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Expediente 2019: “La muerte tiene permiso”

El Piñero

Luis Velázquez12 de julio de 2019

Tarde del martes 2 de julio. Minatitlán. Día número 214 de la era de MORENA en el palacio de Xalapa, cuando iban mil 62 crímenes, entre ellos, 42 niños y 131 mujeres asesinadas.
Un asalto en el pueblo. Calle Bocanegra. Colonia Insurgentes.
Un hombre regresaba a casa. Había retirado dinero de un banco. Unos malandros lo siguieron.
Y cuando llegaba a su domicilio particular, en el momento de bajar de su automóvil, fue interceptado por los delincuentes.
Intentarle quitarle el dinero. Le pegaron cachazos con una pistola.
Uno de los asaltantes disparó.
Y la bala que resultó perdida se hundió en el cuerpo de una mujer que caminaba por ahí.
Los vecinos corrieron. Ayudaron a la mujer y al hombre asaltado.
Y luego enseguida, como pudieron, trasladaron a la mujer herida a un hospital.
En el hospital, falleció.
En la guerra de Vietnam, Richard Nixon inventó un término, luego repetido por George W. Bush y luego cacareado por Felipe Calderón Hinojosa en México:
“Son daños colaterales”, decían los tres y que de algún modo también reprodujo el diputado presidente de la Mesa Directiva de la LXV Legislatura, José Manuel Pozos Castro, para explicar la ola brava, fuera de control, desorbitada, de la violencia en Veracruz.
“Son incidentes normales”, dijo, para congraciarse con el góber.
¡Bendito el viejito del pueblo!
Hay violencia, pero también diputados locales que tiran su nombre, prestigio, crédito, trayectoria pública, biografía social, para justificarla.
“Tirar incienso al paso del jefe máximo” también es negocio.
Igual que en el priismo, igual que en el panismo, igual que en el perredismo, los tres partidos por donde caminara Pozos Castro hasta descubrir su verdadero ideología, la izquierda, ajá.

UN INFIERNO LLAMADO VERACRUZ


Río Blanco. Colonia Benito Juárez. Más o menos, las 13:20 horas. Martes 2 de julio.
En la esquina de una calle entre las calles Úrsulo Galván y Camino Nacional, cerca de una tienda, una mujer, América, de 22 años de edad, estaba parada, esperando el siga.
De pronto, ¡zas!, el infierno:
Desde un Volkswagen Jetta, color azul, unos hombres le dispararon en repetidas ocasiones. Le pegaron dos tiros. Los dos en la cabeza.
La dejaron herida.
Huyeron.
Trasladada aún con vida al hospital, falleció.
Claro, y como siempre, siempre, siempre, la policía llegó después y acordonó, ajá, el lugar, en tanto la autoridad efectuaba diligencias.
Al momento, 131 mujeres asesinadas y aun cuando en la Fiscalía dicen, sin demostrarlo, que han esclarecido el 40 por ciento de los feminicidios, mucho, demasiado, se ignora.
En todo caso, solo restaría, más que rezar, como predica el arzobispo de Xalapa, dudar, pues, expresa el dicho, “la burra no era arisca”.
Se parte de una premisa universal:
A más inseguridad, más violencia.
Y a más impunidad, el infierno.
Un infierno llamado Veracruz.
¡Ah!, gracias a ya saben quién, llegaron o están por llegar unos cuatrocientos elementos de la Guardia Nacional.
Tengamos fe, mucha fe, fe indestructible, fe religiosa, fe cristiana, fe evangélica. El nuevo mundo está por llegar. Y que nadie, porfis, sea incrédulo. Fe. Fe. Fe.
Los incrédulos nunca entrarán al reino de los cielos.

EL TÚNEL DEL DESENCANTO SOCIAL

Así caminan los días y noches. Nunca en la historia local tantos feminicidios, tantos infanticidios y tantos secuestros.
Bastaría referir un dato estadístico según el Sistema Nacional de Seguridad Pública: Veracruz, en el primer lugar de secuestros desde el año anterior.
Se dirá, por ejemplo, y como siempre, que hay violencia por culpa de Miguel Ángel Yunes Linares, Javier Duarte, Fidel Herrera, Miguel Alemán y Patricio Chirinos, cuando los carteles aterrizaran por vez primera en Veracruz.
Cierto, cierto, cierto, pero de igual manera hace 7 meses y medio llegó la MORENA al palacio de Xalapa y los carteles y cartelitos siguen aquí.
Se ignora, por ejemplo, si la autoridad tenga estadísticas, estudios, investigaciones, para las ligas de las mujeres asesinadas para determinar si se debe, como decían antes, a la violencia intrafamiliar en un país, en un continente, habitado por machos, o por el contrario, a que, digamos, solo digamos, las mujeres tenían malas amistades, amistades peligrosas, amistades narcas.
O cuando en la yunicidad se dijera que dos niñas asesinadas en Río Blanco se debía a que las dos eran amantes de jefes de la plaza.
El caso es que nadie como las mujeres está viviendo el peor infierno de sus vidas, sin que en el largo y extenso y siniestro túnel de la desesperanza y el desencanto social una lucecita alumbre la oscuridad de sus días y noches.

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