Luis Velázquez/3
Veracruz.- Muchos padrinos tiene el fracaso de la política económica en un estado, digamos, como Veracruz. Entre otros, dice el dos veces doctor en Economía, Alfonso Velázquez Trejo, los siguientes:
Uno. La calidad de las elites empresariales. Con vigor, empuje y visión.
En Nuevo León, por ejemplo, los concamines y los coparmex y los concanacos, etcétera, tienen hasta universidades que ellos mismos financian, además, claro, de las instituciones educativas oficiales.
Y en donde, además, y a diferencia de Veracruz, están pendientes de la calidad educativa.
Otro ejemplo: los egresados del bachillerato son bilingües. Egresados, además, llenos de competencias. Pero más aún, con una visión empresarial sobre la realidad económica y social, a partir, entre otras cositas, de la meritocracia. Escalar en el mundo privado y público a partir de los méritos.
Dos. En Nuevo León hay una política estatal que facilita el desarrollo empresarial.
En Veracruz, sin embargo, una infraestructura pública hecha trizas.
Y la inseguridad haciendo agua.
Y tal cual, la inversión privada se ahuyenta, solita, con todo y, digamos, los incentivos estatales que puedan ofrecerse, entre ellos, la condonación de impuestos.
Y más cuando los gobernadores compiten entre sí ofreciendo condonar gravámenes para atraer a la inversión privada, lo que al mismo tiempo resulta insuficiente porque, como “La bamba”, “se necesita un poquito de gracia y otras cositas”.
UN VERACRUZ LIMITADO
Tres. En Nuevo León hay visión gubernamental para alentar la inversión privada.
Por ejemplo, en las avenidas costeras suelen alentar la construcción de desarrollos turísticos, a diferencia de en Veracruz, donde la perspectiva de futuro apenas y alcanza para autorizar franquicias de tiendas norteamericanas, Oxxos, por ejemplo.
Cuatro. En Nuevo León, atraen la inversión privada a partir de la gente capaz. Egresados de las universidades privadas y públicas con el más alto nivel. Incluso, profesionales disputados por empresarios de Estados Unidos.
Cinco. Las empresas más grandes son multiculturales. Y aquí, en el territorio jarocho, una que otra, pocas, limitadas, escasas. Y una golondrina, dice Alfonso Velázquez, pocas veces anuncia el verano.
Seis. Una clase política irresponsable, indolente, cuya mirada económica apenas y sobresale unos centímetros de su nariz.
Caso nefasto, Javier Duarte. El gobernador que de todo se pitorreaba. Grosero. Además, la fama pública de las empresas fantasmas. Los moches que solían pedir. El diezmo y el doble diezmo a los constructores.
Y, por consiguiente, una fama pública en el país que desplomó la inversión privada durante los 6 años.
MUERTAS VIVIENTES O VIVIENTES MUERTAS
Siete. La mala, pésima, calidad de la poca y escasa obra pública. Carreteras, por ejemplo, que sólo duran un semestre, dado el nefasto material de construcción utilizado.
Ocho. El pulpo siniestro y sórdido de la inseguridad. Desde la fama irrebatible de que todos los carteles pasan por su cuota mensual por el comercio, el negocio y la empresa más modesta hasta el caso último de los 4 capos del penal de La Toma, de Amatlán de los Reyes, que desde el reclusorio movían su aparato delincuencial.
Nueve. Paradoja de la política económica en Veracruz: mientras una de cada tres personas subsiste de la informalidad en la vía pública, la SEDECO ningún programa de capacitación tiene y sostiene en la población económicamente activa.
Apuestan al “ahí se va”. De cualquier forma, el jefe de familia ha de procurar el itacate y la torta en casa. Y le busca y rasca por donde puede.
Así sea, incluso, la fama pública de que se vuelven empleados de los malandros.
Diez. El gran fracaso de la política económica nacional al privatizar empresas públicas y que en muchas entidades federativas se volvieron empresas zombies, es decir, muertas vivientes, o vivientes muertas.
El resultado, empresas desmanteladas.
PARAÍSO FISCAL
Once. Hay una secretaría de Desarrollo Económico, en la penuria total. El titular, el panista Alejandro Zairick, un funcionario de bulto. Una SEDECO, sin viáticos para moverse, viviendo sólo para la tenebra política, soñando con el cargo público siguiente.
Doce. Una secretaría de Finanzas y Planeación que en ningún momento se atreve a incrementar impuestos. Y más, en el tiempo electoral que se ha vivido desde el año anterior, por temor a una derrota en las urnas.
Un ejemplo, dice el maestro de la Universidad Veracruzana:
Nadie controla los precios en los moteles. Nadie lleva la estadística de la demanda del servicio. Nadie contabiliza el número de clientes de día y de noche para definir un impuesto justo. Nadie tampoco lleva el control en la venta de bebidas embriagantes.
Además, a cada rato suben el alquiler de cuatro horas, sin ton ni son.
Construir moteles en Veracruz equivale a un paraíso fiscal.
Y, por tanto, significa una fuga económica incalculable para las finanzas públicas.
Además, claro, de los grandes privilegios fiscales federales a los grandes contribuyentes, entre ellos, y en el caso de Veracruz, a los ingenios azucareros, los beneficios cafetaleros, las fábricas de cítricos y las constructoras.
VERACRUZ, FUERA DEL PARAÍSO
Los políticos festinan que Veracruz es pródigo en recursos naturales, pero ninguno acepta la realidad social de que está habitado por gente pobre y jodida.
La consulta Lamudis lo precisa así:
Sólo cinco estados del país tienen altas expectativas de inversión en el sector industrial, como son Baja California, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas y Guanajuato.
La mayoría de recursos naturales se ubican en trece ciudades, ninguna de Veracruz, teniendo en los primeros cinco lugares a Juárez, Monterrey, Tijuana, Ciudad de México y Reynosa.
La Comisión Nacional Bancaria y de Valores (Encuesta Nacional de Inclusión Financiera) traslapa la avasallante política económica a los salarios:
De 51.7 millones de personas con trabajo actual sólo el 20 por ciento gana entre 5 a 8 mil pesos mensuales.
Y sólo el 1.7 por ciento percibe más de veinte mil pesos.
El resto, en ambos casos, salarios menores a los 5 mil pesos mensuales.