Luis Velázquez
Veracruz.- El PRI hace agua. Naufraga. Nadie pensaría, como profetizó Porfirio Muñoz Ledo, que desaparecerá. Pero está en la peor crisis política de su vida. Su credibilidad, en los suelos. En el fondo del sótano.
Por eso, digamos, Gonzalo Morgado Huesca, quien fue su presidente a los 25, 26 años de edad, renunció el 20 de noviembre a sus 45 años de militancia. Casi medio siglo.
Se fue, escribió en su carta, en un momento de relax electoral.
En ningún momento desertó, por ejemplo, como Regina Vázquez Saut, Basilio Picazo, Ricardo García Guzmán, Ricardo Ahued Bardahuil y hasta Fernando Arteaga Aponte, en un oportunismo puro atrás de otros partidos que significaban encumbrarse.
Morgado se ha ido, por ejemplo, reproduciendo el modelo de su amigo Dante Delgado Rannauro, es decir, para formar otro partido político y que, bueno, según la ley electoral, primero ha de ser organización política, tipo Alianza Generacional de Héctor Yunes Landa y tipo Vía Veracruzana de Felipe Amadeo Flores Espinoza y Mario Tejeda Tejeda.
En la cancha política se afirma que el nuevo partido se llamará “Podemos”, como el español. Y como siempre, empezarán de cero en un país donde formar partidos políticos es un negocito.
Pero a diferencia de tantos más, Morgado nunca anduvo en sus 45 años de priista atrás del enriquecimiento lícito o ilícito.
Nunca lo movió el dinero. Jamás puso los bienes materiales en su tarea pública. Y eso que fue el dirigente priista más joven de su tiempo y bien pudo, en el sexenio de Rafael Hernández Ochoa, lucrar.
Y más, porque duró el sexenio completo en el cargo y lo más fácil del mundo, tarifar las candidaturas a presidentes municipales, síndicos y regidores.
Sus enemigos y adversarios, como todos los seres humanos tenemos en la vida, lo juzgarán. Pero nadie puede levantar el dedo índice para acusarlo de pillo, ladrón y corrupto como, por ejemplo, a Javier Duarte y aliados.
RESUMEN DE UN PRIISTA
En su hoja de servicios priistas deja la presidencia del CDE del PRI, la presidencia municipal de su pueblo, Martínez de la Torre, la diputación local y federal, la dirección del Instituto de Pensiones y la delegación federal del ISSSTE.
Una hoja de servicios de primera para un político, pues hay quienes, y por desgracia, pasan toda la vida en la talacha y nunca, jamás, alcanzan una oportunidad para encumbrarse.
Morgado se encumbró en repetidas ocasiones. Nunca pudo, como sus contemporáneos, Dante Delgado Rannauro, Fidel Herrera Beltrán y Miguel Ángel Yunes Linares lograr la gubernatura, pero de igual manera, sólo existió un Octavio Paz, un Carlos Fuentes y un Juan Rulfo.
Con todo, se va cuando, cierto, el PRI flota, pero al mismo tiempo, cuando también recibió, pero dio, y dio mucho, sobre todo, a su partido.
Ahora, habrá mirado que todas las puertas están cerradas. Y lo peor, además de tantas derrotas (desde las 172 presidencias municipales perdidas y la gubernatura otra vez), con nuevos mandos donde lo han excluido y dado un portazo.
Lo más importante, respetado y respetable es que en ningún momento parte, digamos, a MORENA, el partido de moda, sino a empujar la canoa desde cero, consciente y seguro de que cada día es un nuevo amanecer y en donde el día anterior deja de contar, porque la vida empieza en cada alborada.
Y más, porque a los 65, 66, años de edad, empezará como cuando recién egresado de la Facultad de Comercio de la Universidad Veracruzana, trepó al barco de don Rafael Hernández Ochoa, por fortuna, con vientos favorables, pero ahora, y en rara y extraña contradicción, con los vientos en contra.
El PRI, en caída libre. MORENA, en la cúspide. El PAN, suspirando por la nostalgia.
HA SOBREVIVIDO A OCHO GOBERNADORES
Pronto, en los días por venir quizá, más priistas anunciarán su renuncia y partida a la nueva aventura morgadista, pues como él mismo dice en su carta al presidente del CDE del PRI, Américo Zúñiga, con otros políticos “de varios partidos” formarán el nuevo partido.
Y desde luego, serán contemporáneos priistas de Morgado.
En su peregrinaje priista, Morgado perteneció a la tribu de Carlos Brito Gómez, quien como subsecretario General de Gobierno de Hernández Ochoa tuvo la oportunidad de alcanzar la candidatura a gobernador.
Pero ni hablar, Agustín Acosta Lagunes, subsecretario de Hacienda y Crédito Público de José López Portillo, se le atravesó y quedó en la antesala.
Y de entonces a la fecha, su viaje fue navegar en medio de otras corrientes rojas, pero lejos de la amistad entrañable con Brito.
Sobrevivió y vivió a varios sexenios. Mínimo, a ocho gobernadores y lo que expresa su capacidad y habilidad política para trascender, y, claro, la calidad de su trabajo.
Habrá quienes se congratularán, empezando priistas mismos, de su renuncia al tricolor y hasta lo llamarán “cartucho quemado”.
Pero pocos como él tienen la firmeza y la entereza para decir adiós, cansado quizá, harto, de las puertas cerradas durante tanto tiempo y que mucho, además, aguantó vara.
Su ex amigo Miguel Ángel Yunes Linares dice que piensa vivir ciento diez años. Y Morgado, hombre de campo, viejo roble macizo y fornido, también podría soñar, y de ser así, todavía hay por delante muchas batallas, quizá las más importantes de su vida, con tanta experiencia acumulada, vivida y hasta padecida.
