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Fans de Heberto Castillo, el apóstol de AMLO en Veracruz

El Piñero

  • Una vida de izquierdoso

Escenarios

Luis Velázquez

Veracruz.- UNO. Políticos se inventan un pasado

Los políticos encumbrados tienen a inventarse o magnificarse un pasado trágico, duro, ríspido, soñando un mundo color de rosa.

Y el góber electo ha entrado al romanticismo político. Y necesita ya un biógrafo.

Javier Duarte, por ejemplo, se inventó que vendía pan que él mismo horneaba a las 4 de la mañana y caminaba en la ruta de Omealca a Tezonapa de casa en casa.

Fidel Herrera Beltrán se inventó que vendía tamales en la Cuenca del Papaloapan.

Patricio Chirinos Calero fue soldado raso, en tanto Miguel Alemán Velasco nació en pañales de seda.

Plutarco Elías Calles fue profesor y al mismo tiempo, para nivelar el sueldo, cantinero en un antro de mala muerte en Sonora.

Pancho Villa hirió al hacendado cuando quiso ultrajar a su hermano, huyó y se volvió un gatillero.

Adolf Hitler fue payaso en un parque público de Austria.

José Stalin fue aborrecido por Lenin y Trostky.

Evo Morales, presidente de Bolivia, cuando era niño levantaba las propinas que los turistas tiraban a su paso por el pueblo desde el autobús de pasajeros.

Ernesto “El Che” Guevara fue fotógrafo polaroid en la Villa de Guadalupe.

Luzbel sintió envidia de Dios, se rebeló y formó su reino en el infierno.

El góber electo de Veracruz también ha entrado en la estratósfera política.

 

DOS. El apóstol de AMLO

 

Lo cuenta el corresponsal de Proceso en Veracruz, Noé Zavaleta, en el número 2175.

A los 17 años de edad, cuando cursaba la prepa en Xalapa, el góber electo conoció a Heberto Castillo Martínez, el gran líder moral del movimiento estudiantil del 68, perseguido por Gustavo Díaz Ordaz huyendo de casa en casa.

Y luego de que le prohibieran a Heberto un mitin en plaza Lerdo, de Xalapa, y se refugiara en el barrio Xalitic, el góber electo lo siguió, digamos, como alguno de los doce apóstoles a Jesús o como san Pablo en la revelación mística camino a Damasco.

Luego, cuando en una gran decisión democrática llena de madurez cívica y personal Heberto declinara su candidatura presidencial en 1988 a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, el góber electo sintió “su primera incomprensión ideológica”.

Todavía faltaba mucho, claro, para entender la elevadísima misión cívica de Heberto, pero él siguió como su apóstol.

Muchos años después fue vocero de Andrés Manuel López Obrador, 2006, de pueblo en pueblo, de ranchería en ranchería en Veracruz, porque Televisa cerraba el espacio a AMLO.

En una camionetita vieja y destartalada, el góber electo llevaba la esperanza de AMLO.

Incluso, igual que los gitanos exhibía en las tardes y noches el documental “El fraude México 2006” del cineasta Luis Mandoki.

Y de paso, exhibía videos de AMLO en sus mítines en Veracruz.

El apóstol más ferviente del tabasqueño, pues Heberto Castillo había quedado en el panteón cívico.

Un joven, el góber electo, luchando solo, quizá acompañado con uno que otro fan, contra el mundo priista.

 

TRES. Del PRD a MORENA

 

Fundó el PRD en Veracruz, tiempo cuando de igual modo que los priistas y panistas imberbes y novatos pegaba carteles y propaganda de AMLO en bardas, postes y autobuses.

Y cuando Rogelio Franco Castán ascendió a la presidencia del PRD y volvió rojo fidelista al partido, entonces, antes, mucho antes de que el barco amarillo se hundiera, se tiró del barco en altamar, y soñó con otra utopía, la de AMLO.

Además, sus padres, dice el biógrafo, eran militantes de la izquierda radical y de ellos también aprendió la felicidad total y absoluta de la izquierda cuando los acompañaba en los mítines, luchando, claro, contra el sistema político tan exitoso del PRI.

Fueron años con vientos desfavorables como cuando la profe Gloria Sánchez se convirtiera en la primera mujer candidata a gobernadora de Veracruz por un partido de oposición, el PMT.

Y los García Jiménez empujando la carreta con todo.

AMLO tenía 40 años de perforar el surco de la izquierda en el país desde Tabasco cuando el góber electo tenía apenas, apenitas diez años, pero desde entonces, en vez de Superman y Batman y Robin su héroe era el tabasqueño quien a los 20 años de edad coordinara la campaña electoral del poeta Carlos Pellicer a Senador de la República y varios años después encabezara caminatas de Tabasco a la Ciudad de México al frente de una legión indígena.

 

CUATRO. La silla embrujada de palacio

 

Duarte vendió pan y Fidel Herrera tamales para sobre(vivir) en casa, pero el góber electo de Veracruz nutrió la adolescencia y la primera juventud en la lucha política.

Ahora, con una carrera pública mínima, bastó la diputación federal para que AMLO lo ungiera candidato a la silla imperial y faraónica del palacio de Xalapa en dos ocasiones y en la última ganara.

Tarea descomunal que por lo regular cuesta a la mayoría de políticos toda la vida y a veces la vida toda resulta insuficiente para rozar el cielo con los dedos.

Pero el góber electo ya entró, en tan poco tiempo, a la leyenda popular.

Será el primer gobernador de izquierda en sentarse en la silla embrujada de Xalapa, la mismita que Emiliano Zapata quiso incendiar cuando entrara con Pancho Villa al Palacio Nacional porque origina pasiones desbocadas, irracionales, desquiciadas y fatídicas.

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