Luis Velázquez
07 de junio de 2021
El Papa Francisco, el primero originario de América Latina en el Vaticano, asestó un manotazo contra los ministros de Dios pedófilos. Pero fue, lástima, un manotazo… a medias.
Por ejemplo:
Incluyó en el Derecho Canónico, que rige la vida de los sacerdotes, presbíteros, obispos, arzobispos, cardenales, Papas y monjas, anexos y conexos, los delitos de pederastia y posesión de pornografía infantil… y que, caray, millonario dinerito en euros y dólares ha significado para las finanzas de la iglesia católica, apostólica y romana en indemnización a las víctimas.
Jugada maestra, porque significa que los curitas pederastas serán juzgados por la ley de la iglesia en vez de que sean procesados por el Derecho Penal de cada país.
Más aún, condenados a la cárcel donde y por lo regular se aplica la famosa Ley de Talión de “ojo por ojo, diente por diente” y violación por violación.
Incluso, así, con tal jugada diplomática, digamos, para acallar las protestas en el mundo, hasta pueden enviar a un monasterio a los pedófilos como fue el caso del padrecito Marcial Maciel tan protegido por Juan Pablo II y Benedicto XVI, solo, únicamente porque ingresaba millonarios recursos al Vaticano.
Lo más temible de la reforma de Francisco al Derecho Canónico es que los pedófilos serán acreedores a una expulsión de la iglesia y en donde, acaso, quizá, cuando estén fuera del paraíso terrenal, la ley civil podría aplicarse, siempre y cuando las víctimas y los familiares de las víctimas, tratándose de menores, interpongan denuncia.
Si es así la mecánica y el procedimiento, entonces, súper.
Más, mucho más cuando se trata de menores, y por añadidura, de seminaristas menores de edad.
Y aun cuando la reforma al Derecho Canónico establece que las víctimas serán indemnizadas por “las heridas causadas por la debilidad humana” de los curitas (¡Hosanna, hosanna!), un violador, un pedófilo, un pederasta, sea curita o civil, merece la cárcel para cumplir su destino inevitable de una violación multitudinaria.
ANTE TODO, LA JUSTICIA TERRENAL
La justicia terrenal ha de predominar siempre encima de la llamada justicia divina.
Y por eso, todo ministro de Dios pedófilo ha de entregarse a la justicia para ser llevado a proceso penal.
Primero, porque resulta inverosímil que en nombre de Dios y con la sotana puesta y el crucifijo colgando del pecho, un curita seduzca a un menor de edad.
Segundo, porque se trata de una alta traición de un sacerdote a su Ser Superior. Pero más, mucho más, a los jerarcas de la iglesia. En todo caso, alta traición a su investidura.
Tercero, porque son abusos sexuales cometidos una y otra y otra vez como han contado las víctimas, tanto niños parroquiales como seminaristas.
Cuatro, porque durante toda la vida los jerarcas de la iglesia se han confabulado para blindar al curita pedófilo.
Cinco, porque el Vaticano ha gastado millonaria fortuna en dólares y euros para indemnizar a las víctimas.
Seis, porque en la mayor parte de los casos, las víctimas han necesitado interponer denuncias penales para ser escuchadas.
Bastaría referir un dato escalofriante:
De los años 1946 a 2014, en Alemania fueron víctimas de abusos sexuales por sacerdotes un aproximado de 3 mil 677 niños según la investigación de un consorcio de derechos humanos.
En el año 2019, la iglesia de Polonia fue acorralada y debió aceptar que unos 400 clérigos habían abusado de niños.
Por eso mismo, el Papa Francisco se quedó corto con incluir la pedofilia como delito en el Derecho Canónico.
La única actitud digna, filosofía de vida de la iglesia bajo su mandato, es el proceso penal a cualquier ministro de Dios, sea del nivel o categoría o jerarquía que sea.
CURAS Y MONJAS CASADOS
Los expertos plantean que una posibilidad de disminuir la pedofilia sacerdotal es permitir la boda de los curitas y hasta de las monjas y sepultar el celibato para siempre.
Y es que teniendo pareja, la bilirrubina sexual de los ministros de Dios pueda canalizarse, pues, y por ejemplo, nunca en el relato bíblico se escucha hablar de que los doce apóstoles, incluidos Judas y sus traiciones, eran pederastas, pues en la mayor parte de los casos estaban casados.
Y aun cuando la apóstol número trece, María Magdalena, había estado casada, se trató de la primera víctima del machismo en el mundo pues tenía una pareja que a cada rato la tundía, lleno de celos, y más, cuando emborrachaba.
Desde San Pedro, el primer Papa en la historia de la iglesia, a la fecha, la iglesia ha tenido 264 (doscientos sesenta y cuatro) Sumo Pontífices, y la pedofilia de los ministros de Dios ha caminado convirtiéndose en un gravísimo pendiente moral, ético y social, y ninguno ha podido controlar la pasión descarrilada.
El sexo mueve al mundo decía Sigmund Freud y debilidad humana es debilidad humana dijo el Papa Francisco, incluyendo a los Borgia.
Sí, claro, lógico, pero nunca al precio que siguen pagando los niños católicos y los seminaristas.