Luis Velázquez
Veracruz, México.- El fracaso de la educación en Veracruz es así: de cada diez alumnos en las telesecundarias de la montaña negra de Zongolica, tres estudiantes desertan.
Todos, por una sola razón: sus brazos son mano de obra para los padres indígenas, en una región donde nueve de los doce municipios están clasificados en la pobreza y la miseria, cierto, del territorio jarocho, pero más aún, del país, según la secretaría de Desarrollo Social federal.
Lo dice el supervisor escolar de la zona 51, Baltazar Martínez Vega. Son cinco mil jóvenes. Es decir, mil quinientos emigran en cada ciclo escolar.
Pero el hambre, ya se sabe, provoca muchas cornadas. Y ni modo, se van de migrantes a los campos agrícolas (campos de concentración) en el Valle de San Quintín y/o a Estados Unidos, con todo y que el secretario de Seguridad Interna de Donald Trump, John Kelly, ha advertido a los indocumentados que no vayan a EU, pues el tiempo de la ley laxa y de las fronteras sin vigilancia ya se acabó.
El dato del supervisor es fatídico. Retrata una realidad atroz. Y más, si se considera la estadística del CONEVAL:
600 mil personas en Veracruz no saben leer ni escribir, claro, y como dice el gobierno azul, por culpa de Javier Duarte que saqueó el erario.
Un millón de paisanos tienen inconclusa la escuela primaria.
Otro millón la escuela secundaria.
600 mil más el bachillerato a medias.
Y de cada cien niños que egresan de la escuela primaria… únicamente diez llegan a la universidad y sólo uno se titula.
Peor tantito: Veracruz, en el sótano de la calidad educativa de la nación, aun cuando, para gloria de la secretaría de Educación, primer lugar nacional en bailable regional con “La bamba” y “El tilingo lingo”.
Lo peor de todo es que en la SEV a nadie (autoridades y maestros) interesan los analfabetas ni tampoco la deserción.
Tal es la generación política que lanzó al PRI del palacio principal de Xalapa anunciando el cambio.
Cambio, claro, para ellos, con el nepotismo “en la plenitud del pinche poder” como alardeaba el góber fogoso.
ATROZ REALIDAD
Las telesecundarias fueron creadas con la mística y el apostolado de garantizar la educación a todos, pero más aún, a los jóvenes indígenas y campesinos.
Y más, en las regiones étnicas, y en el caso, desde la sierra de Huayacocotla hasta el Valle de Uxpanapa.
Y si la deserción urbana es alta, más ocupa y preocupa la rural, porque se trata de los pobres entre los pobres.
Y es que en Zongolica, como en el resto de las zonas indígenas, los niños y los jóvenes significan oro molido como fuerza laboral.
Ellos, con los padres, van al corte de caña de azúcar, el café y los cítricos, y entre todos, hacen su “pollita” para ahorrar más centavitos para el otoño y el invierno.
Además, los muchachos en edad de caminar solos parten a las ciudades urbanas del país con mayor atractivo económico y a Estados Unidos, y sin terminar la educación primaria y/o secundaria, y rara, extraordinaria ocasión regresan al hogar materno.
Y ni modo, se cae, entonces, en un círculo vicioso… del que pocos, excepcionales, escapan.
Y es que una cosita es que la SEV, por ejemplo, abra telesecundarias, y otra que las secretarías de Desarrollo Económico, Desarrollo Agropecuario y Desarrollo Social, lancen en conjunto ofertas laborales para, digamos, arraigar a la población en sus demarcaciones.
Y mientras, oh paradoja, el góber azul festina que en la ampliación del puerto jarocho serán creados equis número de empleos, en las regiones indígenas ni fu ni fa, como si todos hubieran quedado contentos porque el Yunes azul celebró su cumpleaños en Zongolica a unos días de asumir el poder político.
DESENCANTO AZUL
Del bienio azul se han ido un semestre y veinte días, y por culpa de Javier Duarte, la educación está igual. O peor.
Y aun cuando en el penal de Pacho Viejo están presos Arturo Bermúdez (SPP), Mauricio Audirac (SEFIPLAN), Francisco Valencia (SCT) y Gina Domínguez (Comunicación Social), al momento, nadie de la SEV, con todo y que según la Auditoría Superior de la Federación, luego de la secretaría de Salud, el peor cochinero se concitó en Educación, por donde caminaron Adolfo Mota, Flavino Ríos y Xóchitl Adela Osorio.
Los ideólogos de la SEV (Enrique Pérez, neopanista; Uriel Flores, perredista, y Abel Cuevas, panista), dirán que la deserción del treinta por ciento está en el parámetro nacional.
Y, bueno, cuando las justificaciones se dan así y la vida se mira igual, hay tiempo de sobra para la operación electoral como en Veracruz que por delante se darán cinco de aquí a mediados del año entrante.
Bastaría referir que salvo el boletín, casi siete meses después, ningún analfabeta de los 600 mil ha aprendido a leer y escribir, porque simple y llanamente, a nadie importa.
Es el mismo caso de la deserción en las telesecundarias…, que con todo la estadística (3 de cada diez) sería más, pues y por lo regular, las cifras siempre tienden a maquillarse.
Además, el supervisor escolar de la zona 51 habla de que enseñan oficios. Y si hay deserción significa que a ninguno de ellos interesa.
Si así andan la educación, la inseguridad y la impunidad, además de los salarios de hambre, entonces, la yunicidad es un desencanto y seguir culpando a Javier Duarte de los males, caray, es la hora de buscar otra justificación.