Luis Velázquez
09 de mayo de 2018
Por lo pronto, larga vida a las campañas electorales para gobernador, porque son una diarrea verbal fuera de control.
Muchas mentiras y “tomaduras de pelo” en tiempo récord.
El palabrerío. Los candidatos profetas. Los teóricos anunciando el nuevo mundo.
En el movimiento estudiantil del 68 en México, los alumnos de la UNAM mostraron en la marcha del silencio una cartulina que decía:
“Pueblos, si amas la verdad no esperes encontrarla en la prensa”.
Así, parafraseando aquella leyenda popular, se diría que si un ciudadano de Veracruz ama la democracia, y/o en todo caso, sueña y lucha cada día por la felicidad, entonces, la medicina efectiva es marcar una raya, lejos, lejísimos, de los candidatos.
Por ejemplo:
El jueves 3 de mayo, en Tuxpan, donde Miguel Ángel Yunes Márquez bailara chunchaca en el estrado, dibujó el paraíso terrenal que vendrá:
A: Un C5 (Centro de Control, Comando, Comunicación, Cómputo y Calidad (ajá)) en Tuxpan y que sumado a otro C5 en Coatzacoalcos y Boca del Río, garantizará (en futuro) el mundo feliz tan soñado.
Y B: De las mil cámaras de videovigilancia instaladas por su padre, el gobernador, bajo su conducción Veracruz tendrá, ni más ni menos, que diez mil videocámaras.
¡Hosanna, hosanna!
La seguridad de Veracruz (siete carteles de 4 en el duartazgo disputando la jugosa plaza local) amarrada cien por ciento como si, por ejemplo, el candidato del PAN, PRD y MC vendiera coches en el tianguis, de igual manera, digamos, como el panista Vicente Fox ofreció que hacia el final del sexenio los mexicanos tendrían a sus hijos estudiando en el extranjero, un changarro para enaltecer su vida cotidiana y un volcho en la puerta.
LA BATALLA PERDIDA
A primera vista se diría que con la fanfarria verbal del candidato azul al trono imperial y faraónico, los 8 millones de habitantes de Veracruz levantaron muchas, demasiadas expectativas para su seguridad, digamos, con el mismo entusiasmo que Ninel Conde (“El bombón asesino”) creó y recreó, con todo y que estaba ultra contra súper vestidita, en el desfile obrero en Xalapa.
Incluso, habría quienes en el carril azul festinarán un despertar popular.
El paroxismo democrático.
Y más, con la asesoría de Rodolfo Giulami, y quien por cierto ha sido incapaz de acallar el escándalo sexual de Donald Trump con una estrellita de cine pornográfico.
Pero, bueno, si el padre falló a su palabra de que en un semestre pacificaría Veracruz, en el tira y afloja los malos siguen imponiendo la agenda pública.
Mejores armas que las policías, mejor equipo tecnológico para rastrear pistas, halcones por todos lados, incluidos, se entiende, taxistas, más fosas clandestinas, más cobros de piso, más feminicidios y más cadáveres flotando en los ríos y desembocando en el Golfo de México.
Y más allá de la bravuconada y los resultados, ni con más C-5 ni con más videocámaras, la autopista de sur a norte del país, los tres puertos marítimos para importar y exportar droga, más las pistas clandestinas, más los cuerpos policiacos al servicio de los narcos, dejarán de significar la tierra fértil para los carteles y cartelitos.
Esta batalla yunista en contra de los malosos, igual que Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón Hinojosa, está perdida, y nada indica que con C-5 y camaritas, un nuevo día y una nueva noche aterrizará de norte a sur y de este a oeste del paraíso soñado por Agustín Lara, Pepe Guízar, Chavela Vargas y Paquita la del barrio.
CUENTA PROGRESIVA DEL RELOJ POLÍTICO
El candidato azul brama mucho con “tareas de inteligencia para combatir a la delincuencia organizada”.
Al momento, con su padre, el operativo “de inteligencia” de las fuerzas armadas federales y locales, y la asesoría del jefe policiaco estrella de Felipe Calderón, Genaro Luna, ni los israelitas, ni “Fantomas” al frente, han oxigenado y limpiado el tablero más explosivo del Golfo de México, como es Veracruz.
Simple y llanamente, decenas de muertos cada mes. Incluida, claro, población civil. Niños. Mujeres. Jóvenes. Ancianos.
Sin contar, por ejemplo, el número incalculable de desplazados de Veracruz a otras entidades federativas, y como en el caso del norte, migrando a Estados Unidos, que le queda más cerca y es más fácil internarse en el país vecino.
Si la prensa roja publica cada día un informe real y fidedigno del Veracruz sangriento, entonces, hay “una guerra inacabable con demasiado frentes abiertos” (El País), y en donde los nubarrones impiden, obstaculizan, frenan y descarrilan las horas luminosas.
El reloj político está en cuenta progresiva.
Las campañas siguen caminando en un túnel largo y extenuante donde ninguna lucecita se asoma con su claridad.
En la pasarela política, electoral y mediática, el candidato azul se desgañita hablando de enunciados que más bien parecen ocurrencias, y en todo caso, reproduciendo el discurso fallido del padre.
La pirruriscracia en su dimensión estelar. Y más, porque con tanto triunfalismo en el búnker y en el carril azul, el candidato se siente un iluminado y cree que “puede decir y hacer lo que quiera, cuando quiera, donde quiera y con quien quiera” (Jan Martínez Ahrens) como si ya tuviera en la mano “hacha, calabaza y miel”.
Incluso, y si así fuera, el ejercicio del poder (con todo y el poder concentrado en un solo hombre) siempre tiene límites. Por encima de la Constitución, nadie ni nada.
Lo único posible es que de ganar y dado su carácter y temperamento (genes son genes y vísceras vísceras) será un sexenio más vertiginoso que el de Javier Duarte.