Luis Velázquez | Escenarios
01 de junio de 2021
UNO. Cerca de los pobres
Ernest Hemingway y Lázaro Cárdenas del Río eran iguales. Por ejemplo, escritor y Premio Nobel de Literatura. Y político, presidente de México 1934/1940, preferían estar cerca de los hombres sencillos y comunes.
Más, mucho más, si eran pobres.
Nunca los utilizaron “como carne de cañón” electoral. Se acercaban a ellos, los buscaban y frecuentaban, convivían, les apoyaban en los pendientes posibles, como parte de una convicción personal y social.
Hemingway, inmortalizando a Santiago, el pescador, en su novela “El viejo y el mar”.
Cárdenas, llamado el presidente indigenista, porque solía sentarse debajo de los árboles con los campesinos para platicar y escuchar quejas comiendo tortillitas recién hechas a mano rociadas con sal, ¡platillo suculento!
DOS. Los amigos campesinos
Hemingway ni Cárdenas actuaban así inspirados, digamos, en Jesucristo, quien eligió a los doce apóstoles entre pescadores, los más pobres entre los hombres, viviendo siempre “a la quinta pregunta”.
En la finca “Vigía”, donde viviera en Cuba durante veinte años, los amigos de Hemingway eran pescadores.
Desde su tiempo como jefe militar en la Huasteca de Veracruz, incluso desde sus orígenes juveniles en Michoacán, Cárdenas, tan ligado a los indígenas y campesinos.
TRES. Hemingway les daba trabajo
Durante veinte años, los pescadores de Cuba fueron privilegiados por Hemingway.
Su nómina quincenal era de cuarenta pescadores y campesinos que cuidaban su finca, sembrada de productores naturales, pero más, cuidando a los cincuenta gatos y un perro que tenía el escritor.
Además, limpiando la alberca donde las artistas de la época llegaban de visita a Hemingway y mientras cada mañana escribía las mil palabras diarias de cuota, ellas lo esperaban nadando desnudas en la piscina y enfriándose una botella de champagne.
CUATRO. Amor “a la indiada”
Famosas, legendarias y míticas las giras de Lázaro Cárdenas en el interior del país, siempre del lado de los hombres del campo.
Claro, si de pronto estallaba una huelga de trascendencia en algún rincón nacional debido, entre otras cositas, a la incapacidad del Ministro de Trabajo, Cárdenas viajaba al lugar de los hechos y durante horas, días, noches, seguía dialogando con las partes hasta conjurar el movimiento huelguístico.
Sus giras de más de un mes en las regiones rurales son míticas.
CINCO. Jodidos, sus héroes literarios
En las películas sobre Hemingway siempre privilegian su cercanía con los jodidos de Cuba.
También con los soldados rasos en la primera y segunda guerra mundial donde fue chofer de una ambulancia de la Cruz Roja Internacional y cronista.
Y en la guerra civil española donde fue cronista al lado de su segunda esposa, Martha Gelhorn.
Por lo regular, “Hem”, que así le llamaban los amigos, pasó la mayor parte de la vida con los jodidos.
Los héroes en sus novelas nunca son los políticos ni los presidentes de alguna república ni los generales, sino los campesinos y los obreros.
SEIS. Cambio sexenal de estafeta
Lázaro Cárdenas andaba en la misma tesitura. Durante un sexenio luchó por enaltecer la vida y la calidad de vida de los indígenas, campesinos y obreros.
Pero, bueno, la política es así y cuando dejó el poder, los programas oficiales para dignificar a los jodidos se fueron al traste y quedaron archivados.
En la política cada sexenio y cuatrienio (con los alcaldes), la vida se reinventa a tono con el estilo personal de ejercer el poder de cada tribu encumbrada en la cima más alta.
Por eso, entre otras cositas, la terrible y espantosa desigualdad económica, social, educativa, de salud, seguridad y procuración de justicia.