Luis Velázquez
28 de mayo de
2019
En un semestre, el gobernador de Veracruz
enfrentó 5 renuncias. Poco, y por ahora, son, si se recuerda, por ejemplo, que
Javier Duarte hizo 85 cambios en el sexenio. Es decir, catorce por año. Dos más
le faltarían a Cuitláhuac en el primer semestre si todavía si Pitágoras todavía
funciona.
Nunca Duarte rindió cuentas de sus cambios.
Tampoco Cuitláhuac, jefe del Poder Ejecutivo Estatal, tlatoani, gurú, jefe
máximo, ha de rendirlas, amigo como dice de la transparencia.
En el caso de MORENA en el palacio de Xalapa,
unos se cayeron, pero para arriba.
Por ejemplo, el
secretario de Desarrollo Económico, Ernesto Pérez Astorga, tiene un ángel de la
guarda. Se llama Ricardo Ahued Bardahuil. Y ahora cuando de Senador pasará a
director general de Aduanas dependiente de la secretaría de Hacienda y Crédito
Público, Astorga deja la SEDECO, sin pena ni gloria y pasa a la curul
senatorial.
Ni hablar, a Cuitláhuac le faltó oficio,
experiencia, malicia y prudencia para calibrar a Pérez Astorga, recomendado por
Ahued, y medir su vocación social, pero también, su firmeza y lealtad.
Claro, su lealtad es con Ahued, nunca con
Cuitláhuac, tampoco con el millón de indígenas y los dos millones de campesinos
y los tres millones de obreros en la miseria, la pobreza y la jodidez.
Si el barco se hunde solo queda tirarse al agua,
en el caso, a una cascada maravillosa.
Faltaría, claro, rastrear la pista del ascenso
de Ahued porque de acuerdo con los quisquillosos y sus fans, Ahued da un paso
gigantesco camino a la candidatura de MORENA a gobernador en el año 2024. De
Senador a director de Aduanas, donde la fama pública, desde Agustín Acosta
Lagunes subsecretario de Hacienda y Crédito Público, José López Portillo, las
aduanas son un botín.
Por los puertos del país, entre otras cositas,
entra y sale la droga.
“UN
MAR DE FONDO”
Desencantado, sin embargo, renunció Geiser Caso
Molinari, el titular de la Comisión Estatal de Búsqueda de Desaparecidos en un
Veracruz donde hay setenta fosas clandestinas en 45 municipios, sin olvidar que
José Alejandro Solalinde Guerra asegura que Veracruz es un fosario y “El
País” publicara que aquí, en la tierra jarocha existen más fosas
clandestinas que municipios.
El titular se fue, reveló, por varias cositas,
entre ellas, una oficinita que le dieron por ahí, arrimado. Segundo, por falta
de recursos. Tercero, por tanta chamba que lo había llevado a un preinfarto.
En realidad, el desdén y el menosprecio de
Cuitlalandia a un tema tan ríspido y espinoso.
Además, de que falta por conocer las razones de
peso, pues, todo indica, y como suele darse, que hay, dijera el viejito del
pueblo, “un mar de fondo”, con el silencio, hasta anoche, del
gobernador, anexos y conexos responsables del área.
Una mujer también renunció al gobernador de
AMLO. Yolanda Olivares Pérez. Dirigía el Instituto de las Mujeres. En el
trascendido quedó claro: el secretario General de Gobierno la presionaba y
presionaba que mejor decidió llevar “la fiesta en paz”.
Y les dejó el cargo que necesitaban para los
amigos y los cuates en un gobierno de la izquierda caracterizado por el
nepotismo, el amiguismo y el cuatismo en todo su esplendor, y además, como en
el caso de la compra de las patrullas policiacas y las medicinas que por crisis
humanitaria, dijeron, ajá.
Con todo, mala vibra, pésimo karma, que en menos
de un sexenio el par de funcionarios renunciara con lo que significa, además,
en un Veracruz con un gravísimo desempleo de figuras públicas, además del
desempleo y subempleo y salarios de hambre de la mayoría poblacional.
Y más, si se considera que el cambio de un jefe
implica cambio de estilos personales de ejercer el poder y gobernar, cambio de
personal, cambio de jefes y cambio de tratos y cambio de estrategias.
El barco, con todo y la firmeza posible, se
mueve “en el proceso mar de la política” como describía los vaivenes
de la la vida pública Juan Maldonado Pereda.
TE VAS Y
PUNTO…
También se fue el titular del Sistema Estatal
Anticorrupción.
Y entonces, la puerta laboral se abrió y por el
momento hay un montón de aspirantes y suspirantes, entre ellos, el reportero
con más fama de honestidad en el Golfo de México, Ricardo Chua Agama, socio y
aliado del director general de TV Más, Víctor Cisneros, originario de
Otatitlán, igual que su padre, igual que el secretario General de Gobierno.
Por lo pronto, están en la entrevista previa,
digamos, el equivalente a un riguroso examen de oposición para entrar a la UNAM
como académico, o a Harvard campus Nopaltepec, la UPAV acaso.
De Coatzacoalcos sobrevino la quinta renuncia.
Fue Elba Edith Sánchez Amaya como coordinadora regional de la llamada
“Mesa para la Construcción de la Paz” donde despacha en el palacio de
Xalapa una antigua activista al lado de las madres con hijos desaparecidos,
premiada con el cargo público, qué caray.
Sánchez Amaya también coordinaba los programas
sociales de la Federación en el sur de Veraruz.
Su lugar ya fue ocupado. Édgar Julián Fonseca
Morales, quien fungía como enlace de la Coordinación Estatal de los Programas
Federales.
Se fue sin mayores explicaciones. Te vas y
punto. Quizá ella misma deseó retirarse, pues, todo indica, es defeña, o en
todo caso, desde el altiplano la enviaron, y ni hablar, nada como trabajar en
la ciudad donde se vive y vive la familia.
LUEGO DE
DIOS, YO MERO…
Lo bueno es que nada pasa ni en nada se
perjudican ni dañan los programas institucionales.
Por el contrario, empujando la carreta con más
ardor, porque “entre menos burros más olotes”.
Más aún:
Con las renuncias en la era Cuitláhuac solo se
está reproduciendo la historia.
Por ejemplo, de un manotazo, el general
presidente, Lázaro Cárdenas del Río, cambió a los gobernadores impuestos por
Plutarco Elías Calles.
De un manotazo, Carlos Salinas de Gortari
cambió, y sin rendir cuentas a nadie, a diecisiete gobernadores.
85 funcionarios que cambiara, removiera,
ascendiera, enrocara, destituyera Javier Duarte, en tanto a sus barbies llegó a
conferir hasta 4 y 5 cargos públicos en el viaje sexenal.
“Vamos bien. Y pronto llegarán tiempos más
bonitos, bonitos entre los bonitos”.
“Yo, decía Luis XIV a los 19 años de edad
ungido rey, soy el Estado”… y por encima de mí, solo Dios. O mejor
dicho, luego de Dios, yo.