Luis Velázquez
28 de junio de 2019
Entre los años 2016 y 2018, muchas cosas singulares estremecieron en Veracruz, entre otras, las siguientes:
El PAN derrotó al PRI en la carrera por la gubernatura.
MORENA derrotó al PAN que pretendía ejercer el nepotismo al más alto decibel.
El gobernador panista encarceló a Javier Duarte y como nunca antes en la historia local persiguió hasta donde más pudo a su esposa, la esposa de un gobernador.
Metió a la cárcel de Pacho Viejo a unos treinta políticos duartistas y a 68 policías acusados de desaparición forzada.
Todos los duartistas fueron dejados en libertad para llevar el proceso penal en arraigo domiciliario, aun cuando los policías siguen presos.
La misma vara con que Miguel Ángel Yunes Linares midió a Javier Duarte y Karime Macías y a una parte del gabinete legal es la misma vara con la que ahora Cuitláhuac está calibrando a la yunicidad.
El Yunes azul, el jefe máximo del clan de los Kennedy de Boca del Río, exhibió a los políticos priistas con las fosas clandestinas de Veracruz en que el sexenio aquel incurrió en el delito de lesa humanidad.
EL PRI SE HUNDIÓ MÁS QUE EL TITANIC
Muchas otras cosas sucedieron. Por ejemplo:
El primero de junio del año anterior, 2018, MORENA derrotó en el país al PRI, el PAN, PRD y Movimiento Ciudadano y arrasó en las urnas con AMLO, su candidato presidencial.
Y si en Veracruz Cuitláhuac se volvió gobernador se debió a que AMLO iba en la boleta electoral y le transmitió oxígeno político, suficiente para que el PRI perdiera todas las diputaciones locales y federales y las senadurías.
En aquellos años, por vez primera, la izquierda encarnada en MORENA entró al palacio de gobierno en Xalapa, luego de que la otra izquierda tuvo a cinco candidatos a la silla embrujada del trono imperial y faraónico, a saber, Manuel Velasco, “El ratón”, Heberto Castillo, Gloria Sánchez, Ignacio Morales Lechuga y Arturo Hérviz.
Pero además, desde el año 2017, la oposición al PRI gobierna a la mayoría de las 212 presidencias municipales, cuarenta y siete de ellas, por ejemplo, en manos de MORENA y otra cantidad superior del PAN, en tanto el PRI solo se quedó con unos cuantos Ayuntamientos y todos chiquitos, pequeños, modestos.
Incluso, las elecciones del 2017 y 2018 sirvieron para que un montón de priistas se bajaran del barco a la mitad del océano cuando el barco se zambullía a mayor profundidad que el Titanic.
LA IZQUIERDA, IGUAL QUE LA DERECHA Y EL CENTRO
Muchas otras cosas pasaron.
Si en el priismo y el panismo dominó y predominó el nepotismo, el cuatismo y el amiguismo, también en el reino de Cuitlalandia.
Si Javier Duarte alcanzó la notoriedad nacional por las empresas fantasmas, pronto, “antes de que el gallo cantara 3 veces” emergió la corrupción gubernamental en MORENA con la compra bajo sospecha, por asignación directa, por dedazo, de las patrullas policiacas, las ambulancias y las medicinas.
Incluso, con desparpajo cínico diciendo, en la mirada del secretario de Salud, que se trataba de una crisis humanitaria heredada por Yunes Linares.
Es más, como nunca antes en el panismo y el priismo, el presidente de la república ha caracterizados sus giras en Veracruz y hasta en sus conferencias mañaneras de prensa vitoreando y levantando la mano a su gobernador jarocho como una medida desesperada para transmitirle oxígeno político pues el desencanto en su contra está germinando en tierra fértil.
Muchas cosas han caminando. Y aun cuando la derrota en las urnas al PRI y el PAN ensalzó en los altares a MORENA y a su góber, lo más lamentable para la izquierda es que Cuitláhuac por ningún lado levanta por más y más oxígeno que le pasan.
Nada más terrible en la vida que desperdiciar la inteligencia y el talento en cosas intrascendentes y superfluas.
Construir un mundo nuevo va más allá de tumbar a panistas y priistas…
CUITLÁHUAC JUEGA SU PELOTA
Mientras exista gubernatura, Cuitláhuac sobrevivirá. Y más, teniendo la bendición del jefe máximo de la izquierda.
Los enemigos están en libertad de blasfemar. Y de conspirar, claro. Y de soñar con la silla embrujada del palacio, aquella, decía Eufemio Zapata, el hermano menor de Emiliano, que enloquece a todos, sin excepción.
Y si hay enemigos y adversarios internos convencidos de que el góber puede ser un títere, de nadie es. Cui (de cariño) juega su pelota.
Además, si es así porque su carácter y su temperamento son tal cual desde la infancia que infancia, decía Freud, es destino.
Y si en todo caso ha manifestado una voluntad populachera (“Soy fifí, soy sabadaba, soy salsero”) se trata de la enfermedad política de la izquierda en el siglo XXI de Veracruz.
Cui encarna el poder de AMLO en Veracruz. Mejor dicho, constituye el símbolo de AMLO en la tierra jarocha. AMLO le concesionó la corona de Veracruz, tierra de AMLO, hijo al fin de padre nacido en Veracruz, y cada día desde la terraza de su palacio en Xalapa mira el futuro, dueño máximo de la pelota, teléfono rojo directo a Palacio Nacional.
Por eso, el góber miraría como súbditos a los militantes y jefes de MORENA.
Y si 7 diputados locales de MORENA se le han sublevado, y hay grupos políticos, digamos, de la izquierda, soñando con su trono imperial y faraónico apostando a su caída, Cui y su primero y único círculo del poder se pitorrean de ellos.
Y si en todo caso, por más oxígeno político que le inyecta AMLO poco o nada ha levantado, le vale. Incluso, hasta se divertiría con las especulaciones.
Él también tiene su bolita de cristal. Y todos los vientos le son favorables, pues aun cuando lo han renunciado en varias ocasiones y hasta sucesor le han expuesto en el tendedero público, ahí sigue.
“Los elogios no me convencen” (Benito Juárez en 1867 luego del fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo) y “La calumnia no me llega” (Gustavo Díaz Ordaz en el movimiento del 68) serían las frases de la historia que Cuitláhuac repetiría para seguir empujando la carreta y demostrar que AMLO tiene razón con sus vítores y levantadas de mano.