Rubén Luengas
Max Blumenthal y Ben Norton
Luis Fernando Camacho, el líder del golpe en Bolivia es un multimillonario de extrema derecha que emergió de los movimientos fascistas de la región de Santa Cruz, donde los Estados Unidos han alentado el separatismo. Buscó apoyo de Colombia, Brasil y la oposición venezolana.
Cuando Luis Fernando Camacho irrumpió en el palacio presidencial, abandonado luego de la repentina renuncia del presidente Evo morales el 10 de noviembre, reveló al mundo un lado del país que estaba en crudo desacuerdo con el espíritu plurinacional que había avanzado el depuesto líder socialista e indígena.
Con la Biblia en una mano y la bandera nacional en la otra, Camacho bajó su cabeza en oración sobre la efigie presidencial, cumpliendo la promesa de purgar la herencia nativa del gobierno y “devolver a Dios al Palacio Quemado”.
“Nunca más volverá la Pachamama a este palacio”, dijo, refiriéndose al espíritu de la Madre Tierra andina. “Bolivia le pertenece a Cristo”.
Ese día, la oposición boliviana de extrema derecha derrocó al presidente de izquierda Evo Morales, luego de que el mando militar del país le exigió renunciar.
Virtualmente desconocido fuera de su país, donde nunca ha ganado una sola elección democrática, Camacho ocupó el vacío. Un poderoso multimillonario cuyo nombre aparece en los Panamá Papers, fundamentalista cristiano ultra conservador, preparado por una organización paramilitar fascista notoria por su violencia racista, radicados en la región separatista de Santa Cruz.
Camacho también proviene de una familia de las élites corporativas que había amasado su riqueza a partir de las cuantiosas reservas de gas boliviano. Y su familia perdió parte de esas riquezas cuando Morales nacionalizó los recursos de la nación, para poder financiar sus enormes programas sociales, que redujeron la pobreza un 42% y la pobreza extrema un 60%.
Entre los eventos previos al golpe, Camacho se reunió con líderes de los gobiernos de derecha en la región para discutir sus planes de desestabilizar a Morales. Dos meses antes tuiteó con gratitud: “Gracias Colombia! Gracias Venezuela!” exclamó, haciéndole un chapó a la operación golpista de Juan Guaidó. También reconoció al gobierno de extrema derecha de Jair Bolsonaro, declarando “gracias, Brasil!”.
Camacho dirigió por años una organización separatista abiertamente fascista. The Grayzone editó los siguientes clips tomados de la promoción de un documental sobre la historia del grupo, publicado en sus cuentas en redes sociales:
Mientras Camacho y sus fuerzas de extrema derecha hicieron la función del músculo detrás del golpe, sus aliados políticos esperaron para cosechar los beneficios.
El candidato presidencial que la oposición boliviana había lanzado para la elección de octubre, Carlos Mesa, es un privatizador “pro-negocios” con vinculaciones amplias con Washington. Cables del gobierno de los Estados Unidos publicados por WikiLeaks revelan que con regularidad mantenía correspondencia con funcionarios estadounidenses en sus esfuerzos por desestabilizar al gobierno de Morales.
En la actualidad Mesa está registrado como experto en un think tank financiado por el brazo de soft power del gobierno de los Estados Unidos, la USAID, varios gigantes petroleros y es receptor de muchas corporaciones multinacionales activas en Latinoamérica.
Evo Morales, un campesino que fue ganando prominencia dentro de los movimientos sociales antes de convertirse en el líder de un poderoso partido de base, el Movimiento Al Socialismo (MAS), ha sido el primer presidente indígena del país. Muy popular entre las numerosas comunidades nativas y campesinas, ha ganado numerosas elecciones y un referendo democrático a lo largo de un período de 13 años, muchas veces de forma arrolladora.
El 20 de octubre, Morales ganó la reelección por más de 600 mil votos, colocándolo justo por encima del margen de 10 por ciento necesario para derrotar al candidato presidencial de la oposición, Mesa, en la primera vuelta.
Expertos que hicieron un análisis estadístico de la data electoral boliviana disponible al público no encontraron evidencias de irregularidades o fraude. Pero la oposición cantó otra cosa, y se fue a las calles en semanas de protestas y disturbios.
