Luis Velázquez
Veracruz.- Una vez más la pobreza y la miseria están en el palenque electoral. Y los gallos de cada partido se picotean.
La estrategia es tan vieja como la historia de la humanidad. Es decir, lucrar con los jodidos.
Hasta el mismo Jesús integró su equipo de apóstoles entre pescadores, “los pobres entre los pobres”.
“Los olvidados de Dios” les llamó Luis Buñuel en su filme estelar.
“Los condenados de la tierra” les llamó Franz Fanon, soñando con la utopía social.
“Los desheredados de la fortuna” les decía Albert Camus, él mismo, viviendo con la familia en un patio de vecindad, donde su gran riqueza eran el mar, la bahía, la playa, las gaviotas, la arena, el sol, la mañana, la tarde, la noche, compartiendo con los amigos, horas felices, imborrables.
Veracruz, un estado pródigo en recursos naturales, habitado por gente jodida.
Un millón de indígenas. Dos millones de campesinos. Tres millones de obreros.
800 mil personas de la tercera edad, la mayoría, sin seguridad social y que en la mayor parte reciben pensiones de dos y tres mil pesos mensuales.
Veracruz, convertido en un estado federativo migrante a los campos agrícolas del Valle de San Quintín, en realidad campos de concentración, y a Estados Unidos.
Veracruz, campeón nacional en la producción y exportación de trabajadoras sexuales que han de vender su cuerpo para llevar el itacate y la torta a casa.
Gente jodida toda la vida. Gente en la pobreza, la degradación social y económica, la violencia, la marginación total y absoluta.
Los pobres, fermentando su rencor social en contra de los pudientes.
Doscientas familias en Veracruz, dueñas del 60 por ciento de la riqueza.
Y en cada nuevo gobierno, tanto municipal como estatal, nuevos ricos, nuevas fortunas.
LOCOS, DUEÑOS DE VERACRUZ
Cada candidato “rasgándose las vestiduras”, inmolándose en la plaza pública… en nombre de los pobres.
Ofreciendo a cada familia, a cada ciudadano con credencial de elector, a cada posible votante, “las perlas de la virgen”.
Empleo seguro y confiable y mejor pagado. Mejor educación. Mejor calidad de salud. Más seguridad. Carreteras, escuelas, hospitales, clínicas. Justicia social.
La misma cantaleta en cada jornada electoral.
Y de ñapa, todos acusándose de pillos y ladrones. Incluso, y como en el caso jarocho, de locos. Locos, dice el gobernador Yunes, en la otra cancha. Locos, revira AMLO. Locos, insiste Américo Zúñiga.
Tal cual, entonces, los locos… buscando gobernar a sus pueblos, cuando, caray, con el loco Javier Duarte (loco, pero vivo) ya tuvimos bastante.
Y más, con su Karime, aquella que en nombre de Dios proclamaba que “merecía abundancia”.
Más que comedia, comedia de pitorreo y desparpajo, una tragedia. La tragedia social. Una vez más, los jodidos, los pobres, los miserables, como “carne de cañón”.
75 gobernadores han pasado por el palacio de gobierno de Xalapa. Y el CONEVAL ha dado resultado fatídico: 6 de cada 10 habitantes en la miseria.
Medio millón de personas haciendo sólo dos comidas al día de tan jodidos que viven y están.
Los municipios de Veracruz, Xalapa y Banderilla, en los tres primeros lugares de pobreza en la tierra jarocha.
Ninguna, absolutamente ninguna esperanza hay, fundada en argumentos irrefutables, de que los pobres alcanzarían la dignidad humana en los próximos seis años.
Bastaría una mirada a las ocho regiones indígenas de Veracruz (Huayacocotla, Chicontepec, Otontepec, Papantla, Zongolica, Valle de Santa Martha, Soteapan y Valle de Uxpanapa) para registrar “el infierno tan temido” que la mayoría de todos ellos, salvo los caciques, viven y padecen en cada nuevo amanecer.
LOS GALLOS SE PICOTEAN…
Se habla, por ejemplo, de un municipio exitoso donde todos, oh novena maravilla del mundo, son felices.
En los videos aparece el centro urbano. El Golfo de México, la playa, el bulevar, los hoteles, las residencias, los parques, la gente bonita, la gente VIP, una orquesta sinfónica, un foro.
Pero al mismo tiempo, ninguna imagen de las cien colonias populares donde la jodidez resalta como la flor más bella del ejido, y en donde, de ñapa, el tiradero de cadáveres.
La comedia de la pobreza, pues.
El ciudadano común y sencillo escucha a los candidatos. Sus discursos. Sus arengas. La enjundia con que “bajan el paraíso a la tierra”, la población electoral que sufragará en las urnas el primero de julio.
El dedo flamígero de unos acusando de pillos y ladrones a los otros.
El discurso incendiario, y como suscribieron los más de 2,400 muertos “en lo que va del gobierno” de Javier Corral en Chihuahua, sus frases incandescentes de Ernesto “El che” Guevara dando la bienvenida, ajá, al hombre nuevo en Veracruz.
Hace mucho, demasiado tiempo, los comediantes políticos fueron desenmascarados.
La estadística electoral lo deja claro: el abstencionismo casi llega al 50 por ciento.
La mitad de la población con credencial de elector se abstiene de sufragar en las urnas.
Le vale el candidato triunfador, así gane por unos cuantos votos.
Sabe, está consciente, seguro, el ciudadano de que en su vida cotidiana, la vida de todos los días, sólo saldrá adelante por su esfuerzo laboral y creatividad, poniendo la familia completa “las pilas al asador”.
Pueden los gallos de cada partido seguir picoteándose.
Y si nadie (y/o todo caso, unos cuantos, como las guardias comunitarias, por ejemplo) se rebela y subleva y se lanza a una resistencia pacífica ni menos, mucho menos, a un movimiento insurgente, es porque encima de las luchas sociales está el gran pendiente de llevar el itacate y la torta a casa.
Y más, cuando se tienen varios hijos y en edad escolar y hasta padres ancianos que necesitan de protección familiar y social.
Además, en la guerra de Independencia hubo 600 mil muertos y en la Revolución un millón, y muchos años después, el 60 por ciento de la población nacional está atrapada y sin salida en la pinche miseria y en la pobreza, con desgraciados salarios de hambre, y de ñapa, patrones enriquecidos, insolentes y groseros con la dignidad humana.