Luis Velázquez
07 de abril de 2018
Se vive y padece la barbarie en Veracruz. La saña. El penúltimo caso, por ejemplo. En Coetzala. Y con un taxista más.
Uno: Fue detenido.
Dos: Secuestrado.
Tres. Maniatado.
Cuatro. Torturado.
Cinco. Ejecutado.
Seis. Degollado.
Siete. Encajuelado en su taxi, un Nissan, tipo Tsuru, placas 9932-XCZ, de Córdoba, número económico 2443.
Y ocho. Localizado el taxi en el camino que conduce al “Puente Viejo”, de Río Blanco, el cadáver fue hallado la madrugada del martes 3.
Mucha saña. Demasiada. Más allá de los límites.
Habría bastado, digamos, con un tiro, pues a Rosita Alvírez tres tiros le dieron, pero solo uno era mortal, dice la canción.
Se dirá que en la Revolución y en la guerra de la Independencia, los hombres eran colgados de un árbol a la orilla del camino como estrategia infalible para sembrar el terror y el horror.
También en el caso, ahora, en Veracruz.
Y más cuando si “todos los días hay ejecuciones” como dicen el arzobispo Hipólito Reyes Larios y el obispo Eduardo Patiño Leal, entonces, a cada rato el valle de la muerte y el río de sangre en que ha mudado la tierra jarocha continúan llenándose de cadáveres de taxistas.
Semanas anteriores, una parte del gremio taxista denunció el asesinato de sus colegas. La saña. La barbarie.
Pero siguen.
Y aun cuando los crímenes han sido satanizados desde el lado gubernamental asegurando que se debe a las malas amistades, podría, digamos, aceptarse la versión, pero al mismo tiempo, y en caso de darse, generalizar ofende y agravia.
DE LA BARBARIE A LA SICOSIS
Desde hace ratito, la barbarie domina Veracruz.
Barbarie, por ejemplo, con el asesinato de los 4 niños y sus padres en una colonia popular de Coatzacoalcos.
Barbarie con el niño asesinado con su maestra en Tantoyuca.
Barbarie con los dos niños asesinados en Córdoba, uno de ellos, en plaza comercial.
Barbarie con las edecanes de Amatlán y Córdoba, desaparecidas, y más, porque el asunto parece haberse olvidado.
Barbarie con el matrimonio de Paso del Macho, la señora de la Ciudad de México y el nutriólogo jarocho desaparecidos, además de que fueron satanizados, porque la autoridad dijo que el levantón fue luego de una fiesta swinger en un motel.
Barbarie, con las dos menores de edad, Nefertiti y Grecia, asesinadas que en un fuego cruzado en Río Blanco y porque ellas mismas, ajá, eran malandras.
Barbarie, claro, con los 6 policías y dos internos muertos en el motín del penal de “La Toma”, en Amatlán de los Reyes.
Etcétera, etcétera.
Lo peor:
De la barbarie hemos pasado a la sicosis.
Pocos, excepcionales, valientes, audaces y temerarios, que son, se atreven a salir de noche.
Sabrá el viejito de cada pueblo el número de personas y familias que de plano se han exiliado de Veracruz.
En varios pueblos de Veracruz hay un virtual Estado de Sitio, decretado por cada familia para evitar una sorpresa fatídica.
Se explica:
Siete carteles disputan la jugosa plaza Veracruz que incluye la autopista de sur a norte, tres puertos marítimos para el movimiento de droga, pistas clandestinas, y la relación peligrosa entre jefes policiacos, policías y malosos y que se tradujera en el duartazgo en la desaparición forzada.
Da miedo vivir en el paraíso terrenal que antes fue, “noche tibia y callada” de Agustín Lara.
NADIE ESTÁ A SALVO
Igual está el resto del país.
Una nación convulsionada desde el año 2012 cuando el panista Felipe Calderón Hinojosa envió a los soldados y marinos a las calles y el sexenio terminara con 150 mil muertos.
Y cuando el priista Enrique Peña Nieto reprodujo la misma estrategia y en el último año del sexenio lleva 110 mil muertos.
Y el país a doble fuego. Cercado por los carteles y cartelitos.
La vida, prendida con alfileres.
Y lo peor entre lo peor, la desaparición forzada.
Incluso, si en efecto la corrupción política resulta espantosa, pendiente fundamental en la vida pública, la incertidumbre y la zozobra en el diario vivir es el pendiente número uno, por encima de todos, hasta de la terrible y espantosa desigualdad social y económica, educativa y de salud.
Ni hablar, el 60, el 70 por ciento de la población es pobre y está jodida.
De los 8 millones 112 mil 505 habitantes de Veracruz, 6 millones y cacho están atrapados y sin salida en la pobreza y la miseria.
Y todavía de ñapa, la inseguridad.
Nadie está a salvo.
Nadie tiene la vida comprada.
Nadie puede decir que ya la libró.
Cada día es un nuevo amanecer y se empieza de cero, pues todos podemos sufrir un levantón, un secuestro, un asesinato.