Luis Velázquez
Veracruz.- El 26 de septiembre, 2018, Javier Duarte fue condenado a nueve años de cárcel en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México. Lavado de dinero y asociación delictuosa fueron los delitos. Se declaró culpable para que le redujeran los años de sentencia.
Para entonces, ya llevaba años preso. Y pronto, en 2, 3 años, saldría en libertad.
Pero en la Fiscalía General de Veracruz, Duarte, con Jorge Wínckler Ortíz al mando, enfrenta otros delitos. Todos, con carpeta de investigación. Todos, con órdenes de aprehensión.
Primer delito. Peculado.
Segundo delito. Desvío de recursos estatales.
Tercero delito. Desaparición forzada.
Y cuarto delito. Delincuencia organizada, aquella derivada de cuando dos o más personas acuerdan cometer un delito.
Pero además, el Fiscal sigue investigando a Duarte por más desvío de recursos públicos.
Incluso, le tiene más procesos penales abiertos.
Así, Javier Duarte, denunciado por Enrique Peña Nieto a través del presidente del CEN del PRI, Enrique Ochoa Reza, como el gobernador más corrupto, no de Veracruz, sino del país, sabe, está consciente, de que si sale antes de la sentencia, digamos, por buena conducta, o después, de cualquier forma, si Wínckler se mantiene en la Fiscalía será detenido.
Por aquí sale del Reclusorio Norte de la Ciudad de México, la policía ministerial de la Fiscalía le echará el guante.
Y ahora, derecho, derechito al penal de Pacho Viejo, donde unos 80, 90 quizá, duartistas, entre políticos, jefes policiacos y policías (68 polis en total) han estado presos y sigue una parte, aquella, por ejemplo, que carece de recursos para una buena defensa o que, en todo caso, le falta valor para declararse enferma y ser transferida a su casa con arraigo domiciliaro…, como es la tónica actual.
DUARTE, ATRÁS DE CUITLÁHUAC
Javier Duarte está obsesionado con que Cuitlalandia destituya a Jorge Wínckler como Fiscal General elegido para desempeñar el cargo durante nueve años y que significan los dos de Miguel Ángel
Yunes Linares, los seis de Cuitláhuac García Jiménez y uno más del gobernador del sexenio que será del año 2024 a 2030.
Por eso, el Fiscal ha declarado que atrás de Cuitláhuac está Duarte, el más interesado en la caída de Wínckler.
Y como entre Duarte y Cuitláhuac habría, existe, un vaso comunicante, entonces, el gobernador número 76 de Veracruz está obsesionado con tumbar a Wínckler desde hace 3 meses cuando tomara posesión la LXV Legislatura y desde hace diez semanas y media en que él mismo ascendiera a la silla embrujada del palacio principal de gobierno de Xalapa.
Más todavía:
En el momento estelar de la campaña electoral a gobernador en el año 2016, cuando Miguel Ángel Yunes Linares, Cuitláhuac y Héctor Yunes Landa fueran candidatos a la jefatura del Poder Ejecutivo Estatal, Héctor Yunes abrió la puerta a los demonios.
Y entre otras cositas puso en el carril electoral, político, social y mediático que él, Yunes Landa, había visto a Cuitláhuac salir de la Casa Veracruz, la residencia oficial de Duarte, con una sonrisita feliz cargando un maletín.
Nunca la versión fue desmentida. Nunca existió una denuncia penal de Cuitláhuac en contra de Héctor. Nunca las paradas fueron aclaradas.
Incluso, y dado el limbo político en que el asunto fuera dejado como si así se extinguiera la acusación de Héctor Yunes, el trascendido es que Cuitláhuac tiene o tendría un compromiso político de Duarte para tumbar al Fiscal como dijera el diputado local ahora de MORENA, antes del PES, Raúl Ríos, de que “Wínckler se tiene que ir porque se tiene que ir”, ¡vaya argumento insulso!
FISCAL CARNAL DE CUITLÁHUAC
El rafagueo contra el Fiscal lleva tres meses y ante el fracaso de los diputados locales de MORENA, como dijera el diputado satanizado, José Magdaleno Rosales Torres, “somos el hazmerreír nacional”.
En contraparte, el Fiscal va ganando terreno pues cada día, cada semana, cada mes, que sigue atrincherado en el Palacio de Justicia, su frivolidad y egolatría se encumbra en dimensión estelar.
Por ejemplo, en los diez días polvorientos que estremecieron al Palacio Legislativo, hacia el final de una jornada, el abogado Jorge Reyes Peralta, quien promoviera el juicio político en su contra, se acercó al Fiscal y le dijo:
“Te admiro”.
Otro día, el abogado del ex Fiscal, Luis Ángel Bravo Contreras, Francisco Zárate, también se acercó y en corto le dijo:
“Te respeto”.
Mientras, la Fiscalía General sigue escarbando el pasado de Duarte durante casi 6 años como gobernador para encontrar más delitos.
El más grave, ya integrado, es por desaparición forzada y que significa la alianza de políticos, jefes policiacos y policías con los carteles y cartelitos para desaparecer personas, tiempo aquel cuando Veracruz trascendió a nivel global, primero, como “el peor rincón del mundo para el gremio reporteril”, y después, con la fosa clandestina, Colinas de Santa Fe, más grande de América Latina.
Además, de otros delitos (peculado y desvío de recursos) de los que nunca fue acusado por la Procuraduría General de la República.
El caso Javier Duarte todavía está dando y dará para mucho más. Y lo peor, está o estaría revoloteando la Cartilla Moral y la república amorosa del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Claro, si “tarde o temprano”, Jorge Wínckler cayera, entonces, el gobernador impondría a su Fiscal carnal y Duarte la libraría por completo con el cuarteto de delitos ya integrados hasta con órdenes de aprehensión.
Pero…, cuando Duarte ha sido tan satanizado, el impacto electoral sería catastrófico para el proyecto político de MORENA y AMLO, y Cuitláhuac García habría desaprovechado la oportunidad de oro para entrar a la historia local, aun cuando dada su frivolidad sabadaba, fifí y salsera, le ha de valer.