Redacción El Piñero
Tuxtepec, Oaxaca.- Así quedó un puma en la orilla del asfalto, olvidado y brutalmente silenciado, su cuerpo como un reclamo mudo en la carretera federal 147. Esa misma cinta de concreto que une a Tuxtepec con el Istmo de Tehuantepec se convirtió en el escenario de una tragedia silenciosa.
Este jueves, en el tramo que va de Ojo de Agua a San Felipe de la Peña, apareció el cuerpo de este Puma concolor, una de las últimas criaturas de su especie en esta región, cuya muerte ahora es un retrato incómodo de cómo el avance del hombre devora hasta lo más escurridizo de la naturaleza.
Las autoridades, esas mismas que solo atinan a describir el incidente, no saben a qué hora ocurrió el impacto. Tampoco hay testigos, ni cámara alguna que atestigüe el momento en que el felino fue golpeado y quedó inmóvil en la orilla del camino, a unos metros de donde los camiones y autos rugen y pasan sin mirar.
Este no es un puma cualquiera. Es uno de los pocos que aún sobreviven en las tierras de la Chinantla, en la Cuenca del Papaloapan, una región que resguarda los últimos vestigios de biodiversidad en un mundo donde la fauna parece cada vez más una historia lejana. Los viejos dicen que el puma es el guardián de los secretos de la selva, que su presencia es señal de que aún hay algo que merece respeto. Pero hoy, este guardián yace inerte, víctima de la velocidad humana y de la indiferencia de quienes avanzan sin detenerse a pensar en lo que dejan atrás.
Ahí queda el puma, y queda también la pregunta en el aire: ¿hasta cuándo podremos ignorar el rugido sordo de nuestra propia negligencia? En el horizonte, solo queda el eco de un camino que avanza, como nosotros, siempre hacia adelante, sin mirar lo que deja en el olvido.