de edad.
Los otros parroquianos se le fueron encima, demasiado tarde. Lo detuvieron. Y llamaron a la policía.
Su destino se verá si, digamos, queda preso o es absuelto como suele darse aquí, en Veracruz y en el resto del país.
Se trata de un feminicidio más. Imparables que se han vuelto en la Cuitlamanía, como en los mejores tiempos, digamos, de la yunicidad y el duartazgo.
Ese día, y más adelantito, en Martínez de la Torre, tres colaboradores del presidente municipal, el panista José de la Torre Sánchez, fueron masacrados.
Un grupo de pistoleros los agredió. Se les fue encima.
Las víctimas son dos hombres y una mujer, y con lo que, entonces, sumaron dos mujeres las asesinadas en las últimas horas en el paraíso terrenal que fue hace muchos, muchísimos años, la tierra jarocha, “noche tibia y callada” le llamaba Agustín Lara, mi cielo terrenal exclamaba el cantor jalisciense, Pepe Guízar.
Ni hablar, con todo y defensas apasionadas de uno que otro diputado de MORENA, José Manuel Pozos Castro y Adriana Linares Capitanachi, resulta una locura ocultar la realidad y fingir demencia sobre los hechos cotidianos.
ASESINOS “VOLARON AL CIELO”
En Martínez de la Torre, una de las víctimas es Rodolfo Pérez García, ex comandante de la Policía Preventiva Municipal y quien estaba a cargo de la seguridad en las empresas del presidente municipal según describe el reportero Ignacio Carvajal García.
Por eso, acaso, molesto, indignado, encorajinado, encabritado, el alcalde se apersonó de la escena del crimen para encabezar el operativo de búsqueda de los agresores y luego luego, por ejemplo, ordenó cerrar los acceso a la ciudad.
Digamos, con la misma prontitud con que la yunicidad actuara cuando en Ciudad Mendoza fue asesinada la hija de la diputada federal de MORENA, estudiante en la Facultad de Medicina de la Universidad Veracruzana.
La misma indiferencia, claro, y en contraparte, de cuando fue secuestrada la hija de una empresaria de materiales de la construcción en Naranjos, donde fue plagiada, y tirado su cadáver en Tancoco.
El mismo desdén de cuando en Santa Ana Atzacan fue asesinada una familia de campesinos, y en donde una niña de doce años fue ejecutada… que porque la familia era huachicolera, caray.
El alcalde de Martínez de la Torre, sin embargo, falló en su operativo.
Los asesinos, igual que con Remedios la bella en la novelística de Gabriel García Márquez, “volaron al cielo”, más que envueltos en una sábana blanca como cuenta el Gabito, en medio de la impunidad.
La misma impunidad, por ejemplo, con que el presidente municipal de Yanga, Apolinar Crivelli Díaz, asegura que su pueblo se ha convertido en un tiradero de cadáveres del crimen organizado, y a quien acaban de asesinar a su escolta, ex comandante policiaco graduado con honores.
La misma impunidad con que el día dos de diciembre, el segundo de la Cuitlamanía, fue secuestrado delante de su familia el transportista José Arturo Loya Castañón, en Coatzacoalcos, y al momento, ninguna pista.
Pero…claman y reclaman los diputados Adriana Linares y José Manuel Pozos (su hijito, subsecretario de Finanzas y Planeación, un chamaco), tiempo al tiempo para el gobernador, porque apenas, apenitas, apenititas, dice, está llegando y estar publicando noticias sangrientas es una forma de presión social.
ESPERAN QUE CORRA MÁS SANGRE…
Sabrá el chamán indígena de Papantla cuándo reaccionará la Cuitlamanía al tsunami de violencia instaurado en Veracruz desde el primero de diciembre del año que terminará en unas horas.
Quizá esperen que corra más sangre de norte a sur y de este a oeste.
Y más porque resulta inoperable, por ejemplo, seguir culpando a Miguel Ángel Yunes Linares o Javier Duarte de la ola de violencia, pues, además, significa un estribillo ramplón y barato, manoseado, en desuso, inefectivo, “curándose en salud” como parte de un berrinche y que en el fondo revela el principio de Peter.
Basta referir que desde la campaña electoral sabían el infierno esperado.
Es más, del primero de julo, triunfo en las urnas, al primero de diciembre, toma de posesión, distaron cinco meses para armar una estrategia.
Y más cuando gritonean que Papá AMLO salvará a Veracruz, porque es hijo de un padre nacido en la Cuenca del Papaloapan y porque su señora madre murió en un hospital de Isla y porque algunos de sus hermanos vivieron o viven en Veracruz.
Allá otros gobernadores con los demonios sueltos en sus entidades federativas.
Aquí, en la tierra jarocha, de cara al Golfo de México, el año está terminando igual o peor (peor por tanta reincidencia) que hace ocho años, en medio de tiros, balazos, fuegos cruzados, crímenes, feminicidios, secuestros de mujeres y fosas clandestinas.
Y un tiradero de cadáveres por todos lados.
El Príncipe, en su reino del sabadaba fifí y salsero.