Luis Velázquez
16 de septiembre de 2019
El lenguaje corporal es más indicativo y significativo que el lenguaje hablado; incluso que el lenguaje visual cuando, por ejemplo, en el intercambio de miradas el deseo se expresa en su más alto decibel. Por ejemplo, el lenguaje corporal del presidente del C.D.E. del P.R.I. en la guardia patria el jueves 12 de septiembre.
Primera viñeta publicada en Notiver, crédito de la agencia AVC, en portada:
Marlon Ramírez, chaparrito, de bajo estatura (“Enano del tapanco” lo llamó Javier Duarte cuando por su culpa, dijo, Anilú Ingram perdió la curul federal), más pequeñito con su guayabera de manga larga y más empequeñecido con su reloj gigante con extensible rojo, rojo PRI, en la muñeca izquierda (hombre de derecha él), alcanza el decibel más elevado del mesianismo.
Y, claro, del exhibicionismo pretendiendo mostrar un político político sólo imaginado.
Las manos empuñadas, el presidente del CDE mira, parece mirar al cielo. Pero lo mira con los ojos cerrados, como en un trance esotérico, espiritista, mesiánico, un encuentro, digamos, con seres extraterrestres.
Y con los ojos cerrados parece levitar. En la boca los labios medio trompudos expuestos de panza al sol. Quizá orando. Acaso rezando alguna oración fúnebre por Miguel Hidalgo o José María Morelos.
Así, queda inmortalizado en la foto (sin crédito) a 8 columnas. El llamado dirigente, listo para un estudio esotérico y sicológico de Jaime Maussan.
El líder cenecista, diputado local, parado a un lado, le da la espalda. Nadie pensaría que en su sombrero, igual que el ex gobernador de Tamaulipas, Manuel Cavazos Lerma, tendría oculta una pirámide esotérica en el sombrero de ala ancha como lo usaba, parece, Emiliano Zapata. Y la espalda le sirve como muro Donald Trump para protegerse del vaivén esotérico del priista.
Incluso, en su rictus el señor Ramírez parece que está bailando. En ningún momento, un baile en Chalma con la bruja. Quizá cantaría el sonsonete de “si Juárez no hubiera muerto… todavía sería presidente”.
UN POLÍTICO LEVITA
En otra foto, también sin crédito, Marlon da un giro más de 180 grados. De “los cuernos de la luna” en que aparece trepado en la foto de portada, en la página 4, la página de pases de Notiver, brinca al mesianismo total. Y en el intento recuerda a Clavillazo con aquella frasecita de “¡Nunca me hagan eso!” y/o Los Polivoces con su “¡Ahí madre!”.
En un acercamiento fotográfico, las manos extendidas con los dedos abiertos “de par en par”, el presidente del CDE parece agigantarse. Casi casi como José López Portillo, un tipo altísimo pero que odiaba sus manos porque eran pequeñas, como de gnomo.
Las manos ocupan el primer plano fotográfico. Son, digamos, las 8 columnas. Y con la panza echada para adelante, el señor presidente del partidazo moribundo de AMLITO mueve los nervioso de la cara como Germán Valdés, Tintan en película estelar, como diciendo “Yo no fui. Fue Teté. Pégale y pégale…”.
Se asemeja el presidente un cómico de la legua. Ernesto Derbez en “La familia Peluche” queda pendejo. El histrionismo artístico. La guayabera, por ejemplo, casi parece piyama. Alguien por ahí debió enviarla a la costurera para un recorte. Pero, bueno, las prisas le habrían ganado.
Con todo, el lenguaje corporal significa un lenguaje polisémico. Por ejemplo, envía, o pretende enviar, un mensaje de optimismo en medio de los huracanes y torrenciales adversos. “Aquí estamos, soñando”, diría, y agregaría: “¡No se rajen! ¡El porvenir es nuestro!”.
Y como Salvador Díaz Mirón exclamaría: “Podrías quitarme el triunfo pero no la gloria”.
La gloria, por ejemplo, de ser presidente del C.D.E. del P.R.I. en tiempo nublado, gris y oscuro, cuando el tricolor perdiera todo en un mismo domingo electoral. Perdiera la presidencia de la república y perdiera el Congreso federal y perdiera 17 Congresos locales y perdiera 7 gubernaturas.
EL REYECITO SIN REINO
Todo lenguaje corporal traiciona la identidad humana. Con los labios podrá decirse una cosita. Con los ojos, otra. Con el ademaneo (las manos, los dedos, las señales de los dedos, las extremidades superiores e inferiores del cuerpo, los pies, etcétera) se dirá otra cosita.
Y cada movimiento del cuerpo humano expresa un idioma diferente, muchas veces, la mayor parte de las ocasiones, contradictorio, enfrentado y conflictuado.
Y por encima de todos los lenguajes el auténtico es el corporal, porque pueden, por ejemplo, controlarse la lengua y la vista, pero el cuerpo humano es más difícil de domeñar.
El presidente del C.D.E. del P.R.I. se delató. Digamos, bien pudiera ser como decía el historiador Daniel Cosío Villegas de los personajes de la Reforma, “eran hombres, pero parecían gigantes”.
El líder priista mira la tempestad y no se hinca. El boxeador noqueado en la lona, pero pataleando. El flechador tirando a la luna en tiempo partidista adverso, consciente de que nunca le clavará una flecha, pero DE todos podría ser el que más lejos llegara.
Pero de igual manera, un politiquito mesiánico, un histriónico, un payasito, un protagónico.
Algunos conocerán su doble identidad. Por ejemplo, cuando tiene poder político suele caminar de una manera, todo inflado e inflamado. Dueño del mundo. Señor de señores. El mandamás. Odorico Cienfuegos.
Pero cuando está sin poder, sus ojos pierden la luz y el fuego. Y es un rey destronado. Hernán Cortés llorando en las higueras de “El árbol de la noche triste”.
Ahora, sin embargo,
levita. Anda en viaje esotérico. Y aun cuando está canijo el PRI pueda
resucitar pronto, antes de que el gallito cante tres veces, su presidente en
Veracruz actúa como un gallito de pelea en el rancho atrás de “la flor más
bella del ejido”.