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Historia de la niña que se suicidó en Agua Dulce

El Piñero

•La tragedia sucedió en la misma casa en donde el pasado 24 de diciembre un menor de edad asesinó de una puñada a su abuelo
•La niña dejó una carta; sus vecinos creen que la pobreza influyó en su decisión

Por VIOLETA SANTIAGO blog.expediente.mx
Para El Piñero de la Cuenca
Agua Dulce, Ver.- Envuelta en una sábana amarilla con círculos rosas y blancos, el cuerpo de la pequeña de 11 años yace sobre la fría plancha de metal, la misma que se usa por igual para quienes fallecen en accidentes como para los que se encuentran escondidos en la tierra.

¿Por qué a esa edad pensaría una niña, con todo el futuro por delante, en terminar con su vida? Era lo que se preguntaban vecinos y familiares, conmocionados por la escena. Entonces la calle Revolución, de la colonia Kilómetro 2.5 se llenó del eco de esas preguntas sin respuesta, de sollozos, de miradas tristes y que contrastaban con la inocencia natural que despiden los niños pequeños que gritaban y reían sin saber qué era lo que pasaba.

La menor, Jazmín T. F., era estudiante del último año de primaria en la escuela Josefa Ortiz de Domínguez, ubicada en la misma colonia, en un plantel que exuda el rezago tanto en sus paredes como en sus estudiantes.

La casa en donde vivía con sus otros cuatro hermanos y su madre también la compartía con más familia, entre ellos sus primos y su tía, de quien llevaba el mismo nombre. Pero esa vivienda de paredes verde agua y techo de lámina de asbesto de pronto se convertiría en una escena del crimen dos veces.

La primera ocasión fue el 24 de diciembre del 2017, en vísperas de Navidad, cuando el primo de la hoy finada, un joven de quince años, apuñaló a su abuelo Manuel Figueroa Medina, de 73 años de edad. Esa fue la primera vez que la casa lució con una cinta de acordonamiento amarilla y que Servicios Periciales llegó hasta el lugar, sin imaginar su personal que apenas un mes y dos semanas más tarde regresarían por otro miembro de la familia.

El chico huyó, pero más tarde se entregó y fue ingresado a la cárcel por su crimen, impulsado, según vecinos que lo conocían, por el maltrato que recibían desde hace años, un maltrato que se convirtió en rencor y que dio paso al odio ciego como para tomar un cuchillo y asestarlo en el corazón de otra persona.

Pero la segunda ocasión, fue quizá más dolorosa. Ella, de 11 años, era conocida y querida en la colonia por ser una niña menuda que iba a la primaria y que en las mañanas también llevaba a su hermano menor al kínder.

De sus sueños y esperanzas poco se sabe, pero su futuro era incierto: la pobreza golpeaba a la puerta de su casa compartida con otros hermanos, primos y tíos. Su madre se gana la vida como trabajadora de limpieza en otros domicilios y con varios hermanos, la situación era difícil, señalaron vecinos: por eso creen que los motivos de su desilusión a la vida fueron las duras condiciones económicas que padecía su familia.

La tarde del lunes 5 de febrero, otro día ‘festivo’, volvió a ser señal de luto para la familia Figueroa: Jazmín, estando sola en casa, tomó la decisión de ahorcarse, no sin antes escribir una carta en donde explicaba sus motivos.

Con una soga en el porche trasero, amarró un extremo a una viga y se colocó el nudo alrededor del cuello para terminar su existencia. La triste escena fue descubierta dolorosamente por sus hermanos, también menores de edad, quienes en su desesperación soltaron a la niña que vestía blusa negra y pantalón pesquero de mezclilla y llamaron a quien pudieron para reportar el caso a Protección Civil.

El 911 indicó a la base de operaciones que había una persona ahogada, según por atragantamiento, en un domicilio, pero en realidad se trataba de una escena de suicidio. Cuando llegaron los paramédicos, la niña yacía sobre el corredor de la casa, pero ya estaba muerta.

A las 15:30 horas de la tarde llegó la primera patrulla de la Policía Municipal y luego arribó la Policía Ministerial, quienes acordonaron por segunda vez la casa verde agua. “Esa casa está maldita”, inferían los vecinos con tono de voz escalofriante, al recordar las dos muertes, el abuelo y su nieta, apenas separados por menos de dos meses.

El personal de Servicios Periciales llegó poco después de las 16:30 horas de la tarde e ingresó para revisar la escena en el patio trasero de la casa. La vivienda, por fuera, luce grande, pero en realidad las habitaciones son cortas: desde la puerta de entrada se vislumbraba, casi inmediatamente, la puerta que da hacia el patio, un gallinero, un árbol y la cinta de acordonamiento que marcaba el sitio exacto donde estaba el cuerpo de la niña. Y entre puerta y puerta también se alcanzaba a observar una veladora con fotos, posiblemente del abuelo fallecido.

Durante todo el proceso, los sollozos subían y bajaban de intensidad; en ratos eran sólo murmullos y en otros momentos eran tan intensos que llenaban la calle, audibles y perceptibles, que retumbaban en los oídos, pero también en los corazones de los presentes, pues no hay peor llanto que el de una madre que pierde a su hija.

También llegó su tía, quien bajó corriendo de un taxi, al borde del desmayo, cargando —casi arrastrando— un vitrolero de agua y una bolsa que terminaron en el suelo y fueron recogidas por unos niños, mientras la mujer entraba a la casa, desconsolada por su sobrina.

El perito hizo su trabajo minuciosamente y casi 40 minutos más tarde dio la orden de que los trabajadores de la funeraria ingresaran con la plancha de metal. Frente a dos mujeres que se abrazaban y lloraban, salieron los trabajadores con el cuerpo que ingresaron a la carroza fúnebre.

Tres integrantes de esta familia han sido tocados por la muerte en apenas unos meses: uno, el abuelo, asesinado en Nochebuena; el joven que cometió el crimen y que, aunque está vivo, debe enfrentar la justicia a cambio de su libertad; y la niña de 11 años que escribió una carta y posteriormente se suicidó.

Sólo el personal de la Fiscalía General del Estado (FGE) conoce el contenido de la carta, que fue llevada como prueba hasta las instalaciones de Las Choapas. Pero detrás de las letras, sólo la pequeña conoce las razones exactas que la motivaron a tomar tal decisión, aunque sus vecinos insisten en que la pobreza y las carencias fue una de ellas.

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