Luis Velázquez
02 de febrero de 2018
Los políticos están en el sótano de la corrupción. Según Latinobarómetro, en el mismo espacio que los policías y los reporteros.
Peor tantito: el país figura en los primeros lugares del mundo en corrupción.
Y en México, con antecedentes como Mario Villanueva y Roberto Borge, de Quintana Roo, y Eugenio Flores y Tomás Yarrington, de Tamaulipas, y Guillermo Padrés, de Sonora, y Andrés Grannier, de Tabasco, y la fama pública de los líderes obreros, Carlos Romero Deschamps y Víctor Flores Morales, Javier Duarte fue declarado el peor entre los peores.
La corrupción de Duarte, por ejemplo, originó que en menos de un año, su ex partido político (pues fue expulsado del PRI) perdiera la gubernatura, la mayoría en el Congreso local y la mayoría de presidencias municipales, unas ciento setenta en total, como nunca antes en la historia vigorosa del priismo.
El poder, ya se sabe, dueños del día y de la noche que llegan a soñarse los políticos encumbrados, todo lo descarrila, corrompe y pudre.
Incluso, ningún pecado mortal cometerían quienes en base a su experiencia, vivencias, relaciones, informaciones, pruebas, testimonios, han descubierto que ser político es sinónimo de corrupción, con todo y que pocos, excepcionales, se salvan de la vorágine.
Uno de ellos, sin embargo, honesto “a prueba de bomba”, es Pepe Yunes Zorrilla.
BIOGRAFÍA MORAL DE UN POLÍTICO
Presidente municipal de Perote, diputado local y federal, presidente del CDE del PRI, Senador de la república, iniciado, por cierto, en política, al lado de Miguel Ángel Yunes Linares como secretario General de Gobierno en el Chirinismo, de 47 años, más de veinte en la política, nunca, nadie, lo ha acusado de pillo o ladrón.
Nadie lo ha señalado de tráfico de influencias.
Nadie le ha ventilado en el carril político, social y mediático empresas fantasmas ni de “ordeñar la vaca” ni de jineteo bursátil.
Y más, porque ha desempeñado cargos públicos desde donde resulta fácil hacer negocios legales e ilegales.
Incluso, tan decente y pulcro es en la tarea pública que cuando fue, por ejemplo, Senador, y se la pasara cabildeando recursos federales extras para los presidentes municipales y productores organizados que tocaron a su puerta, siempre, de principio a fin, los fondos fueron entregados directos de la secretaría de Hacienda y Crédito Público a una cuenta bancaria de los beneficiados.
Es más, alguna ocasión cuando acercara a los alcaldes con las cámaras industriales de la construcción de Veracruz para ser considerados en las licitaciones públicas, algunos directivos le preguntaron sobre el diezmo, y tan respetuoso y decente se manifestó firme, inalterable, rechazando la oferta.
A tal grado es su integridad que los constructores se quejaron asombrados y perplejos de toparse con un político honrado, pues desde antes de que Dios creara al hombre, los políticos pedían el diezmo, como en el tiempo aquel cuando, dicen los mismos empresarios, entregaban el diezmo a los secretarios particulares del gobernador en turno, Érick Lagos Hernández y Jorge Carvallo Delfín.
EMBRIAGUEZ DEL PODER
Habrá sido Moctezuma II el precursor de la corrupción política cuando enviara moneditas de oro y veinte doncellas, todas vírgenes, escogiditas, al sifilítico Hernán Cortés y a sus generales desembarcados en las playas de Chalchihuecan.
El caso es que en el sentir ciudadano, y aun cuando se dan excepciones fuera de serie, la población electoral está segura, cierta, de que el ejercicio del poder, y más del poder total, enloquece a todos.
Javier Duarte, por ejemplo, decía que como político “se había vuelto sexy” y le faltaba espacio, tiempo, energía y vigor para atender la demanda femenina a quienes el ciudadano común bautizó como sus barbies.
A Mario Villanueva, negro y feo, como gobernador de Quintana Roo le fascinaba tomarse fotos con ladies alardeando de su calidad de playboy, como por ejemplo, es el caso del líder perpetuo del sindicato ferrocarrilero, Víctor Flores Morales, por cierto, recién plastificado que ni siquiera Elvis Presley en sus tiempos mejores.
Jorge Alejandro Carvallo Delfín, el diputado federal panista, por ejemplo, “en la plenitud del pinche poder” usufrutuaba tanto poderío económico que primero se operó la naricita y luego se sometió a una liposucción para quitarse panza de un jalón.
Y es que cuando todos los días y noches los políticos encumbrados tienen reinis, bufones, corifeos y subordinados que aclaman al jefe en turno la naturaleza humana descarrila por completo y hasta se sueña un dios celestial.
En la locura del poder, Calígula ordenaba que sus vasallos tapizaran el piso del palacio con monedas de oro y luego se quitaba los zapatos y caminaba sobre el dinerito para sentir el buen karma.
En la locura frenética, los duartistas del primer círculo del poder embriagados al máximo, rodeados de barbies, hacían girar con la mano un mundo y lo aceleraban y de pronto, zas, con el índice lo detenían y según fuera el lugar del mundo trepaban en el avión oficial para pasar el fin de semana.
DESAFIÓ YUNES A DUARTE DESDE ADENTRO
En su tiempo, el tiempo preciso y oportuno, Pepe Yunes se deslindó por completo tanto de Fidel Herrera Beltrán como de Javier Duarte.
Respetuoso, mantuvo la sana distancia, aun cuando convivió con ellos una parte del camino sexenal.
Pero cuando descubrió los trastupijes, entonces, se deslindó por completo, y en aquella Década Perdida, por un lado, migró de Veracruz a la Ciudad de México para trabajar al lado de Beatriz Paredes Rangel como presidenta del CEN del PRI, y por el otro, desde el Senado fue crítico de Duarte y hasta lo desafió cuando el político preso en el Reclusorio Norte también quiso manejar los recursos federales extras que Pepe Yunes cabildeada para los alcaldes y productores.
En medio del estercolero, Yunes Zorrilla es un político honesto, fuera de serie.