Luis Velázquez
Veracruz.- Me apodan ‘El cui’. Confieso: la vanidad no me llega…por más y más que mis fans y barbies y kens me llamen el Príncipe Heredero del tabasqueño.
Tampoco “el narcisismo me toca” ni transfigura, aun cuando, confieso de nuevo, soy ególatra. Y más, porque desde niño así fui educado. Figúrese el lector, me decían ‘El principito’. Y sin albures, eh.
Y es que mi egolatría estuvo bien arraigada.
De niño, por ejemplo, me enseñaron a que todos los niños giraban a mí alrededor. Y ellos estaban obligados a rendirme pleitesía.
Yo, por ejemplo, pagaba todo. Desde la torta en el recreo hasta el cine cuando éramos adolescentes y jóvenes.
Era, pues, el centro de todo y de todos.
Y por añadidura, la egolatría fue creciendo en tierra fértil.
Y sin embargo, “la autocomplacencia no ha nacido en mí”. Soy, claro, orgulloso, y como creo que siempre “merezco abundancia”, entonces, el halago y el incienso me resultan normales, con todo y andar trepado a las valencianas del jefe máximo.
Más aún: siento, creo, estoy convencido de que merezco una estatua que bien podría construirse con las llaves de todas las crujías de los políticos presos en el penal de Pacho Viejo y la llave maestra de la mazmorra en que vive Javier Duarte en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México.
Y más, porque pronto seré ungido, ni más ni menos, el nuevo mesías del Golfo de México.
¡Hosanna, hosanna! ¡La profecía se ha cumplido! ¡Paz y amor!
QUETZALCÓATL FUE MI ANTECESOR
Por todos lados veo y miro (y admiro, claro) los espectaculares con mi foto y los mítines abarrotados y los rostros de mujeres y hombres aclamando. Y lo agradezco. Pero ningún rubor siento ni me hacen sentir.
Los grupos y los partidos políticos y los líderes sindicales y los alcaldes desertando de sus partidos transfigurados en otro resulta lógico en tiempo electoral.
Pero, bueno, Leo Dan, ahora que anda de gira, debe escribirme una canción. Luis Miguel ha de dedicarme un show. Olivia Gorra debía grabarme un disco con la “Noche tibia y callada” de Agustín Lara. Espero una felicitación del Papa Francisco con el cardenal Sergio Obeso. Pronto, Paquita la del barrio estrenará popurrí con mis hazañas.
Seré el gobernador número 76 de Veracruz. Y si aquel sueña con parecerse al indito de Guelatao, al médium Panchito Madero y a Tata Lázaro, entonces, mi ideal será Antonio López de Santa Anna, tres veces mandatario jarocho y quien cuando se aburría de gobernar nombraba un interino y se iba de pueblo en pueblo jugando a los gallos acompañado siempre de una mulata diferente para bailar salsa que tanto me encanta.
El poder es así. Gozoso. Y ha de usufructuarse a mil por hora y con el tanque lleno de gasolina.
Total, ya lo dijo mi amigo Marcelo Montiel Montiel, “los pobres son pobres porque quieren”.
Y ante la nube de odaliscas y eunucos que me aplauden y beatifican y que hacen perder la cabeza al más sereno y prudente comprendo la naturaleza humana siempre necesitada de un ser superior.
Antes, hace 500 años se llamaba Quetzalcóatl y lo confundieron con Hernán Cortés. Ahora, el nombre es más pequeño y pegajoso. ‘El cui’.
EL MUNDO ES CHIQUITO PARA MÍ
Santa Anna fue un rapaz. Vendió parte del norte de la república a los gringos. Texas, California, Arizona, Nuevo México, etcétera.
Por eso, cuando sea el Príncipe Heredero (heredero tipo Kennedy, heredero tipo AMLO, según el caso), crearé más municipios para ver “si con el tiempo y un ganchito” le llegamos a Oaxaca con su 520 demarcaciones.
Por ejemplo, crearé Casas de la Cultura en Alemania, donde estudié. Y de paso, claro, en Nueva York, que tanto me fascina. Y en Madrid, siguiendo los pasos de Javier Duarte. Y en Barcelona, donde estuvo el negrito de cónsul. Y en Guatemala, que tanta voluntad tuvo para extraditarnos a ya saben quién.
Habrá consulados de Veracruz en varias ciudades de EU. Seguiremos los pasos a los paisanos migrantes. Y si Fidel creó ‘Los juarochos’ y Duarte caminó en Manhattan cargando el estandarte de la Virgencita de Guadalupe al lado de paisanos ilegales, entonces, crearé festivales Tajín, la Candelaria, el Mango Petacón de Medellín y los Voladores de Papantla en las ciudades del país gringo con mayor incidencia jarocha.
Los instituiré con decreto oficial aprobado por el Congreso para que ningún sucesor tumbe mi proyecto.
NACÍ PARA TRIUNFAR
Soy un genio. Mis padres me arrullaban con la canción de ‘El principito’. En cada cumpleaños, en vez de que mis pasteles fueran de Mickey Mouse, por ejemplo, los adornaban con “El principito” de Antoine de Saint-Exúpery.
Ene número de veces leí el libro. Y lo leí en español, inglés, francés y alemán, los cuatro idiomas que hablo.
Y si el lector deseara revisar mi currículo lo advertirá: nací para triunfar.
“En menos de lo que canta un gallo” he desempeñado los cargos públicos que por lo general a los priistas les ha llevado años, sexenios, y a veces, ni así alcanzan el sueño.
Vivir es un gozo. Y más, en mi caso, predestinado desde antes de nacer.
Me considero un súper hombre. Mejor dicho, súper héroe.
Y a la altura de Hipias (el contemporáneo de Sócrates que se jactaba de ser más popular que todos, incluido Protágoras), tengo una misión apostólica como es salvar a mi pueblo, tan jodido que lo han dejado 75 gobernadores.
Y como lo decía Salvador Díaz Mirón, “tengan fe en mí, la adversidad podría quitarme el triunfo, pero nunca”, jamás, jamás, jamás, ni de chiste, “la gloria”.
Me apodan ‘El cui”… para servir a usted.