Veracruz, en la era Cuitláhuac, juega en las grandes ligas nacionales… con el asesinato de activistas sociales en el tiempo de AMLO, el presidente de la república amorosa.
Primer crimen de un activista social:
3 de enero, 2019:
Sinar Corzo Esquinca, defensor del agua y de la tierra, ejecutado en el municipio de Arrriaga, en el estado de Chiapas. Estaba en la mira. Hace 4 años, la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió una recomendación al gobernador Manuel Velasco Coello, ahora senador de la república, solicitando su libertad pues estaba preso por exigir agua potable para las comunidades.
Segundo asesinato:
17 de enero. José Santiago Gómez y Noé Jiménez Pablo, del Movimiento Campesino Revolucionario Plan de Ayala, que había denunciado la alianza del gobierno de Amatán, Chiapas, con los malandros, fueron asesinados. Antes, habían denunciado enl cacicazgo en el pueblo de los hermanos Carpio Mayorga.
Tercer asesinato:
22 de enero. El comunero Bernardino García Hernández, representante de Zimatlán de Lázaro Cárdenas y mediador del conflicto entre comunidades mixtecas de San Sebastián Nopalero, asesinado. Atacado por un grupo armado en su propiedad en el pueblo de Camalote, municipio de Zimatlán.
Cuarto homicidio:
9 de febrero. Oscar Carzola. Activista en favor de los derechos de la comunidad muxe del Istmo de Tehuantepec. Fundador de la fiesta popular “Las auténticas intrépidas y buscadoras del peligro”. Hallado sin vida en su casa y con señales de violencia en Oaxaca.
Su crimen viralizó la estadística de la muerte a partir de una orientación no heterosexual. De los años 2013 a 2018, asesinadas 381 personas. Travestis, trasngéneros y transexuales, los más afectados.
Quinto crimen:
19 de febrero. Samir Flores, opositor con su pueblo al Proyecto Integral Morelos, lucha contra la termoeléctrica de Huexca. Atacado a balazos la madrugada del 22 de febrero, en su casa en Amilcingo. También impulsaba un proyecto de radio comunitaria ahora, cuando todo indica, el obradorismo otorgará una concesión de televisión nacional a los evangélicos para predicar las virtudes morales y éticas en que ha de vivir la población.
Sexto asesinato:
29 de marzo. Abiram Hernández Fernández, 37 años, activista de los derechos humanos al lado de los Colectivos que en Veracruz buscan a sus hijos desaparecidos. Su hermano lo encontró sin vida en su departamento en Xalapa, la capital, la sede de los tres poderes. Era abogado y sociólogo.
Veracruz, en la era Cuitláhuac, en las grandes ligas.
Hacia el día 122 del gobierno de MORENA, 581 muertos, entre ellos, setenta feminicidios. 80 secuestrados. Dos migrantes (uno de Guatemala y otro de Honduras), asesinados. Catorce indocumentados más, secuestrados desde hace un mes y una semana. En la versión del cónsul, Raúl Otoniel Morazán, sus paisanos son víctimas de secuestros, robos y extorsiones en Veracruz.
CUITLAMANÍA DESHONRA A AMLO
Abiram luchaba al lado de los Colectivos buscando justicia para sus hijos desaparecidos y vaya paradoja de la vida, fue asesinado y ahora quizá la Fiscalía esté siguiendo la pista a los homicidas, ajá.
Una víctima más.
Veracruz, en la era Cuitláhuac, deshonrando a AMLO, igual que en las otras entidades federativas donde fueron ejecutados los activistas sociales.
Canijo que en la tierra jarocha estén matando a niños, mujeres, jóvenes, ancianos, hombres en general, migrantes.
Pero más canijo que asesinen a un activista social cuya lucha está centrada en el interés social para defender los elementales derechos humanos.
Y luego del crimen, tarea de la secretaría de Seguridad Pública, 7 días después la impunidad.
Y de ñapa, la inmunidad, pues nadie ha sido detenido. Ninguna autoridad toca a los malandros.
En su incapacidad, principio de Peter, el gobierno de Veracruz y la fiscalía “los deja hacer y los deja pasar”.
AMLO, gran activista social desde sus orígenes al lado de los chontales de Tabasco, nunca, y por fortuna, fue asesinado.
Se vive en un país y en un Veracruz donde los activistas exponen sus vidas al lado de las mejores causas y son ejecutados.
La última activista ejecutada en Veracruz fue la estudiante de la facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana, la chiapaneaca Nadia Vera, en la Ciudad de México, en un asesinato múltiple donde también fue ejecutado el fotógrafo Rubén Espinoza, corresponsal de Proceso, y a quienes la muerte los alcanzara en la metrópoli más poblada del mundo.
¡Vaya descrédito para Veracruz!, donde hay infanticidios y feminicidios, con mujeres decapitadas, y en donde además de asesinar a políticos y líderes sindicales, también matan a los activistas.
SIETE DÍAS QUE HAN ESTREMECIDO A VERACRUZ
Pareciera que así como vamos, la violencia nunca se irá de Veracruz.
La iglesia, las ONG, los académicos, los familiares con hijos victimizados, luchan desde su butaca, con fe y esperanza, por un paraíso terrenal, pero la realidad social adversa debilita cualquier posibilidad.
Y más cuando hay una guerra sucia desde tiempo histórico en contra de los activistas, y uno de cuyos modelos trágicos es la señora Rosario Ibarra de Piedra, cuyo hijo Jesús Piedra Ibarra fue secuestrado y desaparecido en el tiempo de Luis Echeverría Álvarez, y al momento, nunca, jamás, ha sido localizado por más y más que su señora madre dejó parte de su vida en el objetivo.
Siete días que han estremecido a Veracruz desde que Abiram Hernández Fernández fue asesinado en Xalapa.
Y por el momento, la misma cantaleta de siempre de la Fiscalía de que están trabajando, que siguen investigando, que ya tienen pistas, que ya tienen retratos hablados, que han entrevistado a un montón de personas, amigos y conocidos, y en el terreno de los hechos, la venta de esperanzas más ruin y miserable.