Escenarios/Luis Velázquez
Veracruz.- Uno. Grandes líderes cañeros
Mientras en la yunicidad han asesinado a cinco líderes cañeros, todos en la región centro de Veracruz, todos los crímenes impunes, una generación de dirigentes se está extinguiendo.
Ellos iniciaron, aprox., en el sexenio de Rafael Hernández Ochoa, 1974/1980, cuando Miguel Ángel Yunes Linares hiciera su debut meteórico con seis cargos públicos en menos de seis años, como fueron agente del Ministerio Público en Coatepec, asesor jurídico del gobernador, subdirector de Patrimonio, Procurador Fiscal, líder de la CNOP y diputado local.
Roque Spinoso Foglia, Francisco Castro, Adalberto Jácome y Armando García Lebrés… han fallecido.
Siguen vivos, y por fortuna, Manuel Pérez Bonilla e Isidro Pulido.
Roque, Pérez Bonilla y Francisco Castro fueron dirigentes de la Unión Nacional de Cañeros.
Pérez Bonilla cuando Patricio Chirinos Calero gobernaba Veracruz y Carlos Salinas de Gortari la nación.
Entonces, Yunes Linares, poderoso, poderosísimo secretario General de Gobierno, abrió la puerta a Pérez Bonilla para la dirigencia nacional y fue su gran líder, tiempo, además, cuando el góber azul comprara un rancho de 600 hectáreas en la ruta de Tierra Blanca a Tres Valles y le pusiera el nombre de “Santa Gertrudis”, el mismo nombre que tenía un rancho de Hernández Ochoa.
Isidro Pulido sigue en activo. En la Liga de Comunidades Agrarias formó con los líderes de su tiempo la Vieja Guardia Agrarista y con frecuencia en las oficinas de la CNC se reúnen para la nostalgia, pues, ya se sabe, “recordar es vivir”.
Pérez Bonilla está retirado de la vida pública. Está enfermo. Pero a estas alturas debió haber terminado sus memorias, donde ofreció contar todo lo que nunca pudo decir.
Todos ellos cubrieron un tiempo histórico en la vida campesina de Veracruz. Y desde el surco llegaron al Congreso local y de la Unión y luego escalaron.
Y en el camino se hicieron amigos. Algunos de ellos, entrañables, como cuando, por ejemplo, Pérez Bonilla en la UNPC, Adalberto Díaz Jácome le dijo, de plano, que ningún cargo cañero deseaba, pero que sólo le ayudara a comprarse un ranchito para sembrar la gramínea y apartar un rinconcito donde fuera sepultado.
Generoso, Pérez Bonilla se lo cumplió.
Dos. Roque Spinoso, el gran jefe
Vivieron ellos momentos estelares en Veracruz y en el país.
Por ejemplo, Roque, Pérez Bonilla y Francisco Castro fueron presos políticos (que otra cosa es político preso) de Luis Echeverría Álvarez, Rafael Murillo Vidal y Manuel Carbonell de la Hoz, el poderosísimo subsecretario de Gobierno que durante 72 horas fuera candidato a gobernador con el visto bueno de Echeverría, pero que unas palabritas de Jesús Reyes Heroles, presidente del CEN del PRI, lo descarrilaron.
Fue cuando los dirigentes cañeros, Roque Spinoso el jefe máximo, tomaron el ingenio San Cristóbal, de Carlos A. Carrillo, entonces el más grande del mundo por la molienda de dos toneladas y media de caña en una zafra.
Y Echeverría envió al Ejército. Y sitiaron la factoría azucarera. Y los detuvieron. Y terminaron en el penal de Allende.
Luego de la estadía penitenciaria, todos ellos resucitaron, como por ejemplo, resucitaran Francisco I. Madero y Pancho Villa luego de su tiempo tras las rejas.
Roque Spinoso, por ejemplo, se fue a la lucha nacional y Pérez Bonilla y Francisco Castro a diputados locales, y allí se toparon con el cacique de Zongolica, Armando García Lebrez (el antecesor de Mario Zepahua Valencia) y formaron un trío legendario.
Con frecuencia, sus compañeros diputados los recordaban con sus rostros patibularios y trasnochados de una parranda en un lugar prohibido llegando a la Legislatura para debatir las iniciativas de leyes.
El trío le caía en gracia a Rafael Hernández Ochoa, el ranchero que gobernaba y ejercía el poder en Veracruz.
Tres. Todos eran caciques
Quizá nunca el campo en Veracruz ha tenido líderes cañeros de su magnitud. “Genio y figura” diría el viejito del pueblo.
Todos ellos, además, eran figuras caciquiles en sus regiones.
Roque, en la zona de Martínez de la Torre, y en donde, por cierto, fuera asesinado de 120 balazos en el sexenio de Agustín Acosta Lagunes, quien siempre objetó que fue por error, pues estaba en el lugar y el momento equivocado.
Pérez Bonilla, el Pedro Páramo de Paso del Macho.
Francisco Castro, en Tierra Blanca.
Adalberto Jácome, en la siempre peligrosa ruta de la muerte de Omealca a Tezonapa.
Isidro Pulido, en el sur de Veracruz, desde Hueyapan de Ocampo, su refugio.
Y García Lebrez, en Zongolica.
El asesor estelar de ellos era don Armando Rodríguez, un ideólogo de izquierda, al parecer originario de Xalapa, amigo entrañable de don Froylán Flores Cancela, el director fundador del semanario “Punto y Aparte”, y que había sido, ni más ni menos, que secretario particular de Fidel Castro Ruz y Ernesto “El che” Guevara.
Cierto, un líder campesino también fue Ernesto Medel, con su feudo y parcela de poder en San Andrés Tuxtla, pero fue un llanero solitario que nunca pudo integrar un equipo dirigente como Roque Spinoso.
Isidro Pulido, ahí va, en la nostalgia de la Vieja Guardia Agrarista de Juan Carlos Molina Palacios, el polémico y controvertido dirigente cañero que ha levantado la mano para la candidatura priista a gobernador el año entrante.
Pérez Bonilla está enfermo. Y mucho levantaría su ánimo con una simple visitadita en su casa de Miguel Ángel Yunes Linares, de igual manera, como por ejemplo, cuando fue con Flores Cancela.