Luis Velázquez/Parte Una
Veracruz.- Capturado en Guatemala, confinado en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, satanizado hasta por Enrique Peña Nieto, su antiguo protector, y quien ordenara su expulsión del PRI, Javier Duarte todavía es polémica.
La Procuraduría General de la República, PGR, por ejemplo, ha revuelto su expediente considerando que “una de los cuatro ministerios públicos que llevaron su caso” habría pactado para que sólo fuera condenado a 9 años de cárcel, el decomiso de 41 inmuebles por asociación delictuosa y lavado de dinero y el pago de una multa ridícula de 58 mil pesos.
Pero más aún:
Un ex diputado local, Francisco Garrido, fundador de dos partidos políticos, listo para fundar el tercero, Podemos Veracruz, lo dice con la mirada fija, sin titubeos, seguro, dueño de su conciencia:
“Javier Duarte es una buena persona”.
–¿Buena persona?
–Buena persona.
–Entonces, ¿por qué cayó en la fama pública que tiene?
–Hay dos Javier Duarte. Uno, de los años 2011 a 2014, 15, quizá, pendiente de Veracruz. Y otro, que de pronto, “todo soltó” y dejó que los suyos hicieran y deshicieran.
Francisco Garrido lo dice como presidente de la Comisión de Vigilancia del Congreso, testigo y actor de la rendición de cuentas, la Cuenta Pública de aquellos años, donde conoció el tejemaneje, el fondo de la olla como dice la viejita del pueblo, el centro del infierno.
En una nueva versión de los hechos controvertidos donde Duarte quedó como el político más corrupto, no de Veracruz, sino del país, insaciable con el billete según la fama pública, Duarte “dejó hacer y dejó pasar”, quizá, movido por el desencanto, la indolencia, la negligencia, el desdén, la pérdida del interés por la vida, la depresión incluso de la que tanto se hablaba.
Y más por lo siguiente:
Duarte, revela el ex diputado local, soñaba con la Senaduría. Se miraba Senador de la República luego de la gubernatura.
Pero como estaba rodeado de un montón de traidores, dice Francisco Garrido, entonces, de pronto, cambió de actitud ante la vida y ante el aparato gubernamental y ante su responsabilidad histórica y los demás abusaron, cometieron excesos, se corrompieron, arañaron el presupuesto.
Fue, todo indica, hacia el año 2016. Quizá parte del 2015, el Príncipe del Palacio, Javier Duarte, “encerrado en su laberinto”.
JAVIER DUARTE FUE TRAICIONADO
De 45 años, ingeniero, nacido en el puerto jarocho, de niño, Francisco Garrido nunca leyó las historietas naturales de la infancia como, digamos, Tobi y La Pequeña Lulú, El Llanero Solitario, Tarzán, Chanoc, Superman y Batman, Memín Pinguín, y en donde, por cierto, miles de niños aprendieron a leer.
Por el contrario, leía los periódicos que su abuelo le acercaba y escuchaba los noticieros igual que el abuelo.
La vida pública se le fue metiendo con honor y una vocación social, un oficio, sagrado, con todo el ritual y la liturgia.
Por eso, cuando la política lo encumbró como diputado y como uno de los quince diputados miembros de la Comisión de Vigilancia del Congreso, y todavía más, como presidente, quiso honrar al abuelo y actuar con verticalidad.
En aquella Comisión alternó, entre otros, con sus homólogos Julen Rementería del Puerto, Domingo Bahena, David Velasco Chedraui, Raúl Zarrabal Ferat y María del Carmen Pontón.
Y en los momentos más críticos de Javier Duarte, en el año 2014, Garrido le fajó al gobernador que solía jugar con sus seis perros como una terapia, además, para desestresarse y ahuyentar, en todo caso, la tendencia depresiva.
Y Duarte lo escuchó cuando le expusiera y apachurrara las Cuentas Públicas tanto federales como estatales y por todos lados brotaba pus.
“Duarte se aplicó. Nos reuniones para solventar los pendientes con la Auditoría Superior de la Federación y el Órgano de Fiscalización Superior.
El mismo los supervisaba. Estuvo pendiente. Le dio seguimiento, pues, para entonces, ninguna contención federal ni estatal existía en el manejo de su gobierno.
Desde alguna zona oscura del poder, su equipo, su gente, sus equipos lo estaban traicionando.
Pero Duarte se aplicó”.
LISTA DE TRAIDORES
Y de pronto, ¡zas!, camino al Gólgota, en medio del infierno financiero, económico y contable, Javier Duarte se transfiguró y perdió el interés, acaso, quizá, el interés por la vida, el estado catatónico en que suele caerse cuando la depresión (“Un viaje al infierno” le llamaba William Styron) chupa la vida como una bruja mala.
Entonces, y como presidente de la Comisión de Vigilancia del Congreso, el diputado Francisco Garrido cabildeó con sus homólogos y expidió un decreto donde el Contralor (entonces era el ex priista, ahora panista, Ricardo García Guzmán) quedó como el máximo responsable de la solventación de las dependencias observadas tanto por la Auditoría Superior de la Federación como con el ORFIS.
Y en respuesta, García Guzmán le declaró la guerra.
Pero para entonces, el daño ya estaba causado y era la hora de aplicarse.
Pero…
Pero “tanto en la Contraloría como en la secretaría de Finanzas y Planeación, los titulares dejaron solo a Duarte”.
Peor tantito, “nunca le dijeron la verdad”.
Y quienes lo dejaron solo y le mintieron, el ex diputado enumera a los siguientes:
En la Contraloría, Iván López Contreras, Mauricio Audirac Murillo y Ricardo García Guzmán, este último, el peor.
Y en SEFIPLAN, Mauricio Audirac Murillo y Antonio Gómez Pelegrín.
Ellos, dice Francisco Garrido, empinaron a Javier Duarte.
Y más, “cuando Duarte soltó todo a todos ellos, confiando en cada uno”.
El ex diputado precisa que nunca, jamás, jamás, jamás, entró al primer círculo de Javier Duarte. “No era mi amigo. No lo fuimos. Pero como presidente de la Comisión de Vigilancia tenía acceso a su persona. Y le mostraba documentos y pruebas del estado de cosas.
Incluso, en su momento le dije que la Auditoría Superior de la Federación preparaba denuncias penales.
Hubo, cierto, un desgaste con Duarte. Pero en aquel entonces todavía estaba pendiente de que las solventaciones se arreglaran y escuchaba y atendía las cosas para que fueran aprobadas. Y aun cuando tuvimos diferencias de opinión nunca rompimos”.
Francisco Garrido, sin embargo, terminó mal con algunos Secretarios y Contralores. El más furibundo, Ricardo García Guzmán. Pero se consuela cuando recuerda una de las últimas reuniones con Duarte:
“Me volví incómodo para parte del gabinete legal de Duarte”
Incluso, el presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso, Juan Nicolás Callejas Arroyo, le pidió en forma directa a Duarte que me quitara de presidente de la Comisión de Vigilancia.
Peor tantito, el ex diputado local, dueño de la AVE, el biólogo Alfredo Tress, quien se creía un Duartista, también pidió al gobernador que lo retirara de la Comisión de Vigilancia.
Para entonces, el cochinero estaba trascendido. Es más, en todos los dictámenes del Congreso brotaban los focos rojos de la Cuenta Pública. Y ningún secretario del gabinete ni tampoco los diputados priistas lo advirtieron o quisieron advertirlo.
Y vino el derrumbe, el peor derrumbe en la historia política local.
“Un día, Duarte me dijo:
–Me hiciste falta desde el principio del sexenio”.