Luis Velázquez /Escenarios
15 de agosto de 2019
UNO. Gigantes del periodismo
Los mejores reporteros del país han sido y son empíricos. Ninguno estudió en una facultad de Periodismo o de Comunicación. Todos estudiaron en la mejor universidad del mundo, como es la calle y la sala de redacción de un medio.
Y se pulieron y volvieron a pulirse en el frente de batalla, compitiendo a ras del suelo con los más capaces tanto en la búsqueda de la información como en la redacción.
Digamos, traían el periodismo en las venas. En vez de sangre en sus venas corría y corre tinta. Nada más fascinante como escuchar el ruido de la rotativa imprimiendo ejemplares en la madrugada. Nada más alucinante como embarrarse las manos con tinta del periódico.
Uno de los mejores reporteros empíricos del país comenzó yendo por las tortas y las cocas y los cigarros de los reporteros al changarro de la esquina. Otro, recogiendo los boletines en la oficina policiaca. Otro más, llevando “el hueso” (así llamaban a los originales de prensa) de la sala de redacción al linotipista en talleres.
Aprendieron el oficio desde adentro. Y la pasión reporteril se fue multiplicando. Ninguna felicidad del mundo se compara cuando vieron su nombre por vez primera en la portada del periódico.
DOS. Figuras imborrables
Entre los grandes reporteros empíricos del país formados en el ruedo figuran los siguientes:
Julio Scherer García, Manuel Buendía Téllezgirón, Francisco Cárdenas Cruz, Ángel Trinidad Ferreira, Carlos Denegri (“El mejor, pero el más vil” decía Scherer) y Manuel Mejido, José Pagés Llergo, quien entrevistara en exclusiva a Adolf Hitler en Alemania, abierta la puerta por su Ministro de Información, Joseph Goebbels.
Regino Hernández Llego, la entrevista exclusiva con Pancho Villa, ya retirado.
Martín Luis Guzmán, “El águila y la serpiente”, secretario particular de Pancho Villa.
Luis Spota, el reportero imborrable quien ganara las 8 columnas de la portada de Excélsior durante 45 días consecutivos.
Otros más, yendo más pa´atrás: Ignacio Ramírez, “El nigromante”; Ignacio Manuel Altamirano, Francisco Zarco, Filomeno Mata y Ricardo Flores Magón
En Veracruz, por ejemplo, los mejores reporteros en el siglo pasado, incluso, en el actual, fueron y son Alfonso Valencia Ríos y Bartolomé Padilla y Zepeda.
Valencia, por ejemplo, era profesor de escuela primaria en la montaña negra de Zongolica y del magisterio derivó al periodismo.
Y de Padilla se ignora si estudió alguna carrera, parece Medicina, pero inconclusa, pues el periodismo se le atravesó.
TRES. Reporteros de toda la vida
Nadie duda ni desdeña la calidad académica de las facultades de Comunicación. Mucha demanda tienen, pues por ejemplo, solo en el estado de Veracruz hay veinticuatro.
Tampoco nadie duda de la calidad profesional de los reporteros egresados de tales instituciones académicas.
Pero…, pero ninguno ha alcanzado la estatura estatal y nacional de los reporteros empíricos formados en la calle y en las salas de redacción.
Respetados y respetables. Dueños en muchos casos de una autoridad moral ejemplar. Muchos de ellos, viviendo “con la medianía del salario” sin ambiciones económicas desmedidas, codicia sin freno, de por medio. Reporteros toda su vida, sin caer en la tentación política de un cargo público. Lejos de los príncipes del poder.
Y más, porque en muchos casos enfrentaron el poder y nunca cedieron. El político siempre busca el poder y el reportero empeña la vida buscando información. El político suele mentir y el periodista está para rastrear las mentiras.
Por eso, además, la grandeza de muchos de aquellos reporteros. Grandeza periodística. Grandeza profesional. Grandeza moral. Grandeza ética.