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Fidel y el Yunes azul, “dos tipos de cuidado”

Staff El Piñero

Luis Velázquez / Escenarios

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Igual, igualito que desde hace veinte años, el destino social de Veracruz atrapado en un narcisismo patológico. Enfermizo. Lleno de odio, resentimiento, venganza y revancha. Los peores males de la caja de Pandora. Los jinetes del Apocalipsis. Fidel Herrera contra Yunes Linares. Miguel Ángel contra contra Fidel.

En el fondo, también en la superficie, un par de políticos, lejos, muy lejos, “del día a día de mucha gente”. Seis de cada 10 diez habitantes del territorio jarocho en la pobreza y la miseria. Un millón y medio de los 8 millones haciendo dos comidas al día. El desempleo y los salarios de hambre. Veracruz, en el primer lugar nacional de la producción y exportación de trabajadoras sexuales, que así llevan el itacate a casa.

Y lo peor: las pasiones desaforadas de los dos, cuando el hartazgo, la corrupción, los abusos del poder y la impunidad alcanzan el tope máximo.

Nadie quiere ver que estamos a la orilla de los disturbios sociales dice el sacerdote José Alejandro Solalinde Guerra, el apóstol que sería de la teología de la liberación. La iglesia con sentido social, del lado de los jodidos.

Igual que hace un par de décadas, la mecha entre ambos, además de mantenerse encendida, multiplicada. Por una sola razón: sus hijos se creen en la antesala del poder. Y del poder sexenal. Jefes de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Jefes natos de las finanzas. Y de las policías. Y de los negocios lícitos e ilícitos. El uso patrimonialista de la política.

“Todos los males del país, los propios y los ajenos y los recién creados” (EL País, Jacobo García) conjugados en los dos. Protagónicos, mesiánicos, se sienten los profetas de la vida pública. Uno y otro se acusa de corruptos. Y de paso, arrastran a todos. Mejor dicho, a las elites políticas. Y también, claro, a la población, que sigue y continuará igual que

cuando Hernán Cortés desembocara en las playas de Chalchihuecan. Pobres y miserables en un estado pródigo en recursos naturales.

 

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Narcisismo patológico. Ellos, el ombligo del mundo.

Y de ñapa, el surrealismo. Javier Duarte, el discípulo bienamado de Fidel, 102 días “a salto de mata”. El primer duartista, Leonel Bustos, ex director del Seguro Popular, en el penal de Pacho Viejo. Otro duartista, Antonio Tarek Abdalá, diputado federal, en la antesala de la cárcel.

Y en contraparte, surrealismo puro, las denuncias penales de Duarte en contra de Yunes en la PGR, Procuraduría General de la República, archivadas.

Y ellos dos, Fidel y Miguel Ángel, alardeando honestidad a los cuatro vientos.

Cada día, la vida empieza alrededor de ellos. Cada noche, siguen ellos.

Se vive el tiempo de los sentimientos y las emociones, más, mucho más allá, de los argumentos y las pruebas.

Y tan es así que del narcisismo se ha pasado al histrionismo, en que de plano, caen en el ridículo.

Se diría mejor, populismo. Populismo barato y ramplón como le llama el politólogo Carlos Ronzón Verónica. Populismo chic, casi casi la parodia, la comedia.

Incluso, a tono con los vientos en Estados Unidos, los dos forman parte de la nueva epidemia mediática. Le llaman la “fake news”, noticias falsas.

Y si en la campaña electoral los apologistas de Donald Trump lanzaron un tuitazo diciendo que Hillary Clinton tenía una red de prostitución infantil y que el Papa Francisco estaba con Trump para presidente, aquí, de cara al Golfo de México, las noticias falsas también giran alrededor de Fidel y Miguel Ángel.

Con todo, el Sumo Pontífice define tales hechos como “una coprofagia”, que en español significa “ingestión de excrementos”.

Fidel es un pillo dice Miguel Ángel. Miguel Ángel es un enfermo mental revira Fidel.

Y sus elites políticas, sus tribus, sus falanges, en el delirio tremens. Y los medios, todos, atrás de ellos, antes, mucho antes de que los 200 millones de usuarios diarios de las redes sociales nos ganen, ¡vaya, qué caray!, la noticia.

 

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Los dos nacieron pobres. Fidel, vendiendo longaniza y cocadas en Cosamaloapan. Y descalzo, cuenta él. Miguel Ángel, hijo de un padre que hacía escobas en una fábrica modesta en el pueblo para alimentar a seis hijos. Los padres, hijos “de la cultura del esfuerzo” como presumía Luis Donaldo Colosio. Y a mucha honra.

Pero el par de ex amigos, ricos. La fortuna de uno y otro resulta incalculable. Y más, porque toda su vida han sido políticos… que ya lo decía Benito Juárez de vivir “con la medianía del salario”.

Ninguno, sin embargo, leyó a Séneca, en aquel capítulo cuando dice que “pobre es aquel que precisa poco, porque si precisa mucho se vuelve insaciable”.

Tampoco, claro, miraron a José Mujica, quien fue presidente de Uruguay y el político más austero y honesto del mundo. “Sé vivir con poco. Aprendí que si no podés ser feliz con pocas cosas, no vas a ser feliz con muchas”.

Tan es así que Mújica “donó su sueldo a un programa de vivienda para personas de escasos recursos económicos” (La Jornada, Elena Poniatowska).

Pero, bueno, Mujica fue guerrillero tupamaro y los militares lo encarcelaron treinta años, y su esposa, Lucía Topolansky, también vivió tras las rejas.

Y ellos dos, los ex amigos, Fidel y Miguel Ángel, han mirado la política de otra manera. Quizá, inspirados en Carlos Hank González, “político pobre es un pobre político”.

Muchos años después, los dos, millonarios, quedaron presos en su narcicismo patológico. Y como los dioses griegos (Miguel Ángel profesa la religión griega) se creen “el ombligo del mundo”.

Yo soy la verdad. Yo soy el principio y el fin. Yo soy mejor que él. Veracruz sólo me merece a mí dirán uno y el otro.

El viejo del pueblo dice que “con tanto odio el alma se pudre”.

Pequeños faraones, aprendices de mafiosos, mafiosos puros, como les llamaría Andrés Manuel López Obrador (que así se refiere a otros iguales), los dos han de tener podrida el alma.

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