“¿Quién va a hacer este trabajo cuando los deporten?”, pregunta un capataz. La línea dura de Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos, hacia los inmigrantes que no están autorizados a residir en el país provoca escalofríos en la industria agrícola, que teme quedarse sin la mano de obra necesaria para plantar, atender y recoger las cosechas de los productos que alimentan a la nación.
Por Andrew Selsky y Nicholas K. Geranios.
Oregon/Washington (AP).- La capataz del viñedo Bethel Heights Vineyard observó las 40 hectáreas que su equipo de 20 mexicanos acaba de podar, temerosa de lo que pueda pasar si el Gobierno de Donald Trump insiste en deportar a los inmigrantes sin permiso de residencia.
Desde el momento de plantarlas hasta la cosecha, hace falta personal capacitado con una fuerte ética laboral para producir los vinos pinot noir y chardonnay de esa bodega, y los nativos simplemente no están dispuestos a hacer ese pesado trabajo, afirmó Patricia Dudley mientras una fría lluvia mojaba los viñedos en Oregon.
“¿Quién va a hacer este trabajo cuando los deporten?”, preguntó.
La línea dura de Trump hacia los inmigrantes que no están autorizados a residir en el país, provoca escalofríos a la industria agrícola, que teme quedarse sin la mano de obra necesaria para plantar, atender y recoger las cosechas de los productos que alimentan a la nación.
Los productores de frutas y vegetales, los ganaderos y los dueños de viveros y de viñedos, están empezando a presionar a los políticos para que aborden el tema de la inmigración ilegal, de forma tal, que no afecte sus industrias.
Algunos de los líderes de este movimiento son republicanos que votaron por Trump y que enfrentan un dilema, pues están a favor de que se refuerce la seguridad de la frontera, pero al mismo tiempo, no tienen nada en contra de los trabajadores sin papeles que no son delincuentes peligrosos.
La agricultura emplea un porcentaje de inmigrantes, sin papeles, más alto que otras industrias, según el centro de estudios Pew.
Los inmigrantes sin permiso de residencia representan el 46 por ciento de los aproximadamente 800 mil trabajadores del campo, según un análisis que hizo la agencia AP dde los departamentos del Trabajo y de Agricultura.
Un incremento en las deportaciones podría tener “importantes repercusiones económicas”, indicó un estudio del 2012 del Departamento de Agricultura. Si la mano de obra no autorizada se redujese en un 40 por ciento, por ejemplo, mermaría más de un 4 por ciento de la producción de vegetales, de acuerdo con el estudio.
La Federación de Departamentos Agrícolas (American Farm Bureau Federation) dice que un severo control de la inmigración haría que los precios de los alimentos suban un 5 por ciento o 6 por ciento por una merma en la oferta y por el aumento en los costos laborales que ello conllevaría.
Además de impulsar la construcción de un muro a lo largo de toda la frontera con México, Trump quiere contratar otros 10 mil agentes del servicio de inmigración (conocido por sus siglas en inglés, ICE) y ha dicho que será más agresivo que su predecesor Barack Obama en la deportación de extranjeros sin permiso de residencia.
Agentes del ICE han arrestado a cientos de inmigrantes desde la llegada de Trump al gobierno, aunque no está claro si esto representa un cambio en relación con lo sucedido bajo el gobierno de Obama.
Los trabajadores agrícolas están en la mira. En el estado de Nueva York fueron detenidos peones de plantaciones de manzanas y en Oregon sucedió lo mismo con guatemaltecos que trabajaban en viveros.
Por ahora no pareciera que las detenciones hayan afectado demasiado la actividad agrícola, pero la inquietud aumenta.
Algunos peones de Oregon se encaminan a los campos a la una de la mañana y no van a negocios donde cobran sus cheques para evitar sustos. Sus empleadores temen quedarse sin trabajadores.
“Nos dicen, ‘no salgan, no se emborrachen, no hagan nada ilegal’ porque nos necesitan. Están alarmados”, afirmó Moisés Maldonado, que está en el país ilegalmente y trabaja desde hace casi cuatro décadas en viñedos y frutales de Oregon.
En Los Banos, California, Joel del Bosque, quien cultiva espárragos, dice que sus peones están tan asustados por la posibilidad de ser detenidos en las plantaciones que le costó encontrar mano de obra para la cosecha de marzo.
Cuando la abogada de inmigración Sarah Loftin realizó recientemente un seminario en Newberg, Oregon, para hablar sobre los derechos de los peones que trabajan en los viñedos de la zona, se sorprendió de ver que casi la mitad de los asistentes eran los dueños de las plantaciones.
Por ley, los trabajadores deben presentar documentos que comprueban que están habilitados para trabajar. Pero esos documentos a menudo son falsos y los agricultores sostienen que no es su responsabilidad determinar si son genuinos no. Además, no están en condiciones de distinguir eso.
Agregan que los nativos no muestran el menor interés en madrugar y desafiar el frío de la madrugada para trabajar en las cosechas.
Mientras 18 guatemaltecos encapuchados y botas de caucho trabajaban en esas condiciones hace poco en el valle de Willamette de Oregon, su jefe expresó su admiración por su disposición a hacer un trabajo tan duro.
“Cerca de aquí hay indigentes acampados en el bosque”, expresó el agricultor, señalando hacia unos árboles. “Y no están buscando trabajo”.
Lamentó que la persecución de inmigrantes podría obligarlo a jubilarse porque no probablemente no podrá conseguir mano de obra. Por temor a represalias del gobierno, habló a condición de no ser identificado.
