Por: Eugenio GONZÁLEZ | El Piñero
Oaxaca, México. — En la víspera de la última gira de Andrés Manuel López Obrador como presidente, el ambiente en Oaxaca se siente cargado de un aire casi ceremonial.
En la penumbra de la tarde, las colinas de San Antonio de la Cal, municipio de la región de los Valles Centrales, por mucho tiempo silenciosas testigos de la historia oaxaqueña, se encendieron con una frase que parece resonar hasta en las entrañas de la tierra: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Es un espectáculo cuidadosamente diseñado, uno que busca más que la simple admiración, busca inmortalizar a AMLO en la memoria colectiva del estado. El gobernador, con un posteo que apenas contiene la efusividad de su emoción, compartió la noticia: “Mañana recibimos por última vez a nuestro Presidente… Gracias por el gran cariño que le ha demostrado a Oaxaca”.
Este homenaje, insólito en su manera, tiene el aire de un último gesto desesperado por retener lo intangible. Porque no es solo un lema lo que queda plasmado en la montaña, es la herencia simbólica de un gobierno que ha hecho de la austeridad, del apego a las raíces populares, una especie de culto político.
Este sábado, el mandatario estará en Oaxaca, acompañado de la presidenta electa Claudia Sheinbaum para supervisar los avances de la pista Oaxaca- Tehuantepec y otorgar certificados de los más de 200 caminos artesanales que se construyeron durante su gobienro en las ocho regiones de la entidad.