Los eventos que precipitaron la renuncia de Morales fueron indiscutiblemente violentos. Pandillas de oposición atacaron a numerosos políticos del MAS con cargo de elección. Luego saquearon el domicilio del presidente Morales, mientras incendiaban las casas de varios políticos de alto nivel. Familiares de algunos de ellos fueron secuestrados y tomados como rehenes hasta que renunciaran. Una turba torturó públicamente a una alcalde socialista.
The squalid US-backed fanatics of the Bolivian right ransack the house of the country’s elected president, Evo Morales. And the havoc is just beginning. Let no one call them “pro-democracy.” pic.twitter.com/rwwvOSAEaA
— Max Blumenthal (@MaxBlumenthal) November 11, 2019
Tras la partida de Morales, los líderes del golpe arrestaron a la presidenta y al vicepresidente del órgano electoral, y forzaron a otros funcionarios de la organización a renunciar. Los seguidores de Camacho procedieron a quemar Wiphalas, la bandera que simboliza a la poblaciones indígenas y a la visión plurinacional de Morales.
La Organización de Estados Americanos (OEA), un órgano pro-estadounidense, fundado por Washington durante la Guerra Fría como una alianza de países anticomunistas en América Latina, ayudó a sellar el golpe en Bolivia. Llamó a nuevas elecciones, alegando que habían numerosas irregularidades en el voto del 20 de octubre, sin citar evidencia alguna. Luego la OEA permaneció en silencio mientras Morales era derrocado por su ejército mientras miembros de su partido fueron atacados y forzados a renunciar de forma violenta.
Al día siguiente, la Casa Blanca de Donald Trump alabó el golpe, promoviéndolo de forma enaltecedora como “un momento significativo para la democracia” y “una señal fuerte a los regímenes ilegítimos en Venezuela y Nicaragua”.
Emergiendo desde las sombras para liderar un golpe violento de extrema derecha
Mientras que Carlos Mesa tímidamente condenó la violencia de la oposición, Camacho la alentó, ignorando los llamados que pedían una auditoría internacional de las elecciones enfatizando su demanda maximalista de purgar del gobierno a todos los simpatizantes de Morales. Él fue el verdadero rostro de la oposición, oculto por meses detrás de la figura moderada de Mesa.
Un hombre de negocios multimillonario de 40 años del bastión separatista de Santa Cruz, Camacho nunca se ha medido en una contienda electoral. Como Juan Guaidó, el líder golpista venezolano, desconocido por más del 80% de los venezolanos hasta que el gobierno estadounidense lo ungió como supuesto “presidente”, Camacho era una figura oscura hasta que el intento de golpe en Bolivia fue agarrando su ritmo.
Primero creó su cuenta Twitter el 27 de mayo de 2019. Por meses, sus tuits fueron ignorados, generando no más de tres o cuatros retuits o “likes”. Antes de la elección, Camacho tampoco tenía una entrada con su nombre en Wikipedia, y muy pocos perfiles sobre él habían sido publicados en medios en español o inglés.
Camacho hizo un llamado a la huelga el 9 de julio, publicando videos en Twitter que no superaban las 20 vistas. La meta de la huelga era el intentar forzar la renuncia del órgano electoral del gobierno boliviano, el Tribunal Supremo Electoral (TSE). Dicho de otra forma, Camacho presionaba a las autoridades electorales del gobierno para que dimitieran más de tres meses antes de las elecciones presidenciales.
No fue hasta después de las elecciones que Camacho fue empujado hacia el foco y se transformó en una celebridad por los conglomerados mediáticos corporativos como el canal local Unitel, Telemundo y CNN en Español.
De repente, los tuits de Camacho emplazando a Morales a renunciar se encendían con miles de retuits. Se activó la maquinaria del golpe.
Medios mainstream como el New York Times y Reuters cubrieron la unción del Camacho, elegido por nadie, como el “líder” de la oposición boliviana. Pero incluso mientras se asumía con entusiasmo la atención internacional, porciones clave de su activismo de extrema derecha del pasado fueron omitidas.
Sin mencionar quedaron las conexiones de Camacho con los paramilitares cristianos extremistas tristemente célebres por su violencia racista y sus carteles de negocios locales, así como con los gobiernos de derecha en toda la región.
Fue en la atmósfera de paramilitares fachas y separatismo cruceño donde Camacho se formó políticamente, y donde fueron definidos los contornos ideológicos del golpe.
