Luis Velázquez
Veracruz.- La desigualdad económica y social es canija en Veracruz.
Una entidad geográfica, la cuarta más importante del país en capacidad electoral, pródiga en recursos naturales, habitada por jodidos.
Doscientas familias poseen el sesenta por ciento de la riqueza estatal.
Cada seis años, en el caso de la gubernatura, y cada cuatro años en el caso de los presidentes municipales, aparecen nuevos ricos y nuevas fortunas familiares.
En 1803, Alejandro de Humboldt entró a México a través de Veracruz y quedó asombrado, deslumbrado, aterrorizado, con la espantosa miseria y pobreza, y por añadidura, con la terrorífica desigualdad social.
Léase, por ejemplo, el siguiente contraste en Veracruz hoy:
Unos días antes de dejar la presidencia municipal de Poza Rica, el líder petrolero de la sección 30, Sergio Lorenzo Quiroz Cruz, se autopagó medio millón de pesos como aguinaldo.
En tanto, la síndica única, Inés Adriana Gómez García, recibió un bono de salida de casi medio millón de pesos y los regidores entre 200 a 400 mil pesos de bono de partida en el llamado “año de Hidalgo” (La Jornada, Eirinet Gómez).
Y la LXIV Legislatura de He Man Sergio Hernández, el gran coordinador de la bancada panista, en las nubes.
También en las nubes, la Comisión de Vigilancia del Congreso.
Y ni se diga el panista titular del ORFIS, Antonio Lorenzo Portilla Vázquez.
DOS DÍAS CAMINANDO A UNA CLÍNICA
En contraparte, en Texcatepec, uno de los municipios norteños de Veracruz, la población está sufriendo porque llegar a la clínica de salud han de caminar, ni más ni menos, dos días.
Y dos días ahora cuando la yunicidad alardea en campaña propagandística sin antecedente, páginas y páginas mediáticas completas, sobre fabuloso plan carretero.
Plan, claro, que no llega a Texcatepec, en el corazón de la montaña de Chicontepec.
Y lo peor, el transporte públicos de pasajeros, ordenado y reordenado por el secretario de Seguridad Pública, Jaime Téllez Marié, de quien depende la dirección, se niega a dar el servicio a la población enferma.
De Tecatepec a Chicontepec hay 138 kilómetros, los que cada vez que hay un enfermo, las familias caminan.
“La gente se muere en el camino. Las mujeres dan a luz en el camino”.
Y de ñapa, los médicos del Sector Salud del doctor Irán Suárez Villa prohibieron, desde el escritorio y la oficina, a las mujeres indígenas utilizar el servicio de las parteras, que porque sus vidas peligran, ajá.
ENCARCELADOS SIETE NIÑOS
Otra cara de la desigualdad social:
En Poza Rica, siete niños fueron encarcelados acusados de saquear una escuela primaria.
La policía los sorprendió con los objetos robados. (Vanguardia, rojo acontecer, 19, 1, 2018)
Les apodan “La banda de las escuelas”. La última atracada, “Francisco González Bocanegra, en la colonia popular, División de Oriente.
Niños y adolescentes los detenidos.
Ya tenemos otras bandas peligrosas. “La banda de los Frutsis”. “La banda de las láminas” que integrada, dijo la yunicidad, por burócratas y ex duartistas. Ahora, “La banda de las escuelas”. ¡Vamos bien!
Tan bien que en Xalapa, los vecinos del fraccionamiento “El Tejar” bloquearon las calles y avenidas, a la altura de la colonia “Rafael Murillo Vidal”.
Solo clamaron seguridad. Seguridad ante el tsunami de violencia. Seguridad ante el tiradero de cadáveres, nueve descuartizados la semana anterior. Seguridad en el día y la noche. Seguridad en el diario vivir.
La inseguridad que según el gobernador “se maximiza”, el nuevo concepto político para definir lo que Javier Duarte resumía en cuatro palabras bíblicas: “Aquí, no pasa nada” y que, claro, pasaba, como pasa hoy.
UN HACHAZO TRAS OTRO
Desigualdad social: los políticos con sus escoltas, aunque se los maten… que para eso les pagan, pues, además, en el panteón son despedidos como héroes (Josué Reséndiz Vázquez) para consuelo familiar, ajá.
Y la población, a la deriva.
En Jesús Carranza, por ejemplo, una anciana, María del Rosario Zavala Torres, fue asesinada.
Su cuerpo, en su vivienda en la colonia Ferrocarrilera. Atada de pies y manos y golpes contusos y lo que a su edad, 83 años de edad (a los 70 años la gente es improductiva según el diputado He Man Sergio Hernández) expresa la barbarie y la crueldad.
Luego de ocho décadas, la anciana asesinada tenía una tiendita, digamos, para vivir, y unos animalitos en el corral en un municipio cien por ciento ganadero, como por ejemplo, doña Rosario Ascencio, la indígena de 80 años de edad, asesinada en el Fidelato, en la sierra de Zongolica, cuando cuidaba las borreguitas.
Canijo, sin embargo, traumante, electroshow humano, el asesinato a hachazos, a vil hachazos, de un velador en Ángel R. Cabada el jueves 18 de enero, Manuel Lucho Rizo, 47 años, domiciliado en la colonia Emiliano Zapata de San Andrés Tuxtla.
Sí. Un hachazo tras otro, digamos, como el ex síndico de Ixtaczoquitlán asesinado de veinte puñaladas y que solo en el relato bíblico y en las novelas de Agatha Cristhie están consignados.
TEMEROSO JAVIER DUARTE DE SER ENVENENADO
Por fortuna, desigualdad social, económica, y de paso, penitenciaria, la vida se repite unas veces como tragedia y otras como comedia.
Comedia en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México con Javier Duarte, quien ha aprendido a cocinar y él mismo, quizá temeroso de que lo envenenen, todos los días se prepara su comida. (El Universal, Diana Lastiri, 19 de enero)
Por eso, sus abogados le llevan la despensa y que bien haría Indira Rosales, secretaria de Desarrollo Social, estar pendiente, considerando que como Duarte lleva, además, dieta (ahora sí, en serio) los productos que más pide son tomates y cebollas.
Además, de tomar té, y aun cuando sigue conservando el mismo peso de cuando llegó deportado de Guatemala, conserva la esperanza de bajar unos kilitos.
Mientras, preso de abolengo, elite y alcurnia, con ningún recluso convive. Con nadie platica. Se mantiene lejos, incluso, “una valla metálica lo mantiene separado del resto de los imputados”, reproduciendo la historia de Pedro, el anacoreta de Alto Lucero que el cronista Elías Chávez, del Excélsior de Julio Scherer García, hiciera famoso.
El único que lo visita es su hermano Cecil, a quien la yunicidad embargó trescientas concesiones de taxis (otros dijeron que cien) y que significa su único contacto con la realidad.
En Londres, la ciudad más cara del mundo, Karime Macías disfruta con sus hijos los ahorritos logrados en doce años trepados en la burbuja, 6 años de Fidel Herrera y 6 del duartazgo.
La vida es así. Canija. Sorpresiva. Injusta. Desigual. Y ni modo que en dos años azules se pueda cambiar si desde 1803, con Humboldt, está igual.