- ¡Heil, Fisculín!
Barandal
Luis Velázquez
Veracruz.- ESCALERAS: Luis Ángel Bravo Contreras es el político gentleman. El playboy de Amatlán convertido en el galán del Golfo de México. Hasta de interno en el penal de Pacho Viejo, cuida “la fina estampa, caballero”. Antes de comparecer en audiencia, por ejemplo, pidió cosméticos y su traje preferido. Peinado impecable. Galán de galanes.
La estrella pop de la política. El símbolo del rock de la administración pública. El narcisista funcional que llamaban a Adolf Hitler. El dueño de las candilejas.
¡Heil, Fisculín!
Es más: igual que Nahui Ollín, la primera mujer en posar desnuda en México que convirtió su vida en una leyenda y su mejor obra artística, el llamado “Fisculín” también. “Me ofenden. Me lastiman. Hacen escarnio de mí” se la ha pasado repitiendo un día tras otro desde el domingo 17 cuando fue detenido.
Sólo le falta llorar, de igual forma como -se afirma- lloró Juan Antonio Nemi Dib, el ex secretario de Salud de Javier Duarte, quien fue detenido y trasladado de Atlixco, Puebla, a Pacho Viejo por “El potro”, el cazador de duartistas, se la pasó lagrimeando.
La política, entonces, convertida en un programa de televisión. Un reality-show, pues. Hasta una telenovela de mucho éxito podría filmarse con las historias de los políticos acusados de pillos y ladrones privados de su libertad.
Bravo Contreras, el gentleman. El mandamás caído en desgracia. Los vientos huracanados de aquí para adelante. Con todo y que fast track, temeroso y angustiado, entregara su Fiscalía de nueve años en lugar de defender su honor y dignidad.
“Me ofenden. Me lastiman. Son injustos. Son crueles. Hacen escarnio de mí”.
“¡Piedad… para el que llora!”.
PASAMANOS: El exfiscal está enamorado de sí mismo. Nada de raro en los políticos nerds. Igual, digamos, de ególatra que Jorge Wínckler. Y que Érick Lagos, Jorge Carvallo, Alberto Silva y Adolfo Mota. “Yo me volví sexy” alardeaba Javier Duarte.
Ahora, el duartista más mediático, se dice víctima. Ojalá que alguien le ofrezca el pecho para consolarse.
En un dos por tres se hizo un nombre. Del Instituto de Transparencia saltó como cirquero en el sexenio anterior. En la parte más alta. La Fiscalía. De la noche a la mañana se convirtió en “El Señor Justicia” que así llamaban en la antigua Grecia a los procuradores. Y tantos vientos favorables respiraba que su amigo y patrón, Duarte, lo ungió por nueve años, fast track en el Congreso.
Transmitía bien en la pantalla. Mejor en el video. Mucho mejor en el carril mediático. Fue la cara más conocida en el duartazgo. Incluso, en la cancha periodística, pronto brincó de Veracruz al foro nacional. Es más, se hablaba de tú con los conductores televisivos.
Ahora, y cuando los Solecitos y Colectivos le tendieron las fotografías en serie de sus hijos desaparecidos afuera de Pacho Viejo, dijo que el Fiscal Wínckler azuza “a su gente” en su contra. También, claro, a las ONG integrada con familiares de los desaparecidos.
¡Pobrecito, tanta injusticia y saña y dolo contra él!
El día cuando César “El tlacuache” Garizurieta quedó “fuera del presupuesto”, que era “vivir en el error”, se pegó un tiro.
Por fortuna, Bravo Contreras sigue en el pandero. Igual de mediático que antes. Sólo que con vientos huracanados, aunque lo ofendan y lastimen.
“¡Ay, zan/dun/ga, zan/dun/ga mamá por Dios!”
CORREDORES: Todo lo niega el ex Fiscal. Jesús se lo dijo a san Pedro: “Antes de que el gallo cante tres veces… me negarás”. Judas dijo a los fariseos, señalando a Jesús: “¡Es él! ¡Atrápenlo!”.
Que nunca dio la orden de ocultar los 13 cadáveres tirados en la barranca de la muerte, “La aurora”. Que la declaración de su director de Servicios Periciales fue modificada en su contra. Que es injusta su aprehensión. Que sólo está acusado de alterar la escena.
La fina estampa del exfiscal, estrellada en la tele, ahí mismo donde antes era una estrella más del canal aquel.
Antes, el orgasmo político total y absoluto cuando aparecía en los titulares. Sus fotos de estudio proyectando sus atributos físicos. Su delgadez ante la gordura de Javier Duarte. Su galanura ante la voz de flauta de Duarte. Su sonrisa de estudio ante los ojos coléricos de Duarte. Duarte, no obstante, “cumplió mi sueño”, dijo.
Nadie como él, después de Duarte, en el ranking mediático y la pasarela social.
Los días aquellos paseando en su convertible en Córdoba, dando vueltas alrededor del zócalo para que todos lo vieran y lo envidiaran.
“Me ofenden. ¡Me lastiman!”.
Si se soñó nueve años en el poder de la Fiscalía, ahora vive los días y noches más largos y extenuantes de su vida.
Pudiera escribirse que en la Fiscalía Bravo Contreras fue “El Breve”.
Menos tiempo duró Pedro Lascuráin como presidente de la república (45 minutos, 19 de febrero de 1913) y entró a la historia.
Un poquito más de tiempo duró Francisco Ignacio Madero de presidente (quince meses, 1911 a 1913) y es el héroe de AMLO.
BALAUSTRES: Nunca pensó el exfiscal en “tirar la toalla” y se la arrebataron. Y el pobrecito creyó que así ganaba impunidad.
Lejos de aquel tiempo mediático, su captura despierta más ruido. Ruido, claro, en contra. Y con pocos, excepcionales que le crean cuando se declara víctima de una intriga, un complot, un ardid.
La jauría azul en contra.
El Poder Judicial que antes estuvo a su lado, ahora, ni modo, en contra.
Por fortuna, acusado de omisiones en su deber ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos el Fiscal Eduardo Coronel junior tiene una abogada oficiosa. Es Namiko Matzumoto, la titular que “ha tirado su espada en prenda”.
Bravo Contreras, por desgracia, “no tiene quien lo defienda”.
Quizá, algún guionista de Netflix estaría pensando en su historia para una serie televisiva sobre el duartazgo.
Todavía faltar capturar a más duartistas involucrados en la desaparición de personas dicen las madres de los desaparecidos.
“Me ofenden. Me lastiman. Son injustos. Son crueles. Hacen escarnio de mí” (Notiver y La Jornada-Veracruz).
Desde su celda, Arturo Bermúdez Zurita se carcajea.
Bravo Contreras y Javier Duarte, ha dicho, ordenaron desaparecer los cadáveres.
Y Bermúdez, igual que Poncio Pilatos, ya tenía lista una palangana para lavarse las manos y secarse en una toalla blanca limpiecita y fragorosa en perfume, mientras su cortesana en turno lo esperaba desnuda recién bañadita en el tálamo.