Estructura de una organización paramilitar franquista
Luis Fernando Camacho fue preparado por la Unión Juvenil Cruceñista (UJC), una organización paramilitar fascista que ha sido vinculada con planes de asesinato contra Morales. El grupo es famoso por atacar a izquierdistas, campesinos indígenas y periodistas, adoptando una ideología racista y homofóbica.
Desde que Morales llegó al poder en 2006, los miembros de la UJC hicieron campaña por separarse de un país cuyos que creían que había sido tomado por masas indígenas satánicas.
La UJC es el equivalente boliviano de la Falange española, la organización supremacista hinduista RSS, y el neonazi Batallón Azov ucraniano. Su símbolo es una cruz que presenta fuertes similitudes con los logos de los movimientos fascistas en todo occidente.
Y sus miembros son conocidos por lanzar saludos sieg heil, al estilo nazi.
Incluso la embajada de Bolivia ha descrito a los miembros de la UJC como “racistas” y “fanáticos”, haciendo notar que “han atacado con frecuencia instalaciones y personas pro-MAS y del gobierno”.
Luego de haber visitado a miembros de la UJC en 2007, el periodista Benjamin Dangl los caracterizó como los “puños de hierro” del movimiento separatista de Santa Cruz. “La Unión Juvenil es conocida por golpear y latiguear a campesinos marchando por la nacionalización del gas, arrojarle piedras a estudiantes que se estaban organizando contra la autonomía, lanzar molotovs a la estación de la televisora estatal, y atacar brutalmente a miembros del movimiento sin tierra luchando contra los monopolios agrícolas”, escribió Dangl.
“Cuando tengamos que defender nuestra cultura por la fuerza, lo haremos”, le dijo un dirigente de la UJC a Dangl. “La defensa de la libertad es más importante que la vida”.
Camacho fue elegido como vicepresidente de la UJC en 2002, cuando apenas tenía 23 años. Dejó la organización dos años después para construir el imperio familiar y ascender en los rangos del Comité Cívico Pro Santa Cruz. Fue en esa organización donde fue tomado bajo el ala de una de las figuras más poderosas del movimiento separatista, un oligarca croata-boliviano llamado Branko Marinkovic.
En agosto de este año, Camacho tuiteó una foto con su “gran amigo” Marinkovic. Su amistad fue crucial para establecer las credenciales activistas y para forjar la base del golpe que cobraría forma tres meses después.
Hoy cumple años un gran líder cruceño y expresidente del Comité pro Santa Cruz pero todo un gran amigo, Branko Marinkovic, quien entregó todo, su libertad y su vida, por su pueblo. pic.twitter.com/uVzNrgH2pI
— Luis Fernando Camacho (@LuisFerCamachoV) August 21, 2019
Padrino croata de Camacho Vaca e influyente separatista
Branko Marinkovic es un terrateniente de peso que redobló su apoyo a la oposición de derecha luego de que algunas de sus tierras fueron nacionalizadas por el gobierno de Morales. Como presidente del Comité Pro-Santa Cruz, supervisó las operaciones del principal motor del separatismo en Bolivia.
En 2008, la Federación Internacional de Derechos Humanos denunció al comité como un “actor y promotor del racismo y la violencia en Bolivia”, en una carta dirigida a Marinkovic.
El grupo de derechos humanos agregó que “condenaba la actitud y el discurso secesionista y unionista así como los llamados de desobediencia a los militares de los que el Comité Cívico Pro-Santa Cruz fue uno de los principales promotores”.
En 2013, el periodista Matt Kennard reportó que el gobierno de los Estados Unidos estaba trabajando muy de cerca con el Comité Pro-Santa Cruz para alentarlos hacia la balcanización de Bolivia para debilitar a Morales. “Lo que [los Estados Unidos] pusieron sobre la mesa fue cómo podían fortalecer los canales de comunicación”, le dijo el vicepresidente del Comité a Kennard. “La embajada dijo que nos ayudarían con nuestro trabajo comunicacional y tienen una serie de publicaciones por donde avanzan sus ideas”.
En un perfil sobre Marinkovic, el New York Times reconocía el trasfondo extremista del movimiento separatista de Santa Cruz que presidía el oligarca. Describió el área como “un bastión de grupos abiertamente xenofóbicos como la Falange Socialista Boliviana, cuyo saludo mano en alto se inspiró en la Falange fascista de Franco, el antiguo dictador español”.
