Luis Velázquez | Barandal
10 de julio de 2021
ESCALERAS: Benito Juárez favoreció a sus tres yernos con cargos públicos, viviendo todos en Palacio Nacional.
Francisco Ignacio Madero encumbró a su hermano Gustavo como Ministro Sin Cartera y diputado federal y hasta un periódico le financió, Nueva Era, que para defenderlo.
Plutarco Elías Calles impuso a un hijo de gobernador de Nuevo León y a otro hijo como diputado federal y Ministro.
Manuel Ávila Camacho, presidente de la república, empujó la carrera política de su hermano Maximino, Ministro sin Cartera y gobernador de Puebla. Cacique.
PASAMANOS: Carlos Salinas abrió la puerta de palacio nacional de par en par a su hermano Raúl. “El hermano incómodo” le llamó el semanario Proceso en portada.
Ernesto Zedillo permitió que un hermano hiciera negocios por todos lados. Incluso, hasta construyendo casitas Infonavit.
Vicente Fox permitió negocios de sus hermanos e hijastros, los hijos de Marta Sahagún.
Entre tantos otros.
El antecedente histórico, entonces, lo reitera y expresa con ardor tropical.
Basta y sobra que un hermano, un padre, se encumbre con el poder político, el poder público, el poder sexenal, para que la familia se saque el Premio Mayor de la Lotería y sin jugarlo.
CORREDORES: Y es que, en automático, los padres, los hermanos, los primos, los tíos, los vecinos, los conocidos, y hasta las barbies, del político en turno, el destino económico de todos alcanza la parte más alta de la pirámide social.
Digamos, y a tono con la canción favorita de Paquita la del barrio, “un cheque en blanco”.
Así, igualito, fue en el priismo y el panismo y el perredismo y en MORENA con la 4T, anexos y conexos.
La sangre es la sangre. Y la sangre siempre llama…
BALCONES: Incluso, así los hermanos sean un montón, como decía el líder estatal de MORENA, coordinador le llaman, que nadie pelee “porque hay más de dos mil cargos públicos para repartir”.
Más que un nuevo sexenio para empujar el bienestar social de los jodidos y la gente en la miseria y la pobre, se trata de un sexenio familiar, donde, igual, igualito que el lema de tienda comercial, “La familia es primero”.
PASILLOS: Todavía más. Basta y sobra que el hermano de un gobernador camine en la vida alardeando de tal medalla, presea, título de nobleza, para que en automático, muchos ciudadanos de a pie y en coche lo busquen.
Ya para el favorcito de una plaza y/o una “aviaduría”. Ya para una concesión. Ya para la asignación de una obra pública. Ya para una sociedad anónima, por ejemplo, con una constructora sexenal. Ya para empresas fantasmas. Ya para aliarse y otorgar “el moche”.
Ningún límite, pues, existe de por medio para usufructuar las mieles del poder. Primero, de la familia. Y segundo, de los amigos.
Un hermano decía al hermano político: “A mí… nomás ponme donde hay”.
VENTANAS: Toda la vida pública ha sido así en el país, y por añadidura, en Veracruz.
Es más, desde el relato bíblico quedó constancia. Los jefes tribales heredaban al poder a los hijos. Y entre los hijos se distribuían los cotos y las parcelas. Y el poder se heredaba de un hermano a otro.
Por eso, y entre otras razones, el partido tricolor, que todo lo tuvo, y sin medida, fue hundiéndose poco a poco en el ánimo social, pues en cada sexenio aparecían nuevas familias enriquecidas, y lo peor, en medio de la impunidad atroz.
José López Portillo lo dijo con cinismo: “La corrupción somos todos”.