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Familias huyen de Tlapacoyan

El Piñero


•Alcaldesa panista/perredista dice que gente de dinero y que eran buenos empleadores se han ido, huyendo de la violencia
•Un empresario, exalcalde, intentó poner una nueva gasolinera, pero en tres ocasiones que deseó abrir el negocio fue visitado por los extorsionadores
•Las víctimas no denuncian, pues los malosos amenazan con ir por padres, hermanos y esposa de los afectados y lo cumplen
•Tres homicidios de mujeres expuso el infierno que se vive en silencio en el municipio prominente productor de plátano dominico y de secuestrables

Ignacio Carvajal/Enviado Tlapacoyan

blog.expediente.mx

Con casi 60 mil habitantes, Tlapacoyan no figura en nada dentro de los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Para el organismo que mide la incidencia de secuestro, extorsión y homicidios, este municipio del norte del estado, muestra una muy baja estadística de violencia.

Sin embargo, la semana que pasó fueron asesinadas tres mujeres y el pueblo se amotinó y tomó la carretera.

Los pobladores cuentan que ese descontentó se mezcló con el miedo y el hartazgo, pues pese a que Tlapacoyan no representa un foco rojo para las autoridades, lo cierto es que las cosas si pasan y con frecuencia.

Constantemente hay secuestros.

Es plática diaria en las plazas y las comidas, el nuevo empresario secuestrado.

Así como la nueva víctima de extorsión.

O el negocio que se suma a la lista de los que deben cerrar las puertas por el acoso de los maleantes que piden la cuota.

O el hijo o esposa del productor ya sea de plátano o de cítricos asesinado en un intento de secuestro o extorsión.

La realidad es que en Tlapacoyan, el delito que más dolor y temor causa, es el secuestro, así lo reconoce su Presidenta Municipal, Ofelia Jarillo Gasca, del PAN-PRD.

Sin embargo, los pobladores no denuncian, pues las bandas de secuestradores han ejercido un duro control por medio del miedo.

“Les dicen que si denuncian, siguen sus hijos o su esposa, que por eso tienen la información de donde se ubican”, dice.

Las víctimas de secuestro, relata, llegan a su oficina después de vender coche, parcelas y malbaratar otros bienes, “vienen a llorar, pero no quieren poner denuncia”.

Es un fenómeno que se da desde el 2010, expresa, cuando en la región se comenzaron a asentar los cárteles de la delincuencia.

“Creo que Tlapacoyan les gusta porque tiene muchas salidas”.

Se puede ir a Puebla, a Martínez de la Torre, a Xalapa o a Plan de Arroyos.

Estratégicamente ofrece rutas de escape nada despreciables para los delincuentes.

La alcaldesa comenta que la situación por la inseguridad es tan crítica en Tlapacoyan, que de 30 a 40 familias de potentados se han marchado.

A casi todos les tocó vivir un escenario de violencia, un secuestro o la pérdida de un ser a mano a causa de la violencia.

Esas personas -reconoce- eran gente de dinero, que generaban empleos con sus negocios y ahora se marcharon, quedando una situación compleja para la ocupación de los pobladores.

Además, lo peor, el precio del plátano dominico, el producto del campo emblemático de Tlapacoyan, por los suelos.

Lo pagan a menos de 50 centavos el kilo.

En algunos casos, los productores prefieren dejarlo echar a perder.

Todo esto ha generado un caldo de cultivo donde la delincuencia ha encontrado mano de obra y víctimas para reforzar sus engranes.

Ya que además, Tlapacoyan ya ahora es una capital de la migración, donde mes con mes parten camiones llenos de jóvenes en busca del sueño americano.

La estimación más discreta de la edil es de unos 5 mil chicos que al año se marchan al norte.

Lo que se va quedando en el pueblo, es la gente que se aferra a las raíces y quienes no se pueden ir.

El anterior alcalde, Enrique López, se tuvo que ir del pueblo.

Él es importante empresario gasolinero en el norte.

Quiso abrir una franquicia más, pero la mafia lo fue a ver para pedirle la cuota.

Las tres ocasiones que ha intentado echar andar la construcción de la nueva gasolinera, los malos lo han visitado y le piden.

Mejor puso tierra de por medio y abandonó el pueblo.

Y como él, afirma, son de 30 a 40 potentados quienes ya no viven acá por la inseguridad latente.

Ella misma -rememora- vivió un hecho violento de cerca, cuando logró bajar, con otros compañeros productores de plátano, un apoyo para montar una empacadora, la cual además de generar empleo, serviría de contrapeso contra las empacadoras.

Todo iba muy bien, el proyecto era prometedor a largo plazo y la economía en la ciudad sería equilibrada.

Pero “comenzaron amenazar y extorsionar y no es posible darles lo que piden, pues piden más de lo que ganan, y decidieron ya no participar”.

Reconoce que ella se acaba de enterar del caso de un amigo productor de plátano  a quien le secuestraron y mataron un hijo.

El medio de enterarse de esos casos, expresa, son redes sociales o pláticas de boca en boca. En la mayoría, las víctimas cargan con el dolor antes de ir a cumplir ante la autoridad y poner la denuncia.

“Si no hay denuncias, no podemos hacer nada”, lamenta.

Tan metido está el secuestro en la región, que el gobierno de Veracruz ofrece hasta un millón de pesos por información para capturar a Jalit Cano Parra, alias “El Mamer”, cuya banda suma numerosos secuestros. El último se documentó en Martínez de la Torre en días pasados. De esa banda, las autoridades han apresado a unos 13 miembros.

Al tomar el gobierno en enero pasado, recordó, sólo contaba con unas cuantas patrullas y todas descompuestas.

Los policías municipales, de plano, ni balas tenían.

Actualmente ya cuenta con nueve patrullas y 65 elementos de la policía municipal. Su plan es construir poco a poco la institución saqueada  y abandonada por pasadas administraciones.

A raíz de las protestas por los homicidios de mujeres, reconoció, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares le mandó más elementos para reforzar. La alcaldesa reconoce la labor del gobernador, pero es necesario un gran esfuerzo de la sociedad para superar esta crisis.

Por su parte, afina, sigue tocando puertas con autoridades federales, Marina, Ejército, PF, para bajar seguridad a su cabecera.

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