Luis Velázquez
27 de enero de 2018
Gonzalo Morgado Huesca ha sido resucitado. Y al mismo tiempo, tarea canija enfrente, como es resucitar al PRI, el partido que dirigiera cuando tenía 26 años de edad, al mismo tiempo que era diputado local.
Tiempo entonces del partido único, invisible, indestructible, pues nadie enfrente.
Tiempo adverso ahora con tantos partidos en la cancha, además, de tres derrotas consecutivas, una tras otra.
Y más, cuando en el otro lado de la cancha hay un gobernador, 26 años en el PRI, doce, trece, en el PAN, jugando la batalla política más importante de su vida y por la que su paso habría valido la pena, como significa heredar el poder político a otro hijo.
El primero, Fernando Yunes Márquez, despachando ya, ya, ya como presidente municipal de Veracruz donde ejercerá mil 400 millones de pesos de presupuesto este año.
Y el segundo, Miguel Ángel junior, candidato del PAN, PRD y Movimiento Ciudadana (¡vaya paradoja!) a la silla embrujada del palacio de Xalapa, aquella que según Eufemio Zapata, el hermano de Emiliano, a todos enloquece, dice el ranchero, “a unos más que a otros”, como por ejemplo, Javier Duarte, Karime Macías y tantos duartistas.
Por eso habría de preguntarse si Morgado es el político ad hoc para coordinador a los delegados del PRI en las elecciones de diputados locales y federales y senadores y gobernador donde su amigo, Pepe Yunes Zorrilla, va de candidato al trono imperial y faraónico.
CINCO JINETES DEL APOCALIPSIS
Toda su vida, Morgado ha sido priista, siempre, a la sombra de un partido puntero en el poder. Ahora, por el contrario, el tricolor es un partido de oposición, y como tal, igual como el niño tarda nueve meses en nacer y nueve meses en caminar y nueve meses en parecerse al lechero, las elites rojas apenas, apenitas, parecieran estar aprendiendo a ser opositoras y enemigas, dado que desde el PRI hay fuego amigo y fuego enemigo con el gobernador Yunes.
Desde luego, de la capacidad de respuesta de Morgado dependerá con mucho la posibilidad victoriosa en las urnas.
También, claro, de Américo Zúñiga Martínez, el presidente.
Y del resto de operadores y delegados del expartidazo.
Más, mucho más, de que el candidato a la gubernatura y los candidatos a los Congresos local y federal hagan clip y química con la población electoral, 5 de cada 10 militantes del partido abstencionista, incrédulos y agnósticos que se han vuelto y mucho se cree que habrán de continuar.
Y por eso mismo, y más allá de la amistad “a prueba de bomba” entre el candidato a la silla embrujada y los candidatos y la dirigencia tricolor y los delegados, mucho cuenta, claro, (“y cuenta mucho” como dice el señor de Los Pinos), la experiencia y el fogueo en el campo de batalla de cada uno de ellos, pero de igual manera, la autoridad política, la autoridad moral, la autoridad ética que inspiren y alimenten en la población.
Y es que como decía el poeta Jaime Torres Bodet, las mismas caras y las mismas cantaletas siembran el ejército invencible de “Las cinco D”, como son el desconcierto, la duda, el desencanto, la decepción y la derrota… en las urnas.
COMPAÑERO DE PUPITRE DE YUNES
Mal le fue a Gonzalo Morgado con Javier Duarte.
Fue su director en el Instituto de Pensiones y lo renunció.
Fue su delegado federal del ISSSTE y lo renunciaron.
Y a estas alturas se ignora si, incluso, estaría agradecido, pues de haber crecido quizá estaría en el penal de Pacho Viejo.
En política inició en el sexenio de 1974 a 1980 y fue compañero de pupitre en la escuela de Rafael Hernández Ochoa de Miguel Ángel Yunes Linares.
Entonces, y como siempre sucede en las arcas de Noé, Morgado se alió con Carlos Brito Gómez, el poderoso, poderosísimo subsecretario General de Gobierno, quien todavía a los 85 años de edad se desempeña como presidente de la Comisión de Procesos Internos del CDE del PRI, luego de la asesoría política a Javier Duarte.
En tanto, Yunes formó equipo con José Luis Lobato Campos, qepd, director del Instituto de Pensiones, y con Carlos Padilla Becerra, director del DIF, primero, y presidente municipal de Xalapa, después.
Morgado fue diputado local y federal y presidente del CDE del PRI, igual que Yunes.
Morgado siguió en el tricolor y Yunes agarró camino hacia el PAN.
Uno y otro, que tanto se conocen al derecho y al revés, cercanos que fueron, y hasta en la relación familiar, distantes que son ahora, enfrentan la pelea estelar de sus vidas.
Morgado, para resucitar al PRI, y Yunes, para heredar el cargo a su primogénito, luego de que en el puerto de Veracruz derrotara a las huestes priistas con la presidencia municipal.
UN POLÍTICO ANTE LA HISTORIA
Yunes tomó camino a la Ciudad de México y se fogueó en el altiplano, digamos, en las grandes ligas.
La vida, sin embargo, centró a Morgado en la aldea, en Veracruz.
Tal cual, las perspectivas siempre se achican y agotan pronto.
Pero uno y otro tendrán oportunidad para demostrar inteligencia, experiencia, fogueo, estrategia, talento, operación electoral, mañas y contramañas, argucias, guerra limpia y guerra sucia para ganar en las urnas.
Incluso, y más allá, porque la historia demuestra que unos comicios bien pueden ganarse en las urnas, pero al mismo tiempo, perderse en el tribunal electoral.
Yunes es el gobernador en turno, luchando desde la cima más alta de la política local por su objetivo y Morgado es un coordinador de delegados en donde, y como decía Juan Maldonado Pereda, tendrá espacio y tiempo suficiente para demostrar que nunca, jamás, “es el puesto el que hace al hombre, sino el hombre al puesto”.
Dante Delgado Rannauro, antiguo conocido de Yunes y Morgado cuando ambos lo descalabraron en su legítimo sueño de la alcaldía de Córdoba imponiendo a Juan Herrera Marín, lo decía de la siguiente forma:
“El político ha de tirar siempre a llegar a la luna, consciente y seguro de que nunca llegara, pero al mismo tiempo, llegará más lejos que todos”.
Albert Camus decía que en el último tramo de la vida, el hombre ha de rescatar la dignidad perdida.
Ya se verá la dimensión política de Gonzalo Morgado, el único, se afirma, que en el sexenio de Rafael Hernández Ochoa desafió a madrazo limpio a Yunes y Yunes se le rajó.