Luis Velázquez/ Barandal
12 de julio de 2019
ESCALERAS: AMLO ha declarado una guerra feroz, sin tregua, a la corrupción política. Algunos de sus antecesores (la renovación moral de Miguel de la Madrid, la secretaría de la Función Pública de Vicente Fox, etcétera) se ocuparon, pero en el camino al Gólgota de su infierno recularon. Y la puerta del mal quedó abierta.
Muchos priistas están en la picota. El último, Emilio Lozoya, ex director de Pemex, con su esposa, su señora madre y una hermana, por el caso Odebrecht. Incluso, su abogado, Javier Coello, ha pedido en su nombre la comparecencia de Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray Caso, su secretario de Hacienda.
Pero la corrupción, ya se sabe, tiene sus orígenes muchos años antes de Cristo. Bastaría recordar que el primer acto de gobierno de Moctezuma II fue enviar a Hernán Cortés, desembarcado en las playas de Chalchihuecan, un montón de burritos cargados con oro y que despertara la ambición y la codicia de los españoles, y veinte doncellas, todas vírgenes, para el consumo carnal.
PASAMANOS: En 1920 fue publicada la primera edición del libro “El verdadero Díaz y la revolución”, de Francisco Bulnes.
Y en sus páginas desfila como en un carrusel de caballitos la más terrible y espantosa corrupción porfiriana.
Escribió Bulnes:
“En julio de 1910, el poder público se hallaba en manos de los ricos, y las reelecciones resultaron en favor de los ricos, puestos que ellos las hacían”.
Entonces, describe la situación económica de algunos de los secretarios del gabinete de Porfirio Díaz. Dice:
“Porfirio Díaz, multimillonario.
Enrique Creel, secretario de Relaciones Exteriores, multimillonario.
Justino Fernández, secretario de Justicia, multimillonario.
Olegario Molina, secretario de Fomento, multimillonario.
CORREDORES: Ramón Corral, secretario de Fomento, multimillonario.
José Ives Limantour, secretario de Hacienda, multimillonario.
Justo Sierra, secretario de Instrucción Pública, pobre.
General Manuel González Cosío, medio millonario.
Leandro Fernández, secretario de Comunicaciones, modesta fortuna”.
Luego, enlista la riqueza de los gobernadores del país.
“Chihuahua, clan Terrazas, multimillonarios. Sonora, Luis Torres, multimillonario. Puebla, Mucio Martínez, multimillonario.
Tabasco, Policarpo Valenzuela, multimillonario. Hidalgo, Pedro I. Rodríguez, millonario. Estado de México, General Fernando González, multimillonario.
Morelos, Pablo Escandón, multimillonario. Guanajuato, J. Obregón González, millonario.
Veracruz, Teodoro A. Dehesa, millonario. Jalisco, Miguel Ahumada, millonario. Querétaro, Francisco Cosío, millonario.
Coahuila, Jesús del Valle, demimillonario. Yucatán, Aristeo Mercado, demimillonario. Michoacán, Aristeo Mercado, demimillonario.
Chiapas, R. Rabasa, modesta fortuna. Campeche, Tomás Azanar Cano, modesta fortuna.
BALCONES: Guerrero, Damián Flores, regular fortuna. Sinaloa, Diego Redo, regular fortuna. San Luis Potosí, Espinoza y Cuevas, regular fortuna.
Colima, Lamadrid, regular fortuna. Aguascalientes, Vázquez del Mercado, pobre. Oaxaca, Emilio Pimentel, pobre.
Zacatecas, Ortiz de Zárate, pobre. Tamaulipas. Juan B. Castelló, pobre. Nuevo León, general Mier, pequeño fortuna. Distrito Federal, Guillermo L. Escandón, multimillonario”.
PASILLOS: La corrupción está, incluso, en el ADN del mexicano.
Por ejemplo:
Embute para soslayar la multa de tránsito y evitar vueltas latosas. Embute para acelerar trámites en las dependencias oficiales.
Embute para pasarse la fila en un trámite. Embute al policía para evitar una detención, digamos, por alterar el orden público o cometer actos impúdicos en la calle.
Embute para aprobar un examen en la escuela superior, incluso, el bachillerato. Embute al mesero en una fiesta social para lograr la atención privilegiada.
Embute a una cortesana para un mejor servicio. Embute para evadir el alcoholímetro.
Embute para ser favorecido con un programa social. Embute a un reportero para que tire incienso.
Ultra contra súper embute a un funcionario (diezmo, doble diezmo) para la concesión de una obra pública.
Embute para cohechar a un funcionario de casilla. Embute para faltar a clase y pasar lista.
Etcétera.
Por eso, está canijo, tarea inverosímil, cambiar el ADN del mexicano en un sexenio.
De manera cínica, como presidente de la república, José López Portillo decía que “la corrupción somos todos”.
Y Enrique Peña Nieto, como el jefe máximo de Los Pinos, repetía la frase bíblica de que “aquel que esté libre de pecado…”.
Ni con los evangélicos de su lado, AMLO podría. En todo caso, constituye una tarea de varios sexenios, pues implicar modificar el sistema político por completo y la Cartilla Moral de Alfonso Reyes significa quizá la venta de una esperanza… irrealizable.
VENTANAS: Bastaría referir unos hechos:
Renunció el director general del IMSS. Renunció el director general del Instituto Nacional de Migración.
Renunció el director general de la Unidad Antisecuestro de la SIEDO. Renunció la secretaría del Medio Ambiente.
Renunció el secretario de Hacienda y Crédito Público, palabras mayores.
Y varias semanas después de tantas renuncias, el grueso de la población electoral que votó por AMLO en número de treinta millones, ignora, desconoce, las razones reales de las dimisiones en el tiempo de la rendición de cuentas.
PUERTAS: Cierto, el director del IMSS renunció con una carta kilométrica. Pero al mismo tiempo, es lo que deseó trascender y luego se volvió una tumba.
El secretario de Hacienda dimitió con una carta breve y es lo que le convino decir.
La secretaria del Medio Ambiente que se fue, ajá, porque retrasó el vuelo de un avión, y sin que nadie conociera el mar de fondo.
El país tiene el legítimo derecho a saber, pues de lo contrario, se cae en la misma corrupción priista y panista de informar a medias y manipular los hechos.
Un día, Porfirio Díaz y sus ministros y sus gobernadores cometieron omisiones y nada pasó y cuando lo registraron el país ardía en la sublevación social con Francisco Ignacio Madero al frente.