Luis Velázquez
PASAMANOS: Hay una descomposición política en Veracruz. Todos se acusan de pillos, ladrones, corruptos y hedonistas. Nadie se salva. Y luego del huracán social y mediático, solo queda el descrédito. Si de acuerdo con Latinobarómetro, los políticos, los policías y los reporteros están en el sótano de la credibilidad, en el territorio jarocho los políticos son campeones.
Si en el duartazgo el dinero público fue utilizado para comprar terrenos, casas, edificios, departamentos, ranchos y lanchas, por ejemplo, ahora, en el panismo, se destina para borracheras, droga, mujeres y orgías.
Si de acuerdo con AMLO en Boca del Río hay una mansión propiedad de un político que ya desearía Barack Obama, el preso que duerme en cama de piedra en el penal de Guatemala tenía mansiones que ni siquiera los barones de la droga.
De lado y lado, el desprestigio. Todos, arrojándose lodo.
Las redes sociales, desde el anonimato, incluso, lapidando la biografía de las elites partidistas en la tarea pública.
Ningún secreto está quedando en el baúl. Toda la ropa sucia, sin lavar, expuesta en el tendedero.
Bien lo decía el proverbio popular en el siglo pasado: “Si quieres saber el nombre de tu padre… métete a político” y luego enseguida.
Y con tantos dimes y diretes, el ciudadano común y sencillo, está confundido. Quizá tome partido. Pero en medio del fuego atroz y cruel de la palabra (letras contra letras, versiones contra versiones), la brújula se ha perdido y ya no se sabe ni a quién creer.
Es más, las pasiones desaforadas de la política reducida a la porquería han dividido a las familias, donde una vez más Caín y Abel pelean, y de nuevo David se enfrenta contra Goliat, y otra vez Lot huyendo del fuego que consume a Sodoma y Gomorra voltea y se petrifica.
BALAUSTRADAS: Igual que en el tiempo de Trucutú, la política achicada en grupos, tribus y hordas. En vez del mazo, el Internet. En lugar de la verdad, la mentira, y en todo caso, las llamadas medias verdades y medias mentiras. Tú, dijo aquel, calumnia… que algo queda.
Y entre más intrigas por la cañería anónima de las redes sociales, el Facebook, el whatsapp, mucho mejor.
El chismerío que antes se reducía al tianguis, a la carnicería en el mercado del pueblo, al molino de nixtamal, ahora ventilado en el Internet… que en nombre de la tecnología permite, oh paradoja, los montajes.
Todos se acusan de pillos. Tanto que, por ejemplo, las trabajadoras sexuales, tan satanizadas por vender su cuerpo para llevar el itacate a casa, tienen más, mucha más autoridad moral, social y ética que los políticos, “bola de corruptos” llamó el Fiscal ángel de la pureza a los diputados locales y federales, y tan calladitos que se achicaron luego, incluso, de las bravuconadas de que lo llevarían a juicio político para su cese.
Lo que antes estaba en la penumbra del anonimato, ahora en el carril tecnológico.
Y si Gabriel García Márquez siempre hablaba de que los seres humanos tenemos tres vidas (vida pública, vida privada y vida clandestina), los límites entre una y otra se volvieron tan invencibles que ni el secreto de confesión arrodillados ante el sacerdote.
Todos, en feroz pelea por el poder político. El poder político que lleva al poder económico y luego repiquetea en el poder social.
Ningún grupo, ninguna horda ha “tirado su espada en prenda” soñando en el bienestar social.
Que si hay un millón de indígenas pobres, allá ellos. Que si hay dos millones de campesinos jodidos, allá ellos. Que si hay tres millones de obreros soñando con una vida digna, pobrecitos. Así estuvieron en la Independencia. Igual en la Revolución. Así continuarán, pues si Carlos Marx, Federico Engels, Tomás Moro, Emiliano Zapata, Pancho Villa, Francisco I. Madero, Ernesto “Che” Guevara”, etecé, etecé, fracasaron en el intento, las tribus políticas de Veracruz ni modo que se crucifiquen por los jodidos.
ESCALERAS: Todos los oficios del mundo están llenos de un apostolado social. Cierto, se trabaja para garantizar la torta en la mesa de la casa. Pero al mismo tiempo, para el servicio a los demás. Sobre todo, en la política.
Y no obstante, la honra de los políticos ha estallado por los aires en Veracruz. Entre ellos se están descobijando. Y más que seguirán de cara a las cinco elecciones en puerta, como son las de diputados locales y federales, senadores, gobernador de seis años y presidente de la república.
La cloaca está destapada y ha resultado peor que los males de la caja de Pandora, que contenía, dice la leyenda, los jinetes del Apocalipsis, pero multiplicados.
La honra que restaba a los políticos ha sido descalabrada por ellos mismos. La prudencia y la mesura se han perdido. La pasión irracional dirigiendo las neuronas. El único objetivo, la embriaguez del poder.
Calígula, el Cesar, ordenó un día que la servidumbre cubriera los pisos de su palacio de dinero. Luego, se quitó los zapatos y exaltado, eufórico, frenético, enloquecido, afiebrado, dueño del poder político y del poder económico y del poder social y del poder sexual con las mesalinas y los efebos a sus órdenes, caminó sobre las monedas para sentir que la riqueza le entraba por los talones.
He ahí el retrato del poder que en Veracruz se está viviendo a plenitud, el grado más alto, ajá, de la civilización romana.