•En 2014 Pablo fue “levantado” en el bar Sodoma; no hay avances en investigación
•Desde entonces Rosa María da sustento a sus dos nietas atendiendo florería
•Su hijo es uno de los miles de secuestrados en un Veracruz sin justicia
Texto y foto por Yerania Rolón
blog.expediente.mx Para el Piñero de la Cuenca
Veracruz,.Casi todos los días la pequeña Mía ayuda a su abuela Rosa María Mendoza a atender el local familiar de flores en el mercado Jáuregui de Xalapa.
A la niña no se le dificulta hacer las cuentas de los ramos vendidos o regresar el cambio a los clientes, mientras que Grecia, su hermana, generalmente opta por ayudar a su abuelo a elaborar los arreglos.
Ambas pequeñas son hijas de Pablo Alberto Martínez Mendoza, quien habría sido levantado por un grupo de elementos de la Policía Estatal, según las pruebas y las versiones de testigos que quedaron asentadas.
El incidente del bar “Sodoma” ocurrió el 23 de enero del 2014. Desde entonces no existen avances sobre las personas que fueron secuestradas esa madrugada.
Pese a los años transcurridos, Mía y Grecia no han olvidado a su padre y le aseguran a su abuela que pronto volverá pues no se han cansado de esperarlo.
“A veces me piden que las abrace como su papá, yo les preguntó cómo, en eso ellas me agarran, me aprietan y me dicen: así, bien fuerte”.
La mujer de 66 años a la fecha se hace cargo de las dos niñas y las mantiene vendiendo flores todos los días.
Tanto Mía como Grecia se han vuelto conocidas por los clientes, quienes se sorprenden de la habilidad de las pequeñas para atender el local en compañía de sus abuelos.
Por esta razón Rosa María no ha perdido la fe, aunque confiesa que en el fondo de su corazón cree que su hijo ya no está vivo.
Ese presentimiento no la ha frenado a acudir a la Fiscalía General del Estado las veces que han sido necesarias. Tanto ella, con sus otros familiares, han aportado pruebas de ADN y todo lo necesario para que el caso no quede archivado.
También está al tanto de las noticias sobre el caso “Sodoma” y sin ocultar su rencor desea que Arturo Bermúdez Zurita, el ex secretario de Seguridad Pública en la administración Duartista, se quede en la cárcel, considerándolo como el responsable del levantón de hace 3 años.
La mujer sostiene que su hijo Pablo Alberto siempre se caracterizó por ser trabajador y por no meterse en problemas, aunque le gustaba salir a divertirse.
Por eso, considera que su hijo estuvo en el lugar y en el momento menos indicado el día en que fue secuestrado. Desde entonces no ha sabido de él, ya que los responsables no le pidieron un rescate ni las autoridades le ofrecieron alguna explicación.
De acuerdo con las pláticas que ha sostenido con otros familiares de desaparecidos esa noche, la florista comenta que al menos 12 personas fueron levantadas, pero no todos denunciaron por temor a represalias, de ahí que a la fecha solo están abiertos unos cinco expedientes.
Ese día, de acuerdo con testigos, una patrulla de la Secretaría de Seguridad Pública permitió el paso a dos camionetas que se estacionaron en locales frente al bar, de donde descendieron elementos que portaban uniforme azul y se “llevaron” a varias personas de las que no se volvió a saber.
Ha pasado el tiempo y la única foto que tiene de su hijo es la que está pegada en una pared de la florería, imagen que ya se está borrando.
“Era alto y moreno claro, su pelo siempre lo traía cortito. Era alegre, le gustaba divertirse pero sin excesos por ser papás de dos niñas”, recuerda Rosa María como si pudiera verlo.
Rosa cuenta que lleva toda la vida trabajando el negocio de las flores que anteriormente igualmente atendió su abuela. El mismo oficio les enseñó a sus hijos, pero Pablo era el más dedicado y quien siempre estuvo ahí.
Ahora Mía, de 10 años y Grecia de 8 años de edad, ocupan el que era su lugar en el ocal de Flores y ayudan a sus abuelos en todo momento.
“Ojalá le encuentren más cosas y que ese señor, Arturo Bermúdez Zurita, ya nunca salga de la cárcel. Todos saben que él era el jefe de los malos”.
Ahora Rosa María trata de que sus nietas se dediquen más a la escuela que al negocio, pero para los clientes el no verlas ya es motivo de preocupación. Confiesa que su mayor temor es que alguien las quite.
“Me preguntan en dónde están o por qué no están conmigo, pero a veces están haciendo tarea o con sus tíos. Aunque su mamá las visita de vez en cuando ellas y yo todavía esperamos que un día Pablo Alberto, también llegue para darles un abrazo”.