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Felipe tenía 8 años y ya quería ayudar a su familia. Sus sueños se durmieron con él en Texas, EU

El Piñero

 

Por María García Arenales

Ciudad de México, 5 de enero (ElDiario.es/SinEmbargo).– Cuando se nace en Yalambojoch, una de las zonas rurales más empobrecidas y remotas de Guatemala, la idea de migrar es omnipresente. Se habla de ello en casa, en las iglesias, en cualquier reunión social, y por supuesto, en las escuelas. Lo explica Felipe Gómez, quien además de ser uno de los nueve profesores en esta aldea de población indígena con cerca de mil habitantes, es primo del niño guatemalteco del mismo nombre que murió el pasado 24 de diciembre en un hospital de Texas, Estados Unidos.

Felipe, de ocho años de edad, había sido detenido días antes cuando trataba de llegar con su padre a Estados Unidos. Allí se iban a reunir con otros familiares que previamente habían emigrado desde Guatemala en busca de un futuro mejor.

“Los niños escuchan hablar de migración desde que son pequeños en la escuela y escuchan historias de otros migrantes. Felipe sabía que el trayecto es peligroso, aunque estaba ilusionado por poder brindar apoyo a su familia, quienes se quedaban en la aldea. Él quería ayudarlos para que pudieran salir adelante”, cuenta a Eldiario.es el familiar del pequeño, quien lo describe como un niño “muy activo”, cuyo sueño era “seguir estudiando”.

DESDE YALAMBOJOCH A UN CENTRO DE DETENCIÓN

El pasado 14 de diciembre, junto a su padre Agustín, dejó Yalambojoch, en el departamento de Huehuetenango, al noroeste de Guatemala. Cuatro días después, ambos fueron detenidos por las autoridades migratorias de Estados Unidos cuando intentaban cruzar a ese territorio sin documentación legal desde la frontera con México. El 24 de diciembre, el niño fue ingresado en un hospital de la ciudad de Alamogordo al tener tos y fiebre, pero tras recetarle medicamentos recibió el alta. Al cabo de unas horas empeoró y comenzó a tener vómitos. Los agentes migratorios aseguran que lo llevaron de vuelta al hospital, donde declararon su muerte a las 23:48 horas.

Su fallecimiento se suma al de la niña Jakelin Caal, quien murió deshidratada el 8 de diciembre también bajo custodia de las autoridades migratorias estadounidenses. Según el informe médico de la Oficina de Investigación Médica de Nuevo México, la autopsia realizada a Felipe Gómez dio positivo en influenza B, virus causante de la gripe que puede provocar infecciones graves en las vías respiratorias, si bien los médicos no han señalado que esa sea la principal causa de la muerte del menor y habrá que esperar a los resultados de nuevas pruebas.

Ante esta situación, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés) ha asegurado que realizará revisiones médicas de todos los menores migrantes que se encuentran bajo su custodia. El domingo, el director de esta oficina, Kevin McAleenan , dijo en un programa de la canal estadounidense ABC que los agentes “hicieron todo lo que pudieron para salvar las vidas” de ambos menores en cuanto manifestaron síntomas de enfermedad, según recoge Europa Press.

La noticia ha desencadenado una ola de críticas a las políticas de control fronterizo del país norteamericano. Carlos Eduardo Woltke, defensor de la población desarraigada y migrante de la Procuraduría de los Derechos Humanos de Guatemala, considera que la forma de atender a los niños y niñas migrantes por parte de Estados Unidos “no tiene en cuenta regularmente sus necesidades especiales de protección”. “No verifican las condiciones en las que llegan, por lo que si tienen algún problema de salud se puede agravar durante el traslado al centro de detención o en el centro mismo, ya que todo se realiza con enfoque de control de adultos”, recalca.

Los centros de detención, añade a este medio, “no son adecuados” para los niños y niñas y tampoco han desarrollado planes o programas para “evitar estos hechos mediante una atención adecuada priorizando las necesidades y derechos de la niñez y más cuando se trata de una niñez temprana”, aclara. Numerosas organizaciones sociales han criticado las condiciones en las que Estados Unidos detiene a los migrantes a lo largo de la frontera.

Muchos migrantes guatemaltecos son indígenas, por lo que el español no es su lengua materna y esto también dificulta el acceso a ciertos servicios a los menores de edad. Además, es obligación del Gobierno estadounidense brindar asistencia sanitaria a las personas en detención migratoria.

Felipe Gómez era el segundo de cuatro hermanos. Su madre es ama de casa y lo que ganaba su padre como agricultor no les alcanzaba para vivir. En Yalambojoch, los niños se hacen adultos rápido y asumen responsabilidades que no les corresponden, víctimas de uno de los países más desiguales de América Latina.

Douglas Juárez, coordinador del programa de movilidad humana en la organización American Friends Service Committee, asegura que no se puede criminalizar a las familias por ello, “sino que hay que tratar de entender que esto es parte de un sistema excluyente”. Guatemala aún sufre las consecuencias de un conflicto armado de más de tres décadas que derivó en un genocidio para la mayoría de indígenas mayas que habitan en la nación centroamericana, como ha reconocido la Justicia del país.

“Es cierto que existe una crisis humanitaria, pero esto también es fruto de una crisis política, de un sistema colonialista y clasista que se ve reflejado en las políticas nacionales y en las de EU. Este racismo y clasismo obliga a migrar a las personas y las políticas responden negándoles el ingreso, no son incluyentes”, añade Juárez. Además de no contar con medios económicos, continúa el experto, también hay un conflicto por la tierra y son notables los daños provocados por el cambio climático en la escasez de maíz y frijol en la comunidad.

La población de Yalambojoch se siente abandonada por las autoridades guatemaltecas, ya que a la ausencia de buenos servicios en educación y sanidad se suma la falta de trabajo y de oportunidades. Todo ello ha generado un fenómeno migratorio de grandes dimensiones que empuja a sus habitantes a abandonar esa tierra para dirigirse, principalmente a Estados Unidos.

“Son esas condiciones precarias de vida y la falta de trabajo por lo que Felipe y su padre se vieron obligados a migrar a Estados Unidos”, añade Woltke. “Migraron con un coyote y son los coyotes los que convencen a las personas de llevar niños, supuestamente para facilitar la entrada a Estados Unidos”, sostiene.

Según cifras de la Coordinadora Institucional de Promoción por los Derechos de la Niñez (Ciprodeni), un total de 107 mil 212 personas que componen unidades familiares provenientes de Honduras, El Salvador, Guatemala y México fueron detenidas en la frontera de Estados Unidos durante los primeros nueve meses de 2018, mientras que los menores de edad no acompañados alcanzan los 50 mil 036.

 INVESTIGACIÓN EN CURSO

Para la familia de Felipe Gómez, la prioridad ahora es darle un entierro digno de acuerdo con sus creencias. Si bien la Cancillería de Guatemala ha asegurado que se hará cargo de la repatriación del cuerpo del menor, sus familiares aseguran que ninguna autoridad ha asistido a la aldea.

La familia sostiene que solo cuenta con el apoyo de sus líderes comunitarios y ahora están pendientes del informe forense y de la investigación que han ordenado las autoridades consulares del país centroamericano para conocer las causas de la muerte del niño. Además, teme que Agustín, el padre del menor y ahora único sustento de la familia, pueda ser deportado, lo que supone un motivo de angustia adicional.

Mientras tanto, en la escuela de Felipe sus compañeros siguen mirando hacia el norte como la única salida para tener un futuro digno: Estados Unidos continúa, a pesar de todo, siendo el gran sueño para la mayoría de ellos.

 

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