La Falange Socialista Boliviana era un grupo fascista que le proveyó refugio al criminal de guerra nazi Klaus Barbie durante la Guerra Fría. Un antiguo experto torturador de la Gestapo, Barbie fue reciclado por la CIA a través de su Operación Cóndor, el programa que ayudó a exterminar el comunismo en todo el continente. (A pesar de su nombre anticuado, como los nacional socialistas alemanas, este grupo de extrema derecha era violentamente anti-izquierda, asesinando a varios socialistas).
La Falange boliviana llegó al poder en 1971 cuando su líder, el general Hugo Banzer Suárez derrocó al gobierno de izquierda del general Juan José Torres González. El gobierno de Torres había enfurecido a los líderes empresariales al nacionalizar las industrias y antagonizar con Washington al expulsar los Cuerpos de Paz, que era visto como un instrumento de penetración de la CIA. De inmediato, la administración Nixon le dio la bienvenida a Banzer con los brazos abiertos y lo cortejó como un bastión contra la expansión del socialismo en la región. (En WikiLeaks aparece un despacho de 1973 en el que el Secretario de Estado Henry Kissinger le agradecía a Banzer sus felicitaciones por ganar el Premio Nóbel de la Paz).
El legado golpista del movimiento perseveró durante la era Morales a través de organizaciones como la UJC y figuras como Marinkovic y Camacho.
El Times resaltó que Marinkovic también apoyaba las actividades de la UJC, describiendo al grupo fascista como “un brazo cuasi-independiente del Comité ebcabezado por el señor Marinkovic”. Un miembro de la dirección de la UJC le dijo al rotativo estadounidense en una entrevista que “nosotros protegeremos a Branko con nuestras propias vidas”.
Marinkovic ha adoptado el tipo de retórica nacionalista y cristiana familiar a las organizaciones de extrema derecha de Santa Cruz, por ejemplo llamando a una “cruzada por la verdad” e insistiendo que Dios está de su lado.
La familia del oligarca proviene de Croacia, por lo que tiene doble nacionalidad. Han sido persistentes los rumores de que sus familiares estuvieron involucrados con el poderoso movimiento fascista ustacha.
La Ustacha colaboró abiertamente con los ocupantes alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Sus sucesores volvieron al poder luego de que Croacia declaró su independencia de la antigua Yugoslavia, un país otrora socialista que fue intencionalmente balcanizado por una guerra de la OTAN, de la misma manera que Marinkovic esperaba que fuera Bolivia.
Marinkovic niega que su familia formaba parte de la Ustacha. Alegó en una entrevista con el New York Times que su padre luchó contra los nazis.
Pero incluso algunos de sus simpatizantes son escépticos. Un analista de los Balcanes de la firma privada de inteligencia Stratfor, que trabaja con mucha proximidad con el gobierno estadounidense y popularmente conocida como “la CIA paralela”, produjo un tosco perfil de Marinkovic, especulando que “todavía no conozco su historia completa, pero apostaría una buena suma de $$$ a que los padres de este personaje son [croatas] de primera generación (su nombre es demasiado esclavo) y que eran simpatizantes de la ustacha (léase: nazis) que huyeron de los comunistas de Tito luego de la Segunda Guerra Mundial”.
El analista de Stratfor sacó extractos de un artículo del periodista Christian Parenti de 2006, que había visitado a Marincovich en su finca en Santa Cruz. La “reforma agraria de Evo Morales puede conducir a una guerra civil”, le advirtió a Parenti en un acento tejano que había agarrado mientras estudiaba en la Universidad de Texas, en Houston.
Hoy en día, Marinkovic es un simpatizante apasionado del líder de extrema derecha brasileño, Jair Bolsonaro, cuya única queja sobre Augusto Pinochet es que “no había matado suficiente”.
También es admirador público de la oposición venezolana. “Todos somos Leopoldo”, tuiteó en apoyo a Leopoldo López, quien ha estado involucrado en numerosos intentos de golpe contra el gobierno electo de Venezuela.
Mientras Marinkovic negó cualquier papel en actividades militantes armadas en la entrevista con Parenti, fue acusado en 2008 de jugar un papel determinante en el intento por asesinar a Morales y sus aliados del MAS.
A menos de dos años antes de que se desarrollara la trama golpista, le dijo al New York Times que “si no hay mediación internacional a nuestra cirisis, habrá una confrontación. Y, desafortunadamente, va a ser sangrienta y dolorosa para todos los bolivianos”.