Luis Velázquez | El Piñero
09 de septiembre de 2021
Gracias, muchísimas gracias al IPE, Instituto de Pensiones del Estado. Con todo y la Tercera Ola del COVID y los estragos causados ha enviado una comisión burocrática a las regiones de Veracruz para la supervivencia del mes de septiembre, aquella donde el pensionado pasa lista de presente avisando que sigue vivo para recibir el beneficio social.
En la ciudad de Veracruz inició el lunes 6 de septiembre. Cuatro chicos llegaron puntuales, puntualitos, antes de la hora, 9 de la mañana, a las oficinas del SETSE.
Para entonces en la fila estaban unos sesenta pensionados. Todos, formados en fila india y de pie sobre la banqueta. Casi a punto de dar vuelta en la esquina.
Entonces, hacia las 8 y media horas las puertas del SETSE fueron abiertas y unos 5, 6 profesores, todos comisionados por el liderazgo sindical, fueron amables, solícitos, atentos y acomedidos.
De inmediato empezaron a recibir a los pensionados para pasar al salón de usos múltiples, con aire acondicionado y con sillas con la sana distancia para esperar turno todos sentaditos.
Y con par de baños para la emergencia urinaria, por ejemplo.
Claro, previa observación de la temperatura y aplicación del gel antibacterial.
Luego, antes de las 9 horas, el cuarteto de burócratas enviados por la titular, la exdiputada local Daniela Griego, se abrieron a la supervivencia.
Y con prontitud. Y “en un dos por tres” fueron dando curso. Estarán aquí una semana. Luego, a otra ciudad hasta recorrer la entidad jarocha de norte a sur y de este a oeste.
En el mes de marzo del año desventurado que camina con vientos huracanados, el IPE apostó a la supervivencia por la vía electrónica, pero hubo confusiones.
Muchos pensionados prefirieron viajar de sus ciudades y pueblos de origen a Xalapa para la eficacia y la eficiencia.
Ahora, gracias, muchísimas gracias al IPE, que han vuelto, digamos, a la normalidad, como antes del COVID, estableciendo módulos regionales.
Larga vida para el gatito de Daniela Griego que la acompaña en la faena diaria en las oficinas centrales del IPE.
VIEJITOS Y ACHACOSOS, GRAN PENDIENTE
Hay, claro, pendientes en materia de supervivencia. Pero, bueno, “se hace camino al andar”.
Por ejemplo:
En las filas en la ciudad jarocha, y como es natural, pensionados en sillas de ruedas, bastón y con andadera.
Otros, caminando pian pianito, paso a pasito, apoyados en las manos fuertes y seguras de un chico, un familiar, un hijo mayor, un nieto, un amigo, un vecino.
Y, bueno, en el “Veracruz se antoja”, se antoja que en el mundo tecnológico que nos ha tocado vivir, algún mecanismo pudiera operar el IPE para hacer placentera, mejor dicho, cómoda, la sobrevivencia.
En el Seguro Social, por ejemplo, y desde hace años, los pensionados fueron convocados para dejar testimonio de su presencia en forma presencial, pero al mismo tiempo, registrados vía electrónica.
Entonces tomaron decisión generosa y humanista confiando en la integridad de cada pensionado y familiar para cuando fallezcan y lo reporten.
Desde aquella fecha, los pensionados siguen recibiendo la pensión mensual sin necesidad de llegar con andadera y bastón, en silla de ruedas, incluso, arrastrando un tanque de gas.
Algún día, quizá, y antes de que la 4T termine el sexenio que camina en Veracruz, el IPE pudiera quizá, quizá, quizá, dar el siguiente paso, siempre, claro, sujetos a su concepto del Estado de Derecho.
La supervivencia con módulos regionales itinerantes es buena. Súper. Acaso la mayoría de los pensionados todavía puedan valerse por sí mismos y formarse en la fila y caminar.
Pero día llegará cuando todos, o la mayoría, terminen en silla de ruedas y/o con andadera y bastón.
Gobernar, dice el viejito del barrio, es prever, planear, anticiparse a los hechos, ser generoso en la mirada social, ir por delante, descifrar el futuro que viene.
Más, mucho más, cuando la tendencia demográfica es que el país será una república amorosa de viejitos.
SABOR AL CALDO…
En la fila de los pensionados jarochos había una señora de unos 70, 75 años, quien sola llegó caminando a la cita.
Y quizá por la edad de todo se quejaba. Primero, de los autobuses urbanos circulando como en pista de carrera. Después, por la fila tan larga. Luego, porque unos compitas estaban sin bozal. Entonces, quejándose porque el sol comenzaba con los estragos.
Y cuando estaba sentada en el salón de usos múltiples del SETSE, se quejó por lo que llamó la lentitud burocrática y que la verdad no era.
Por ahí aparecieron par de pensionados con el mismo número que daban en una cartulina pequeña para pasar a la mesa de la supervivencia y aquella señora de la séptima década encontró motivo para seguir hablando.
Y su voz era un grito desafinado como si tuviera un micrófono en baile popular en el rancho.
Sabrá el chamán las causas, pero de pronto la señora convocó a Dios, el Ser Superior, decía, para que la fila avanzara pronto, rápido y expedita.
Y si un profe del SETSE se acercaba para decirle que la fila caminaba ella se enojaba y subía los decibeles de la voz.
Hubo maestro del SETSE prudente y de plano la llevó a la mesa para que de inmediato la atendieran y se fuera; incluso, hasta la acompañó a la puerta de salida.
Nadie habría pensado en algún problemilla mental. Más cuando se vive de cara al Golfo de México.
En todo caso, son cositas que pasan para “dar sabor al caldo”.