Luis Velázquez | El Piñero
08 de abril de 2021
La Encuesta Nacional de Cultura Cívica (ENCUCI) “puso los dedos en la llaga purulenta”. En México hay discriminación. Las clases sociales (altas, medianas y bajas) son la causa principal, el punto de partido. Los ricos con los ricos y cada vez más ricos. Los pobres con los pobres y cada vez más jodidos. 6 de cada diez habitantes del país, en la miseria y la pobreza.
Años anteriores, un par de reporteras se disfrazaron de inditas y se presentaron en varios hoteles de 5 estrellas solicitando una habitación. En todos se los negaron, a pesar de que mostraron el billete, y suficiente y de sobra, para pagar por anticipado y gastar, turistas que se definieron.
Gabriel Careaga, el famoso sociólogo maestro emérito de la UNAM publicó un libro donde demuestra que unos son los ricos de abolengo y prosapia y otros los nuevos ricos.
Y los ricos con fortunas familiares, de varias generaciones, jamás aceptan a los ricos sexenales, digamos. Los podrán masticar. Pero nunca permiten que formen parte de su primer círculo de amigos y cercanos.
Hay escuelas para niños con padres ricos y escuelas para niños con padres pobres y limitados, que viven, digamos, a la quinta pregunta.
En las escuelas públicas y privadas, los niños, incluso, de clase media, hacen sus grupitos y excluyen a los compañeros de clase baja.
Es más, el famoso bullying en las escuelas tiene su origen en la discriminación. Unos niños se sienten más que otros. Por ejemplo, empezando por el color de la piel, piel blanca y piel oscura, siguiendo con los niños que llegan en automóvil a la escuela y quienes llegan caminando, de los niños delgados, de clase alta y mediana, a los niños gorditos, de clase baja.
La discriminación está en el ADN del mexicano y, claro, en todos los pueblos del mundo.
Nunca será igual el trato de un egresado de Harvard, por ejemplo, a un egresado de la universidad pública.
VENGANZA DE LOS POBRES CONTRA LOS RICOS
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Cultura Cívica, luego de la clase social como factor de discriminación está la forma de vestir.
Nunca una persona vestida con ropa de marca, hasta la interior, trata igual a otra vestida con ropita sencillita y modesta, incluso, visiblemente comprada en el tianguis o en el mercado popular. Incluso, adquirida en Chedraui, unas chanclitas, por ejemplo.
Jamás será igual el trato de una persona con Rox Rolex y automóvil de lujo, último modelo, a quienes usan un relojito de 300 pesos comprado en un puestecito en el mercado popular y manejando un viejo y destartalado Volkswagen, por ejemplo.
El simple hecho de que un estudiante escriba en el salón de clases con una pluma Mont Blanc lo hace sentir superior a quien utiliza un bolígrafo de diez o quince pesitos.
Es más, en la alberca y en la playa, luego enseguida se captan y registran las clases sociales. Una chica con un lujoso y costoso traje de baño se cree y siente superior a una muchachita con un trajecito de baño modesto y sencillo.
Por eso, y entre otras razones, el escritor Carlos Monsiváis tenía frase célebre, memorable, citable y recordable, y favorita: “Los ricos me chingan por su dinero, pero yo me lo chingo por mi inteligencia”.
Un día, un riquillo le pidió le escribiera el prólogo de un libro que había escrito. Monsiváis le dijo: “Lo siento. Te haré daño. El libro se leerá por el prólogo, no por el contenido”.
Una tarde, Monsiváis invitó a comer en su casa a sus amigos escritores y a Carlos Slim Helú, el nombre más rico del país.
Luego de comer los invitó a ver una película en su oficina modesta y sencilla donde tenía un cine.
Y en tanto miraban la película, uno de los trece gatitos de Monsiváis se orinó encima del traje de Slim que había dejado en un mueble de la sala.
Y cuando el gatito se orinaba un amigo de Monsiváis iba al baño y lo miró. Y sonrió, pitorreándose.
Luego, contó a los amigos y les dijo como sentencia bíblica: “Fue la venganza de la clase proletaria contra los ricos”.
CASTAS SUPERIORES
La discriminación es canija. Está en el ADN en todos los pueblos del mundo. Más, si se considera que sentirse y creerse superior a los demás forma parte de la naturaleza humana.
Claro, en el otro extremo del planeta, la discriminación es mucho peor. Por ejemplo, en el Medio Oriente donde las mujeres acusadas de infidelidad son enterradas del cuello para abajo dejando la cabeza a ras del piso para agarrarla a pedradas hasta su muerte.
Y aun cuando las guerras tribales que solían darse en el sur de Estados Unidos con la xenofobia, el racismo y la segregación, contadas en las novelas de William Faulkner, Premio Nobel de Literatura, formaran parte del pasado escabroso, de cualquier manera siguen dándose en menor proporción, pero, y por desgracia, igual de intensas.
Por ejemplo, los policías blancos de Estados Unidos matando en la vía pública a la gente de color.
En México, la discriminación viene, primero, de los ricos contra los pobres; después, de la gente que sin ser rica es arrogante, soberbia, altiva, y así trata a los demás, siempre, a los inferiores porque ante los iguales o superiores se doblegan y hasta arrodillan.
Luego, y ni se diga, los políticos encumbrados suelen caer en un trato lleno de menosprecio y desdén, creyéndose enviados de un dios para salvar a la tierra.
Hay bullying en la vida cotidiana y las escuelas porque los otros se sienten y creen superiores.