Luis Velázquez
01 de mayo de 2021
Si las promesas y esperanzas que los partidos políticos y sus candidatos ofertan a los ciudadanos de a pie aterrizaran en los hechos, entonces, ninguna duda, ajá, de que pronto la estaremos en el paraíso terrenal, en la tierra prometida, en el Edén.
Por ejemplo, todos sin excepción vendiendo la esperanza de una mejor calidad de vida, empleo seguro y pagado con justicia social y con prestaciones, calidad educativa y salud de primera, garantizada la seguridad en el diario vivir, la procuración de justicia rápida, pronta y expedita y el gran desarrollo humano.
Es decir, el bienestar básico que un ser humano necesita para alcanzar la dicha y la felicidad en la tierra.
De hecho y derecho, si Alejandro de Humboldt descubrió en el siglo XVIII que el país era pródigo en recursos naturales, por un lado, y con la peor desigualdad económica y social de América Latina, ahora, con las campañas de los candidatos a gobernadores, diputados federales y diputados locales y presidentes municipales, la utopía, la quimera, el sueño, la ilusión social, a punto de aterrizar en la adversa, ruda y dura realidad avasallante.
Habrá, claro, televidentes que tengan prudencia y mesura y paciencia para mirar y escuchar los anuncios de los partidos políticos ofreciendo una vida superior como si se estuviera al lado del Ser Superior en el cielo.
Pero habrá, sin embargo, quienes de plano cambien de canal buscando una película mexicana en blanco y negro (las mejores) o se remitirán a una telenovela.
Y es que luego de doscientos once años de la guerra de Independencia y unos 150 de la guerra de Reforma y ciento diez de la Revolución, el INEGI exhibe a las tribus políticas que han estado encaramadas en el poder:
Uno. 6 de cada diez habitantes del país en la pobreza, la miseria, el desempleo y la jodidez.
Dos. Uno de cada tres jefes de familia lleva el itacate y la torta a casa con el ingresito derivado del changarro en la vía pública vendiendo picadas, gordas, tortas, tacos, garnachas y tamales y refresco de cola y cafecito de olla.
Tres. Medio millón de habitantes tan solo en Veracruz hacen dos comidas al día, y mal comidas, debido a la precariedad vivida.
Cuatro. Treinta millones de mexicanos como migrantes, y sin papeles, en Estados Unidos. Veracruz, aportando un millón.
Cinco. Cada vez el desempleo multiplicado. Acelerado con el COVID.
Entonces, con una realidad flamígera como la anterior, resulta una ofensa, una bofetada social, una grosería, incluso una humillación, que los partidos políticos lancen anuncios televisivos garantizado que si votan por ellos y sus candidatos el paraíso terrenal estará a la vuelta de la esquina.
Se trata de la peor pandemia en la historia del país repetida en cada proceso electoral.
CANDIDATOS CON DIARREA VERBAL
Se ignora el número de televidentes que crean y tengan fe, fe ciega, lealtad ciega, lealtad perruna, en los partidos políticos.
Pero, caray, más habrían ganado, por ejemplo, si contrataran, digamos, a los diseñadores y creativos del anuncio de la Coca-cola que cada año deslumbra, hipnotiza y seduce por la finura, exquisita finura y elegancia y buen gusto, gusto exquisito, de sus anuncios.
Más cuando los ciudadanos de a pie, las familias, estamos hartas de tantas promesas (incumplidas, por lo general) de los políticos.
Más cuando en cada sexenio aparecen nuevas fortunas familiares, nuevos ricos, políticos enriquecidos a la sombra del poder, y la población sigue igual de jodida, pues pobre nació, pobre vive y pobre morirá.
Más cuando en el anuncio televisivo los partidos se rafaguean como si se tratara de un bombardeo nuclear mostrándose como los enviados de Dios para salvar la tierra, dándose absurdos “golpes de pecho”.
En cada campaña, a los partidos políticos sufren un ataque despiadado de diarrea mental. Incontrolable. Fuera de sí que con ningún medicamento es sanado.
Por el contrario, conforme pasan los días de la campaña más mesiánicos se van volviendo, llegando a creerse los Hijos de Dios en la Tierra y hasta siervos de la nación; iluminados, se declaran.
Y cuando se sientan en la silla embrujada del palacio municipal y de gobierno y en las curules locales y federales terminan enloquecidos como decía Eufemio Zapata, el hermano menor de Emiliano Zapata, el Caudillo del Sur, pues la silla a todos marea y, por eso mismo, Eufemio la confundió con una silla de montar caballos briosos.
Desacreditados los políticos encargados, ajá, de gobernar y conducir a la población a estadios de dignidad humana.
Y los policías (encargados de garantizar la seguridad en la vida y los bienes).
Y los reporteros (encargados de informar de los hechos apegados a la verdad, simple y llanamente, a la verdad).
Por fortuna, los policías ni los reporteros (que hay casos) andan en campañas electorales como candidatos vendiendo esperanzas vanas, ruines y atroces.