Algunos sectores intransigentes sostienen que los extranjeros que están en el país ilegalmente les quitan los trabajos a los nativos. Pero un estudio del 2013 de un economista del Centro para el Desarrollo Global analizó lo que sucede en granjas de Carolina del Norte y concluyó que los peones inmigrantes tenían un impacto “casi nulo” en las perspectivas de los nativos de conseguir trabajo.
“Pareciera que casi todos los trabajadores estadounidense están dispuestos a soportar cualquier cosa, incluidos largos períodos sin trabajar, con tal de no trabajar en el campo”, dijo Michael Clemens.
Al tiempo que piden visas laborales y reformas a las leyes de inmigración, los dueños de las granjas hacen planes de contingencia, contemplando la mecanización de sus operaciones o cultivar plantas que no requieran tanta mano de obra.
LOS ROBOTS ¿LA SOLUCIÓN?
Robots capaces de recoger frutas asoman como una posible solución para los productores de ese sector si hay deportaciones masivas de inmigrantes.
Los productores de frutas, cultivos que requieren abundante mano de obra, por eso siguen con atención los trabajos de al menos dos empresas que están tratando de construir robots capaces de recoger frutos.
FFRobotics, de Israel, y Abundant Robotics, de Hayward, California, esperan poder sacar al mercado recolectores mecánicos dentro de un par de años.
La recolección de frutas es una tarea delicada, que se ha resistido a la automatización que predomina en otros sectores de la agricultura y depende en buena medida de la mano de obra inmigrante. Ello se debe a que frutas como las manzanas, las frutas secas y las uvas, son productos más frágiles, cuyo aspecto es fundamental, lo que hace que sigan siendo recogidas a mano.
Al peligro de las deportaciones se suma el hecho de que “empiezan a escasear los recolectores humanos”, afirmó Gad Kobber, cofundador de FFRobotics, una firma israelí que diseña recolectores de frutas. “La gente joven no quiere trabajar en la agricultura y los recolectores de edad están retirándose”.
Las cosechas ya se han mecanizado en otros sectores como el trigo, el maíz, las arvejas, los tomates y muchas otras cosechas.
Washington, uno de los principales estados productores de frutas, que generan 7 mil 500 millones de dólares anuales, requiere de miles de peones para las cosechas, sobre todo mexicanos, y muchos de ellos están en el país ilegalmente.
Algunos agricultores han adquirido maquinaria que reduce la dependencia de la mano de obra, mientras que otros presionan a los políticos para que impulsen medidas inmigratorias que no los priven de la mano de obra que necesitan.
“Quién sabe lo que vaya a hacer este gobierno”, comentó Jim McFerson, director del Centro de Investigaciones de Frutales del Estado de Washington en Wenatchee. Para los agricultores, “es un asunto de vida o muerte”.
El trabajo de recolección de frutas es arduo y peligroso, y generalmente lo desempeñan mexicanos. Peones con experiencia, que trabajan a destajo, pueden llegar a ganar 200 dólares por día.
Activistas que defienden a los peones dicen que la mecanización de las cosechas tendría efectos negativos. Y dejaría a mucha gente sin trabajo, según Erik Nicholson, dirigente del sindicato United Farm Workers (Trabajadores Agrícolas Unidos). Calculó que la mitad de los peones de Washington están en el país ilegalmente.
Muchos vienen durante la temporada de cosechas, pero otros se han radicado aquí y son miembros productivos de la comunidad.
“Temen quedarse sin trabajo por la mecanización”, dijo Nicholson. “Un robot no va a alquilar una casa, no va a comprar ropa para sus hijos, no va a comprar alimentos ni a reinvertir su dinero en la economía local”.
Sin dar cifras específicas, las empresas abocadas a la construcción de robots dicen que en dos años los productores recuperarían su inversión. Ello indica que las máquinas serían muy costosas, pero tal vez rentables a largo plazo.
FFRobotics está trabajando en una máquina que tiene unas especies de tentáculos de tres dedos que pueden asir frutas o arrancarlas de ramas. Las máquinas tendrían entre cuatro y 12 brazos robóticos y podrían recoger hasta 10 mil manzanas por hora, según Kober.
Una máquina podría recoger entre el 85 por ciento y el 90 por ciento de una variedad de frutales, y del resto se encargarían humanos, indicó Kober.
Abundant Robotics está trabajando en una máquina recolectora que succiona las manzanas de los árboles.
Las dos empresas que trabajan en las máquinas recolectoras “podrían tener prototipos listos en el tercer trimestre de este año”, según Kaern Lewis, especialista en el tema de la Washington State University. Agregó que los robots “revolucionarán” el sector.
Para que las máquinas funcionen, no obstante, las manzanas y otros productos deberán ser cultivados con el sistema de plantas trepadoras, dijo Lewis.
Indicó que se está trabajando “en la arquitectura del árbol y la ubicación de las manzanas para que sean compatibles con los robots”.
Se calcula que la mecanización de la producción de frutales tomará entre 10 y 20 años y en principio se usará solo como un complemento de la actividad humana.
Pero el sector “está buscando formas de mejorar nuestra eficiencia”, dijo el representante nacional Dan Newhouse, cuya familia tiene una enorme granja en el valle de Yakima en Washington, que emplea 120 peones por temporada para la recolección de frutos secos y nectarinas.
Para Mark Powers, presidente de Consejo de Horticultura del Noroeste, que representa a los agricultores de Yakima, los productores no tienen otra alternativa que recurrir a la mecanización.
“No tenemos ninguna nueva fuente milagrosa de mano de obra en el horizonte”, expresó. “Creemos que la mano de obra va a seguir siendo un recurso escaso”.