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Expediente 2018: Dante Delgado, el temerario

El Piñero

Luis Velázquez

Veracruz.- Dante Delgado es concreto. Específico. Sin rodeos.  “Al pan pan y al vino vino”. Lo dijo así, por ejemplo, a la “Revista R” de Reforma: “Cuando rompes con el presidente… estás rompiendo con el régimen”.

Dante rompió con Ernesto Zedillo Ponce de León, el presidente del “cash” a un pordiosero. “No tengo cash”, le dijo.

Rompió como Procurador Agrario cuando el subcomandante Marcos y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y los indígenas de Chiapas.

Y le dijo que el gabinete le había fallado, y por añadidura, también debía renunciar.

La respuesta de Zedillo fue un manotazo. Sin rodeos, la cárcel. Y el gobernador Patricio Chirinos Calero cumplió, feliz, la orden. Quince meses preso y luego salió absuelto. Con todo y que los delitos (enriquecimiento ilícito, abuso de autoridad y peculado) estaban prescritos.

Pocos, excepcionales, ex gobernadores han roto con el presidente de la república en turno.

Rompió, claro, Felipe Calderón Hinojosa con Vicente Fox cuando la candidatura presidencial, y que ganara.

Pero hasta el día de hoy, ningún presidente de la república ha encarcelado al antecesor. Es la práctica del viejo sistema político.

Miguel Ángel Yunes Linares, gobernador en funciones, lleva tres antecesores presos. El primero, Dante Delgado. El segundo, Javier Duarte. El tercero, Flavino Ríos Alvarado. Y va por el quinto, con Fidel Herrera Beltrán.

Claro, nunca Yunes ha roto, como Dante, con un presidente de la república. Al contrario, a Enrique Peña Nieto se “le tiró al piso” en el discurso de Perote. Nadie que agravie al presidente, le dijo, ganará la elección. Claro mensaje a AMLO, quien de ganar Los Pinos y de ganar el palacio de Xalapa, iría en contra de Yunes Linares con todo y en todo. También iría por Peña Nieto, con todo y su república amorosa y su Constitución Moral y su perdón a “la mafia en el poder” y su amnistía a los malandros.

 

NUNCA SANTA ANNA ENFRENTÓ A ITURBIDE

 

Antonio López de Santa Anna gobernó tres veces Veracruz. Y once veces fue presidente de la república.

Ansioso, ambicioso, quiso a los 27 años de edad pertenecer a la elite del presidente y emperador, Agustín de Iturbide.

Y el mejor caminó fue enamorar y seducir a la hermana de Iturbide, que entonces tenía 60 años.

Y la hermana, fascinada con la propuesta matrimonial, dijo a su hermano el Emperador que casaría con López de Santa Anna.

Y el Emperador enfureció. Y le puso un ultimátum a Santa Anna para exiliarse de la Ciudad de México y recluirse en su hacienda de “El Lencero”, en Xalapa.

Meses después, envió una cartita a Iturbide. Le informaba de su boda con una chica de 14 años de edad, originaria de Alvarado, hija de un comerciante español.

Iturbide perdonó a Santa Anna.

Nunca quiso enfrentar al presidente de la república, el Señor Emperador.

 

JAMÁS ACEPTÓ DOBLEGARSE

 

Santa Anna, por el contrario, sintió pasos en la azotea con Benito Juárez, el indito que descalzo, niño aún, le sirviera cafecito en una fiesta en una hacienda de Oaxaca, y que cuando creciera lo sintió un peligro para la presidencia de la república.

Y lo encarceló en las mazmorras del castillo de San Juan de Ulúa con Melchor Ocampo, y luego los exilió, el primero a Cuba y el segundo a Estados Unidos, y en donde después Juárez se reuniera con Ocampo, Juárez trabajando en una imprenta y Ocampo en un restaurante como mesero.

En la revolución, las elites políticas resolvían los conflictos partidistas por el poder público a través de balazos.

“¿Quién mató a Obregón?” preguntaban en son de broma en el café frente a un lechero y una canilla.

Y la respuesta era concreta y dura:

“Calles-e, señor”.

Dante Delgado pagó en la cárcel su, digamos, la osadía como significa en el viejo sistema político evidenciar la palabra del presidente de la república, el gobernador de una entidad federativa, el presidente municipal, pues la regla universal nunca escrita es la sumisión.

“Si entré en la cárcel fue porque no quise doblegarme” dijo Dante al reportero de Reforma, Miguel de la Vega, y quien, por cierto cuando pasara el año y 3 meses en el penal de Pacho Viejo también escribió un libro, igual, digamos, que como Francisco I. Madero su libro “La sucesión presidencial”.

Por eso ahora cuando con el panista Ricardo Anaya están con un pie en Los Pinos (sí, claro, “El peje” los deja entrar), Dante lo establece con claridad:

“Vamos a llegar con ánimo de restablecer el Estado de derecho y de aplicar la justicia, porque no puede haber ni abuso de poder ni impunidad”.

 

“HE LUCHADO POR LO QUE CREO”

 

En la historia local ningún gobernador ni ex ha roto con un presidente. Si partimos, por ejemplo, de Miguel Alemán Valdés, 1936/1939, a la fecha, todos, digamos, fueron institucionales. Prefirieron “aguantar vara” antes que un enfrentamiento, un choque verbal, una ruptura.

Sólo Dante.

Y luego de que Ernesto Zedillo, su verdugo, terminara exiliado, y su otro verdugo, Patricio Chirinos Calero, se retirara a la vida privada argumentando que “el respeto al sexenio ajeno es la paz”, Dante está vigente. Jugando en las grandes ligas.

En la oposición, claro, en un país plural, donde su ex partido, el PRI, vive el peor de los tiempos. El más canijo. El más huracanado.

Ha, entonces, de reinventarse el priismo y cambiar de reglas, entre otras cositas, pues ningún político, dice Dante, puede “llegar al poder con ánimo de venganza”.

Y si en su caso, cuando ejerciera a plenitud el cuatrienio luego de Fernando Gutiérrez Barrios secretario de Gobernación con Carlos Salinas, encarcelara al director de Tránsito, David Varona, se debió a los abusos y excesos cometidos en el ejercicio del poder.

“Yo no pienso en epitafios. Simplemente quiero que mis hijos recuerden que su padre luchó por lo que creyó” dijo Dante a Reforma.

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