Luis Velázquez
08 de septiembre de 2017
ESCALERAS: Hay tantos muertos en Veracruz que desde hace años los cadáveres están amontonados por ahí. Arrumbados, como muebles viejos que nadie desea. Unos, en contenedores. Otros, en tráileres con aire acondicionado. Otros más, en casas de campaña. Otros, en el suelo.
Además, de los cadáveres en fosas clandestinas y que la Fiscalía ha ubicado en 45 municipios, sin que la fecha tengan, digamos, recursos oficiales para rastrearlos.
Y lo peor, sin que en ningún caso se hayan aplicado las muestras de ADN.
Y más peor aún, que a una parte de los secuestrados, desaparecidos y asesinados siguen arrojando en fosas clandestinas.
Y como la chamba es tanta, entonces, los nuevos muertos sepultan en el abandono y en el olvido oficial a los anteriores.
Una ong, el Solecito, Rosalía Castro Toss, dice que en el panteón anexo al Frac. Colinas de Santa Fe, en el puerto jarocho, han localizado 137 fosas y han encontrado unos 277 cráneos, y que todavía esperan la prueba ADN.
Veracruz, entonces, más que un gigantesco cementerio de fosas clandestinas, saturados los Forenses, con cadáveres por todos lados, y que como están amontonados resulta más, mucho más difícil a los familiares identificarlos.
Y más, cuando el Solecito deja claro que la Fiscalía General carece de personal especializado.
Entonces, ellas, las madres, las esposas, los hijos, los hermanos, los buscan, y también costean los trabajos de investigación para, hasta donde es posible, ubicar a los suyos, desaparecidos un día, así nomás, sin dejar huella, sin ni siquiera, vaya, un testigo.
El drama se multiplica:
Por un lado, las fosas clandestinas.
Y por el otro, los muertos son tantos, tantos, tantos que los Forenses están saturados, y entonces, están tirando los cadáveres donde se puede.
¡Vaya tragedia humanitaria!
PASAMANOS: Se vive y padece en Veracruz el peor de los mundos. Más allá del infierno, incluso.
Por ejemplo: en vez de que se estén abriendo más librerías se abren más cantinas.
En vez de que se inauguren y enriquezcan las bibliotecas públicas en las cabeceras municipales y de las escuelas, más negocios y comercios sujetos a la “cuota de piso” de los malandros.
En vez de que los alcaldes fomenten la cultura y las artes, cabildean (y logran) créditos millonarios “al cuarto para las doce” cuando ya se van.
Y en vez de que los muertos descansen en paz, y más allá delas fosas clandestinas donde tampoco encuentran el reposo eterno, decenas, cientos quizá, de cadáveres almacenados en bodegas desde hace varios años, digamos, y para establecer un parteaguas, desde el año 2011, el primero de Javier Duarte.
Imagine el lector un paisaje dantesco donde de pronto, zas, entra a una casa de seguridad y se topa con una pila de cadáveres encimados, como costales, unos encima de los otros.
Imagine, además, el infierno que tendrían los familiares de los desaparecidos si llegaran a tal lugar infernal a buscar a los suyos.
Imagínese, además, los olores reconcentrados de todos y cada uno de los cadáveres que han de llegar a los vecinos.
Tan espeluznante están las circunstancias que, por ejemplo, Servicios Periciales de la Fiscalía prohibió a las ONG seguir buscando más fosas clandestinas y sacar más cadáveres porque los espacios para guardarlos se acabaron.
Dice la señora Rosalía Castro Toss:
“Ustedes van a Xalapa y ven un contenedor ahí improvisado con una temperatura que según la Fiscalía es la correcta y ahí están los restos, en un desorden monumental”. (La Jornada, 30 de agosto, 2017)
La angustia es tan terrible que, por ejemplo, el Solecito está integrado por más de ciento cincuenta madres de familia que buscan a sus hijos, ya en fosas clandestinas, ya en las cárceles, ya en los SEMEFO.
CASCAJO: Un día, un escritor de Veracruz volvió a la editorial Grijalbo, en la Ciudad de México, para preguntar sobre el destino de una novela que había presentado al consejo editorial.
El gerente general le dijo:
“Mire, aquí al fondo de la oficina hay un pasillo que lleva a una bodega. Está abierta. Vaya a usted y busque su original y se lo lleva”.
El escritor fue a la bodega y cuando entró casi casi le da un infarto fulminante, cuando descubrió cientos, miles quizá de originales engargolados de un montón de novelas y cuentos y poemas que dormían el famoso “sueño de los justos”.
Se dijo a sí mismo que se volvería loco buscando el original de su novela, dio las gracias y renunció a su vocación de escritor.
Peor, mucho peor, será entrar a las bodegas, casas de seguridad, contenedores y SEMEFO donde un número incalculable de cadáveres están amontonados “en un desorden monumental”.
Son los estragos de la guerra del gobierno en contra de los malandros. Es el testimonio más siniestro y sórdido de la violencia. Es el Veracruz sombrío. La pesadilla más atroz y cruel para todos, pero más para los familiares de los desaparecidos, víctimas entre las víctimas.