Luis Velázquez | Escenarios
25 de junio de 2021
UNO. Experiencia erótica
Gracias al COVID, muchos hombres vivimos la experiencia más erótica y volcánica de la vida.
Y es la siguiente: nada más erótico que tender la cama cada día y luchar contra las sabanas para que ninguna arruguita quede en la superficie y parezca una mesa de billar.
Ninguna vivencia más erótica como agarrar la escoba todos los días y barrer la casa completa. Recámaras, pasillos, sala, comedor, antecomedor, cocina.
Y luego, la parte más sublime como pasar jerga y meter la jerga en la cubeta con agua y luego aprender a escurrirla y a seguir restregando los pisos.
DOS. Súper viaje lúdico
Otro episodio sensual es aprender a guisar.
Incluso, levantarse temprano, antes del amanecer, y preparar el desayuno, y hasta echar tortillas a mano con maíz blanco, y a la hora conveniente llevar el itacate a la pareja todavía en la cama sumida en el viaje onírico.
Y despertarla con el cafecito humeante.
Luego, claro, y en el viaje erótico de cada día prender la lavadora y a lavar la ropa del día con día para evitar se junte porque, entonces, la persona se llena de nervios y pone de mal humor.
TRES. Barrer la calle
En la tarde, cerrar el ciclo erótico y planchar con alegría y entonando una que otra cancioncita escuchada en la radio prendida a todo volumen.
En las semanas y meses del COVID, Héctor Fuentes Valdés, jubilado de 75 años, se ha puesto el delantal para gozar la experiencia erótica y tres veces a la semana sale a la banqueta y la calle a barrer y a regar las plantitas porque el sol canicular está duro y rudo.
Entonces, platica con las trabajadoras domésticas vecinas y siguen construyendo una amistad fraternal y solidaria.
CUATRO. Papeles invertidos
Gracias al COVID, los papeles entre mujeres y hombres se han invertido. La mujer descansa de las tareas del hogar y el hombre entra a la talacha.
Y lo mira, siente y percibe como un viaje afrodisiaco, digamos, como cuando hacia el final de sus días Ernest Hemingway gustaba cambiar los roles con su pareja y prefería ser la mujer en la alcoba y ella el hombre, quizá, trauma de la infancia cuando su mamá lo vestía con ropita y zapatos de mujer y hasta aretes con bucles.
CINCO. El sentido de la vida
En ningún momento se trata de una transfiguración biológica tipo Gregorio Samsa, el hombre de Franz Kakfa al que convierte en insecto una mañana al despertar.
Simplemente, es una vivencia, experiencia descomunal, buscando el sentido de la vida a las cosas sencillas, entre otras cositas, para nunca aburrirse con el cuartelamiento vivido.
SEIS. Reinventarse…
Más todavía, y para redondear su experiencia más erótica de la vida ha pedido a su pareja invite a sus amigas una tarde pastelera en casa y él se encargará, además de guisar, de servir a cada una de ellas.
Ellas, inamovibles en la mesa.
Nadie piensa se entienda, digamos, como el filme “Los 41”, aquel bailongo de igual número de gays y bisexuales en el Porfiriato, entre ellos, el yerno de don Porfirio, Ignacio de la Torre.
Por el contrario, es un viaje erótico y onírico y esotérico si se quiere donde gracias al COVID el hombre se redescubre y halla nuevas razones para caminar contento y alegre cada día.
La talacha en casa como un viaje al fondo de la tierra. O del océano, como Nemo. O al espacio, con Julio Verne.
