Luis Velázquez16 de julio de 2019
En el CDE del PRI Veracruz viven de sueños y de
ensueños. Ahora, predican en la cancha partidista el perdón… para los
desertores. ¡Vuelvan, como el hijo pródigo del relato bíblico!, les dicen.
Pero si los hijos pródigos que ya se fueron
regresaran a casa en automático ellos mismos se deshonrarían. Deshonrarían su
palabra, sus decisiones, su filosofía de vida, su sentido político, su
congruencia ideológica, y una vez que ellos mismos perdieran su dignidad que
los respeten… en sus hogares.
De pronto, en el camino al Gólgota del año
electoral 2018, como la fama pública de algunas trabajadoras domésticas, se
quitaron el delantal, renunciaron al tricolor y se fueron atrás del espejismo.
Perdieron. El PAN perdió con la candidatura del
primogénito a gobernador.
Y ahora, como si se tratara de una sociedad de
alumnos de la escuela secundaria, en todo caso, la política vista como el
confesionario en que todos los pecados son perdonados a cambio de una
penitencia, la presidencia del CDE les dice:
–Vuelvan. Aquí serán perdonados. Borrón y
cuenta nueva. Otra vez como entonces, hermanos.
Ojalá que así algunos ganaran indulgencias.
El peor traidor, dice la historia, es aquel que
se traiciona a sí mismo.
PRIISTAS QUE SE FUERON…
Algunos de quienes desertaron del tricolor el
año anterior fueron los siguientes:
Las hermanas Regina y Fabiola Vázquez Saut,
cacicas de Acayucan, dueñas del día y de la noche y de todos los cargos
públicos y que, incluso, ellas mismas se han alternado. Tan pudientes que, por
ejemplo, quisieron comprar el club Tiburones Rojos al priista Fidel Kuri
Grajales.
El cacique de Papantla, Basilio Picazo, cuya
familia ha pasado en cinco ocasiones por la presidencia municipal de su pueblo.
El cacique de Pánuco, Ricardo García
Guzmán, y sus dos hijos, quienes han usufructuado la presidencia municipal, las
diputaciones locales y federales y la Contraloría, además de estar considerados
“señores de horca y cuchillo”.
Felipe Amadeo Flores Espinoza, ex de todo
menos de gobernador, y su fiel escudero, Mario Tejeda Tejeda, el líder en
funciones de “Los viagras”, que muchos años asociación política
ahora, de pronto, la quieren convertir en partido político y que Miguel Ángel
Yunes Linares les había garantizado, pero el tiempo electoral fue insuficiente.
Fernando Arteaga Aponte, quien luego de pasar
varios años encaramado en una dirección general de la secretaría de Educación,
y cuando el PRI le cerró las puertas, desertó para refugiarse en MORENA,
creyendo que lo encumbrarían luego de su derrota a la diputación local.
Ranulfo Márquez Hernández, ex de todo menos de
gobernador, quien se cobijara en MORENA y operara en materia electoral el año
anterior, pero cuando los Morenistas se treparan a la ola del poder lo
excluyeron, y ahora se ignora si sería acaso el primer hijo pródigo del
tricolor.
Si la política partidista es un jueguito de
berrinches infantiles y lleno de misericordia para el perdón el PRI quiere
aceptar de nuevo a los irredentos demasiado jodido estará.
UN PAÍS
DE POLÍTICOS CÍNICOS
Ningún otro partido político anda tan
desacreditado como el tricolor.
Trepadas en el poder sexenal, las elites
políticas, los elegidos del Señor, los bienamados, cometieron abusos y excesos
en el ejercicio del poder y ahora pagan las consecuencias cuando la población
electoral en las urnas los rechazó.
En Veracruz, ya se sabe, un ex gobernador,
Javier Duarte, además de hundir y casi casi sepultar a su partido (de donde fue
expulsado), fue puesto como modelo nacional de la corrupción política en una
orden expedida por el mismo presidente de la república a su presidente del CEN,
Enrique Ochoa Reza.
Y aun cuando Duarte se cure en salud está
condenado a 9 años de cárcel y su pasado sigue estrangulando la posibilidad de
que el tricolor resucite.
Incluso, los mismos priistas aseguran que si el
gobernador de MORENA y AMLO sigue cometiendo errores garrafales, el único
partido beneficiado será el PAN, nunca, dicen, el tricolor.
Por eso, además, resulta inverosímil, insólito,
que las cúpulas políticas que desertaron pudieran regresar, a menos, claro, de
que la profecía de José López Portillo siga cumpliéndose de que “este país
se volverá un país de políticos cínicos”.
Y políticos cínicos que cambian de ropaje
ideológico y partidista como mudar de ropa interior.
Durante 80 años, el tricolor fue dueño del día y
de la noche. Y de sexenio en sexenio, la corrupción prevaleció mientras el país
empobrecía.
Bastaría referir que 6 de los 8 millones de
habitantes de Veracruz están en la miseria y la pobreza según datos oficiales
del INEGI y el CONEVAL.
Los rojos ya tuvieron su oportunidad histórica.
Y volver a creer en ellos significa el peor error en la vida de un ciudadano.
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