Luis Velázquez
04 de
septiembre de 2019
Joaquín Rosendo Guzmán Avilés, el panista
soñando con la presidencia del CDE, es un político diplomático. 3 veces
presidente municipal, 3 veces más diputado, secretario de Desarrollo
Agropecuario, con dos hermanos legisladores federales y con un hermano alcalde
de Tantoyuca en funciones, su pueblo, anda trepado en el ring, pero sin
provocar la furia de su adversario, Miguel Ángel Yunes Linares.
Dice:
“Ninguna ruptura hay con Yunes. Entre ambos solo
existen diferencias en la manera de ver al partido”.
Cierto, ciertísimo. Pero al mismo tiempo, omitió
precisar la distancia kilométrica, años luz, con el Yunes azul.
Claro, de algún modo lo dijo en la plática con
el Diario de Xalapa, Itzel Molina, el viernes 23 de agosto:
“Nosotros tenemos 25 años de ser panistas. Ellos
(el padre y el par de hijos) apenas tienen diez. No conocen el PAN por dentro”.
Pan comido, entonces, para Guzmán Avilés con 25
años de militancia azul, antes, como Yunes, priista, partido del que se alejó
cuando le cerraron las puertas para la curul local.
“El chapito”, así mejor conocido, es hábil. En
ningún momento rompe con Yunes. Pero, bueno, desde la anterior campaña
electoral, cuando desde su pueblo, Soledad de Doblado, filmara un video en
contra de Pepe Mancha y sus trampas, quedó claro el camino político, electoral
y social de cada uno.
Eran amigos. Incluso, el primogénito de Yunes le
decía “tío”. Más todavía: “El chapito” le abrió el muro de Berlín a Yunes
recién llegado al partido azul. Lo paseó de norte a sur y de este a oeste. Nada
fácil sería que le habría financiado su campaña.
Luego, en tiempo crucial, Guzmán Avilés
fortaleció a Yunes con los votos para Felipe Calderón como candidato
presidencial en la elección interna.
Incluso, “El chapito” se mantuvo firme, leal,
fiel, a Yunes cuando Gerardo Buganza Salmerón y Juan Bueno Torio renunciaron al
partido inconformes, molestos, irritados, emberrinchados, porque el dedazo
presidencial panista favoreció a Yunes Linares como candidato a gobernador.
Nunca nadie en el Veracruz panista fue tan leal
a Yunes como Guzmán Avilés.
Luego, envidioso de su capital político, quizá
su vida política propia, su independencia y autonomía económica, su arraigo en
el norte de Veracruz, la firmeza de sus principios y convicciones, 25 años de
militancia, Yunes lo excluyó.
Y cuando se sentó en la silla embrujada,
imperial y faraónica del palacio de Xalapa, lo arrumbó.
“El chapito”, por ejemplo, soñaba con la
secretaría General de Gobierno, méritos suficientes, resultados de sobra,
capacidad política fuera de duda, para convertirse en el segundo del palacio.
Por el contrario, el jefe máximo de la dinastía
Kennedy del Golfo de México lo envió a la secretaría de Desarrollo
Agropecuario, médico general que es, en ningún momento veterinario.
Y, de ñapa, nomás para mostrar el puño y el
músculo, le redujo el presupuesto anual de 500 a cien millones de pesos.
Guzmán Avilés aguantó vara. Pero como dice el
adagio ranchero, “ni hay enfermedad que dure cien años ni enfermo que lo
aguante”.
Por eso el deslinde. Político al fin, se
mantiene diplomático.
“No hay ruptura con Yunes. Entre ambos sólo
existen diferencias en la manera de ver al partido” dice Joaquín Guzmán.
Las diferencias, sin embargo, atraviesan por
distancias kilométricas, años luz.
ACOMODO
DE LOS ASTROS AZULES
La ruptura es categórica. Se ignora si
definitiva, pues en el camino pudieran, digamos, recomponerse considerando,
como decía José López Portillo, que los políticos se volverían unos cínicos.
Pero se duda.
Por ejemplo, el protegido de Yunes, José de
Jesús Mancha, de nuevo candidato al CDE del PAN, ha disparado su R-15 a Guzmán
Avilés, diciéndole entre otras cositas que es candidato de Cuitláhuac y de MORENA,
pues omite un discurso en su contra.
Falso. Dice:
“El gobierno del estado anda batallando. Está
teniendo problemas. Y eso debemos aprovechar”.
Fino, sensible, sin treparse al fogoso ring como
peleador callejero, rápido y furioso, bronco, energúmeno, “El chapito” mira para
adelante.
Pero Mancha, tan manchado por el ORFIS, Órgano
de Fiscalización Superior, solo interpreta el discurso de su jefe.
Así, mientras Guzmán le ofrece rosas y nardos a
Yunes, Yunes le revira con espinas y cardos.
Más aún, si Guzmán Avilés gana la presidencia
del CDE, entonces, muchas cosas cambiarán para Mancha, pero más aún, para los
Yunes.
Una. La caída partidista de los Yunes. Y por
añadidura, el cierre de la llave. Las constructoras de Pepe Mancha quedarían
sin chamba, por ejemplo.
Dos. Los aspirantes y suspirantes de la
yunicidad a un cargo de elección popular se las verían difíciles, aun cuando
Guzmán Avilés ha ofrecido “piso parejo, pues quienes deciden son los
militantes. No te ofrezco hacerte candidato, regidor o diputado. Pero ofrezco
mesa parejo”.
Tres. Algunos militantes ya amarrados para
alcaldías y curules se derrumbarán. Y habrán de someterse a la competencia
interna, cien por ciento, aguerrida.
Cuatro. Las fuerzas panistas en la LXV
Legislatura y las presidencias municipales experimentarán un cambio sustancial.
La era Mancha. La era Yunes. La era Guzmán Avilés y los suyos, entre ellos,
Enrique Cambranis, Tito Delfín, Julen y Bingen Rementería, Germán Yescas,
Alejandro Salas, Omar Miranda, Francisco Gutiérrez de Velasco, Víctor Serralde
y Raúl Martínez.
Los astros se están acomodando del lado de
Guzmán Avilés y con todo y sentir el mejor karma, vientos favorables, es
generoso y solidario con Yunes Linares, quien tanto utilizara su nombre y
prestigio en el pasado inmediato