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Expediente 2019: El crimen del activista

El Piñero


Luis Velázquez
01 de abril de 2019

Luego de 500 asesinatos, entre ellos, 66 feminicidios, lo que faltaba en Veracruz para alcanzar el más alto decibel de descomposición social. El asesinato del abogado y sociólogo de la Universidad Veracruzana, fundador de Colectivos integrados con padres con hijos desaparecidos, de 37 años de edad, el activista social, Abiram Hernández Fernández, en su casa en Xalapa, en la Avenida del Café 15 de la colonia Arboleda del Sumidero.
En los últimos cuatro meses, en Veracruz han asesinado a hombres, mujeres, niños, ancianos, políticos y líderes sindicales.
Incluso, y luego de 66 mujeres asesinadas, el viernes 29 le tocó a una mujer policía. Blanca Patricia Alonso Hernández. Estaba desaparecida en el municipio de Platón Sánchez. Y su cadáver fue hallado en una zanja a orilla de la carretera Chalma-San Pedro Coyutla.
Y aun cuando toda vida humana es invaluable, el crimen del activista social trasciende y enciende más la chispa de la cólera popular por un solo eje rector: su activismo social al lado de los familiares con hijos, tíos y sobrinos desaparecidos en un Veracruz que chorrea sangre todos los días como nunca antes en la historia local.
Incluso, hay quienes con el crimen del activista recuerdan el asesinato de la reportero Regina Martínez, corresponsal de Proceso, la madrugada de un sábado en el sexenio de Javier Duarte, con todo y que en el duartazgo fueron asesinados un total de 19 trabajadores de la información, más tres desaparecidos.
Una vez más, la secretaría de Seguridad Pública exhibida en su principio de Peter.
Simple y llanamente, no puede… por más y más que el titular alardea que durante quince años se desempeñó como Fiscal en Nuevo León.
Ahora, el asunto está en la cancha del Fiscal, quien tiene en la opacidad y el misterio los más de quinientos asesinados, más los 80 secuestros, sucedidos de manera volcánica a partir del primero de diciembre del año 2018.

PERDIDA TODA LA CONFIANZA PÚBLICA

Abiram Hernández Fernández tenía dos carreras. Abogado y sociólogo.
Fundó el Colectivo por la Paz en Xalapa.
Apoyaba sin reservas en todo y con todo a los otros Colectivos en la búsqueda de sus seres queridos.
“No veía si eras de uno o de otro Colectivo” dijo la señora Sara González.
También coordinaba el Centro de Servicios Municipales, Heriberto Jara, de Xalapa, el centro que tomara notoriedad por acompañar a los familiares de la señora Ernestina Ascencio, asesinada en la sierra de Zongolica cuando Fidel Herrera Beltrán gobernaba Veracruz y Felipe Calderón Hinojosa la nación y entonces ambos declararan que su muerte se debía a una razón natural para defender así a los soldados que también la ultrajaron.
Un hermano de Abiram Hernández halló su cadáver en la madrugada.
Un duro golpe a los Colectivos.
Pero también, a la sociedad indefensa, los pobres y “los pobres entre los pobres”.
Un golpe demoledor para la confianza ciudadana en el gobierno de Veracruz.

NADIE ESTÁ SEGURO EN VERACRUZ

La vida en Veracruz, a la orilla del precipicio. Mejor dicho, en el centro huracanado del infierno. La barbarie en su peor dimensión. Por eso, las familias que pueden están migrando a otras entidades federativas para ver si la libran.
Nadie está seguro. Un secuestro, una desaparición, un asesinato, una fosa clandestina, una bala perdida, a la vuelta de la esquina.
Incluso, y como en el caso de Abiram, asesinado en su propia casa.
Y si una premisa ha de establecerse como eje rector y vaso comunicante se diría que su activismo social al lado de los Colectivos lo llevó a la muerte.
Su trabajo con los desamparados, víctimas de la inseguridad y de la impunidad, lo ha convertido en una víctima más.

“NO LES CREEMOS”

La corresponsal de Proceso, Regina Martínez, fue asesinada en el duartazgo.
Entonces, el director general, don Julio Scherer García, acompañado de unos reporteros, llegó al palacio de gobierno de Xalapa y encaró a Javier Duarte y a su equipo de Seguridad Pública y de la Procuraduría de Justicia.
Luego de escuchar al gobernador y a su gente que se aplicaban en la investigación y tenían hipótesis, don Julio les contestó con tres palabras:
“No les creemos”.
A la fecha, el crimen, sin detenidos.
Uno que estaba, fue liberado por falta de pruebas.
El otro, prófugo de la justicia con la versión por ahí de que murió enfermo de Sida.
Ahora, el gobierno enfrenta el mismo infierno, el mismo reto, el mismo desafío de entonces con el asesinato del primer activista social de Veracruz en el sexenio de la izquierda.
Los días y noches de Veracruz se han vuelto los más huracanados y torrenciales en la historia local.
Y por respeto a la población ya dejen fuera, señores del poder, su discurso insulso de que en la yunicidad y el duartazgo nadie protestaba.
Honren su palabra y restablezcan el Estado de Derecho desdibujado por el Estado Delincuencial, pues los malandros, delincuencia organizada y común, siguen usufructuando el pandero público en Veracruz.

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